Félix
Jiménez /1/12/2012
«En
un escenario de estancamiento de la economía mundial
–decíamos en nuestro artículo anterior--, las estrategias exportadoras en las
que se embarcaron muchos países como el nuestro apostando por la
especialización y descuidando su desarrollo industrial, ya no pueden asegurar
la sostenibilidad del crecimiento». Por lo demás, sabemos –por experiencia
histórica-- que el crecimiento basado en influjos de capital extranjero y altos
precios de las commodities, no dura mucho si no es acompañado de
políticas orientadas a diversificar el aparato productivo.
En
consecuencia, para endogenizar el crecimiento –en el escenario
internacional actual-- es imprescindible optar por la industrialización del
país. Aspirar a ser parte de una región sudamericana mas integrada
económicamente, sin industrializarnos, es condenarnos a la situación de
periferia.
Algunos aspectos de la desindustrialización neoliberal
Ya hemos mostrado que «tres décadas de neoliberalismo han consolidado
una estructura productiva de servicios de baja productividad y primario
exportadora». La industria manufacturera perdió importancia y liderazgo en el
crecimiento económico. Entre 1950 y 1960 su participación en la generación del
PBI aumentó sostenidamente de 13.2% a 17.2%. Entre 1960 y 1980 se mantuvo en un
promedio de 17.4% con una desviación estándar de 0.37; y, entre 1990 y 2011,
bajó a un promedio de 15.2% con una desviación estándar de 0.46.
Algo similar pasó con su capacidad de generación de empleo. Un promedio
de 11.9% de los trabajadores se encontraba en la manufactura en el período
1950-1960. Durante 1960-1980 este porcentaje subió a 12.9% (con una desviación
estándar de 0.51); pero durante 1990-2011 bajó a un promedio de 10.5% (con una
desviación estándar de 0.60). Los trabajadores que no fueron absorbidos por la
manufactura, se dirigieron básicamente a los sectores de Servicios, Comercio y
Construcción, pues el sector agropecuario redujo su participación en la
generación de empleo sostenidamente desde 1950.
El crecimiento económico no puede ser realmente inclusivo sin el
liderazgo de la manufactura. Este sector es el que puede emplear contingentes
importantes de trabajadores con moderada calificación y proporcionar empleos
estables mejores salarios. «Sin una base industrial importante --dice Rodrik--,
las sociedades tienden a dividirse entre ricos y pobres –aquellos con acceso a
empleos estables y bien pagados, y aquellos cuyos empleos son menos seguros y
tienen una vida más precaria. La manufactura es fundamental para la vitalidad
de la democracia en una nación». En nuestro país, un prerrequisito para una
rápida industrialización y, en particular, para resolver el problema del
subempleo y la existencia de empleos precarios, es revolucionar la agricultura,
lo que implica desarrollar mercados internos y al mismo tiempo mejorar la
infraestructura de la agricultura a pequeña escala.
Los principios para una nueva política industrial
Desde los años 2001-2003 contamos con un esquema institucional de
política monetaria y fiscal que nos ha permitido mantener una baja inflación,
disminuir notoriamente el peso de la deuda pública a PBI, y acumular reservas
internacionales tanto en el BCR como en el MEF. Esto es fundamental
para iniciar el cambio en el actual estilo de crecimiento, estimulando la
diversificación productiva. Es la hora de la política industrial.
De acuerdo con Rodrik, la formulación y aplicación de la política
industrial debe basarse en los siguientes tres principios: «En primer lugar, la
política industrial es un estado de ánimo más que una lista de políticas
específicas. Es más importante crear un clima de colaboración entre el gobierno
y el sector privado que proporcionar incentivos financieros». El objetivo debe
ser obtener información sobre oportunidades de inversión y cuellos de botella,
mediante la constitución de consejos de reflexión, foros de desarrollo de
proveedores, consejos de asesoramiento de inversiones, mesas de discusión por
rama industrial, o fondos de riesgo público-privados. «En segundo lugar, la
política industrial debe recurrir tanto a las zanahorias como a los palos». La
idea es promover la creación de nuevas industrias, pero los incentivos no
pueden ser permanentes y deben basarse en resultados. Y, «En tercer lugar,
quienes aplican la política industrial deben tener presente que esta se orienta
a servir a toda la sociedad, no a los burócratas que la administran ni a las
empresas que reciben incentivos». Un política industrial transparente,
responsable y abierta a nuevos participantes, impide el abuso y el
acaparamiento.
Adelantándose a los críticos de la política industrial, Dani Rodrik
dice que «Lo que determina el éxito de la política industrial no es la
capacidad de los gobiernos para reconocer a los triunfadores, sino su capacidad
para abandonar a los perdedores. La incertidumbre garantiza que incluso
políticas supuestamente óptimas pueden conducir a errores. La cuestión es que
los gobiernos reconozcan esos errores y retiren su apoyo antes de que resulten
demasiado costosos».
A modo de conclusión
Es la hora de la industrialización. Es la hora de «pasar del
mito de las ventajas de la especialización productiva --del modelo primario
exportador--, a la estrategia de diversificación productiva, es decir, hacía
políticas que propicien el desarrollo de la agricultura y de la industria
manufacturera».
No hay comentarios:
Publicar un comentario