Alberto Garzón Espinosa /28/05/2012
Hace un par de años España
venció a Alemania en las semifinales del mundial de Sudáfrica por un gol a
cero. La euforia se desató por todo nuestro país, y las celebraciones se
dejaron ver durante semanas gracias a un nuevo sentimiento de patriotismo.
Aquella sensación de superioridad deportiva, cristalizada en la primera copa
mundial de la selección española, no tenía, sin embargo, relación alguna con la
competencia económica entre ambos países. Aquél otro enfrentamiento mostraba un
marcador completamente opuesto; allí recibíamos una enorme paliza.
El esquema siguiente (ver gráfico del encabezado) refleja la naturaleza de las relaciones económica entre ambos países, y es una herramienta útil para analizar cuáles son los problemas de la economía española y cuáles son las opciones de política económica que se abren tras la larga y dolorosa crisis económica que padecemos.
El esquema siguiente (ver gráfico del encabezado) refleja la naturaleza de las relaciones económica entre ambos países, y es una herramienta útil para analizar cuáles son los problemas de la economía española y cuáles son las opciones de política económica que se abren tras la larga y dolorosa crisis económica que padecemos.
Podemos comenzar por un hecho
contable básico: España ha tenido un descomunal déficit por cuenta corriente
desde la entrada en vigor del euro. Alemania, por el contrario, se ha
comportado a la inversa, con un creciente superávit desde el año 2000. Ambas
relaciones se muestran gráficamente a continuación.
Esto significa, en esencia
[1], que España exporta menos de lo que importa y que a Alemania le ocurre al
revés. Como se puede comprobar en el gráfico, son dinámicas que se han
propulsado enormemente tras la llegada del euro. Eso significa que la
estructura de la Unión Europea y la moneda común profundizan los desequilibrios
internos y pueden estar detrás de la crisis actual.
Este hecho contable refleja,
en última instancia, una menor capacidad competitiva de la economía española,
es decir, del capital productivo español. Las empresas productivas españolas
son incapaces de competir en el mercado internacional y, más concretamente, en
el mercado europeo.
Todo ello supone que el
capital productivo alemán obtiene ingresos que son compartidos con el capital
financiero alemán. Como vimos
en otro post, el sistema financiero funciona sobre la base de
establecer una punción sobre la ganancia productiva, es decir, que sus
beneficios dependen de la capacidad de obtener beneficios de las entidades a
las que presta dinero. Dicho de otra forma, el sistema financiero que ha
prestado dinero al capital productivo alemán se beneficia también de la buena
marcha de las exportaciones alemanas. En este punto, número 2 en nuestro
gráfico, el capital financiero alemán se encuentra con nuevos ingresos y dinero
ocioso.
¿Y qué hace el capital
financiero alemán con ese dinero nuevo y ocioso? Pues por la lógica capitalista
no tiene más remedio que moverlo para hacer más ganancias, de modo que lo
presta a otros sujetos económicos. En nuestro gráfico ya vemos a quién: al capital
financiero español (punto 3). Esta transferencia de dinero es la que explica
que la balanza de pagos cuadre: el superávit de la cuenta financiera compensa
el déficit de la cuenta corriente. Dicho de otra forma, la economía española
importa más que exporta y necesita dinero con que pagar esa diferencia y ese
dinero es el que le presta el capital financiero internacional (y en nuestra
explicación el alemán). Puede comprobarse en el siguiente gráfico.
Ha de tenerse presente que la
forma por la que el capital financiero alemán presta a la economía española (a
través del capital financiero español o directamente al capital productivo o a
los hogares) es múltiple. Pueden prestar a través de inversiones extranjeras
directas (llegada de empresas), a través de inversión en cartera (compra de
acciones o títulos como bonos y obligaciones) o a través de préstamos. En
España han sido determinantes las dos últimas formas (la inversión extranjera
directa española era fundamentalmente positiva gracias a la internacionalización
del capital español).
En todo caso el capital
financiero español (bancos y cajas de ahorro) se endeuda porque necesita dinero
para prestar al capital productivo español. Y el capital productivo español
necesita tener una actividad productiva que realizar porque de lo contrario
entra en crisis y el sistema no puede mantenerse. Como hemos dicho más arriba,
el capital productivo español es poco competitivo de modo que tiene que buscar
una actividad productiva en la economía interna. Si tenemos en cuenta que la
desigualdad en España –medida como participación salarial en la renta- es muy
alta (véase aquí), el
capital productivo además enfrenta una crisis de demanda interna. Por esa razón
recurre a una actividad relativamente ficticia: la burbuja económica.
El capital productivo
encuentra la burbuja inmobiliaria como vía de escape para poder seguir
generando beneficios (esquivando los dos obstáculos: la falta de competitividad
y la insuficiencia de demanda interna). Dicha burbuja inmobiliaria es
favorecida gracias a la regulación legal y a los bajos tipos de interés de la
eurozona (que proporcionan crédito barato). De esa forma, el capital productivo
español puede alimentarse de una actividad muy lucrativa. Pero una actividad
que es también muy inestable y que depende del endeudamiento (puntos 4 y 5).
Desglosado por actores, el endeudamiento de los sujetos económicos españoles es
el siguiente.
Mientras la burbuja
inmobiliaria opera el sistema funciona correctamente y el ciclo del gráfico se
mantiene sin interrupción. Evidentemente las asimetrías comerciales se
profundizan cada año más, pero los economistas convencionales y los ministros
de economía como Solbes aseguraban que esas cuestiones ya no importaban en el marco
de la zona euro. Grave error.
Con la burbuja funcionando el
empleo se creaba gracias a que el capital productivo que se movía alrededor de
la construcción generaba miles de trabajos nuevos cada mes, proporcionando un
salario a los trabajadores que utilizaban para seguir importando productos del
exterior. Esas importaciones favorecían a Alemania, entre otros socios
comerciales, lo cual alimentaba el ciclo. El dinero circulaba por el ciclo
correctamente, si bien distribuyéndose de forma desigual (aspecto que veremos
más adelante).
El estallido de la burbuja
Hasta que… estalla la burbuja
inmobiliaria y el ciclo se interrumpe. El consumo y la inversión caen y el
capital productivo español no tiene forma de generar nuevos beneficios. Los
trabajadores españoles se quedan sin trabajo y tanto ellos como el capital
productivo y financiero español se encuentran enormemente endeudados con el
capital financiero alemán e internacional.
El capital financiero español
sortea la crisis como puede, pero sus beneficios dependen de que exista
actividad productiva. En un primer momento los planes de estímulo del gobierno
(Plan E) permiten volver a ver beneficios en la actividad productiva, gracias a
un desembolso de dinero público. Pero posteriormente la actividad productiva termina
por caer y el sistema financiero ve secarse sus ingresos. El capital financiero
se queda con los negocios del capital productivo inmobiliario, que ya es en sí
mismo un activo tóxico, y sigue incapaz de remontar la situación. Sólo los
bancos internacionalizados (como BBVA y Santander) encuentran una forma de
obtener beneficios para ir salvando la situación. Las cajas de ahorro se hunden
irremediablemente en pérdidas, al secarse sus ingresos y permanecer endeudadas.
El Estado al rescate,
secuestrado por el capital financiero alemán.
Entonces aparece el Estado de
nuevo, que se presta a salvar al capital financiero español a costa de una
mayor exposición propia al capital financiero internacional, especialmente
alemán. Por mecanismos ya
comentados en otro lado, el Estado va transformando las deudas privadas
en deudas públicas. La exposición del capital financiero español se va
transformando en exposición del Estado español. Lo que fueron beneficios
privados, ahora son pérdidas públicas.
De esa forma el ciclo
analizado, ya interrumpido, se recompone en una relación de dominio del capital
financiero alemán sobre el Estado y los sujetos económicos españoles. El
capital financiero alemán, aprovechando su control político sobre las redes
institucionales (la llamada troika: comisión europea, BCE y Fondo Monetario
Internacional) y un contexto ideológico favorable a sus tesis (el
neoliberalismo) se presta a condicionar toda política económica a un solo
objetivo: garantizar que va a recibir el dinero comprometido. La devolución de
las deudas, privadas y públicas, prioridad absoluta.
Dado que las deudas privadas
no pueden devolverse porque no hay capacidad de ingresar, el capital productivo
español va quebrando (sobre todo el pequeño capital productivo: PYMES; el gran
capital productivo sortea la crisis exportando como puede). El capital
financiero español también se encuentra en la misma situación, pero su quiebra
está prohibida de facto por la ideología dominante (la tesis de “demasiado
grande para caer”) de modo que el Estado se hace cargo de su actividad y de sus
pérdidas.
De una forma u otra (y siempre
a través de mecanismos financieros), el Estado se va haciendo cargo de las
deudas privadas. Se socializan las deudas y las pérdidas, de modo que toda la
carga del coste de la crisis recae sobre los contribuyentes.
Ante la presión del capital
financiero alemán, los partidos políticos dominantes en los países periféricos
(pues estos procesos se repiten en Portugal, Grecia e Italia) ceden y ponen al
Estado de Bienestar al servicio del pago de la deuda al capital financiero
alemán (en España con la reforma de la constitución que hicieron en agosto de
2011 el gobierno del PSOE y el PP). Dicho de otra forma: el
desmantelamiento de la sanidad, la educación y los servicios públicos pagará al
capital financiero alemán.
Ese es el estadio actual de la
crisis: la no modificación de la estructura institucional europea y la
subordinación de toda política económica de los países periféricos al pago al
capital financiero alemán. Por esa razón no hay salida de la crisis sin romper
con el marco actual de Unión Europea y con el dominio financiero alemán.
NOTAS:
[1] La cuenta corriente está
formada por la balanza comercial, la balanza de servicios, la balanza de rentas
y las transferencias corrientes. En todo caso, la que marca el sentido en ambos
casos es la balanza comercial.
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