Naomi Wolf /16/07/2012 Common Dreams
El otoño pasado argumenté que
la reacción violenta contra el movimiento Ocupa y otras manifestaciones de
protesta en todo el mundo tenía que ver con el temor del 1% a que la gente
común sacara a la luz el fraude masivo si llegara a ver los libros. Entonces no
tenía evidencia de esa motivación aparte del hecho de que la reforma del
sistema financiero y un aumento de la transparencia estaban en los primeros
puestos de la lista de las exigencias de los manifestantes.
Pero esta semana aparece un
repugnante tesoro de nuevos datos que demuestra con creces esa hipótesis y
confirma el cuadro. La noción de que todo el sistema financiero global está
plagado de fraude sistémico –y que los protagonistas cruciales en los papeles
de guardianes, tanto en las finanzas como en el gobierno, incluidos los
organismos reguladores, lo saben y prefieren mantener en silencio esa realidad–
hasta hace poco habría parecido una loca hipótesis de adeptos a las teorías de
la conspiración, pero los titulares de esta semana nos llevan a una conclusión,
por desgracia, inevitable.
La sección de negocios de The
New York Times del 12 de julio muestra múltiples denuncias de fraude
sistémico en todos los bancos: bancos que se coluden con otros bancos en la
manipulación de tasas de interés, reguladores informados del fraude sistémico y
funcionarios clave del gobierno (por lo menos un banquero que se convirtió en
el funcionario más crucial del gobierno) que están informados y también se
coluden. El fraude de los bancos en general se ha percibido, y yo diría que se
ha tratado, como un fallo imprevisto. Como en la defensa a viva voz de los
dirigentes de Barclays por parte del alcalde de Londres Boris Johnson la semana
pasada, nos presentan el fraude bancario como si se tratara, cuando sale a la
superficie, de algunas “manzanas podridas”.
En la sección de negocios del New
York Times, leemos que el grupo bancario HSBC está recibiendo multas de
hasta 1.000 millones de dólares por no impedir el lavado de dinero (una
actividad altamente lucrativa que no hay que impedir) entre 2004 y 2010, un
“¡uy!” que ya dura seis años. En otro artículo del mismo día, el senador
republicano Charles Grassley dice respecto al grupo financiero Peregrine
capital: “Es una compañía que tiene todo bajo control”. El artículo explica a
continuación que en Peregrine Financial “los reguladores descubrieron que faltaban
unos 215 millones de dólares en dinero de los clientes”. Ahora su fundador se
enfrenta a demandas judiciales. Más adelante, el artículo menciona que esta
revelación llega algunos meses después que MF Global “perdiera” más de 1.000
millones de dólares de dinero de sus clientes.
Lo extraño es que esos
informes describen constantemente la actividad que condujo a la desaparición de
todo ese dinero como si fuera simple torpeza: “los reguladores no vieron la
bandera roja durante años”. Señalan que un cliente de Peregrine advirtió al
regulador primordial de la firma en 2004 y que otro mencionó problemas al
regulador cinco años después, pero “al parecer no se vieron señales de
dificultades durante años”, señala el titular delTimes.
Una página más adelante, “Wells
Fargo pagará por las acusaciones de prejuicios en las hipotecas”, mientras ese
banco acepta pagar 175 millones de dólares en multas –otra vez- por haber
cobrado a acreedores hipotecarios afroestadounidenses y latinos intereses más
altos por sus hipotecas de alto riesgo que a ciudadanos “blancos” con las
mismas calificaciones crediticias. Hay que recordar que se trataba de una época
en la que “las firmas de Wall Street desarrollaron un inmenso mercado de
préstamos de alto riesgo que compraron y combinaron con otros valores de
inversión, creando incentivos financieros para que los prestamistas hicieran
semejantes préstamos”. Por lo tanto, Wells Fargo se estaba beneficiando
mediante cobros excesivos a clientes de las minorías y beneficiándose de
productos basados en la tasa de préstamos más elevada que el promedio que se
esperaba. El artículo termina mencionando discretamente un juicio del Bank of
America de 335 millones y un arreglo hipotecario de Sun Trust por 21 millones
de dólares por haber participado en discriminaciones semejantes.
¿Se trata en todos estos casos
de fallos de supervisión y fraudes bancarios solo de antiguos errores? ¿Se
trata solo de distracción de los reguladores?
El principal titular de las
noticias del día resume el motivo por el cual no es tan simple: “Geithner trató
de poner fin al amaño de las tasas bancarias en 2008”. El artículo menciona que
cuando Timothy Geithner dirigió el Banco de la Reserva Federal de Nueva York,
supo de “problemas” relacionados con el amaño de tasas de interés en Londres,
el centro financiero del escándalo del Libor en Barclays. Hizo que las “máximas
autoridades británicas” conocieran los problemas y escribió un correo
electrónico a sus homólogos sugiriendo reformas. ¿Fueron sus acciones éticas o
prudentes? Una posible interpretación de la acción de Geithner es que trataba
de protegerse por anticipado de posibles críticas, sin ninguna expectativa
seria de lograr una reforma de lo que sabía que era un abuso sistémico.
¿Y qué pasó en realidad?
Barclays siguió presentando tasas falsas, tratando de aumentar sus beneficios.
El pasado mes, el banco aceptó pagar 450 millones de dólares a autoridades
estadounidenses y británicas por manipular el Libor y otros parámetros claves
de los que dependen grandes sectores de la economía. En numerosos pleitos se
afirma que esta manipulación defraudó a miles de clientes de los bancos. Por lo
tanto “las advertencias de Geithner fueron demasiado tardías y sus esfuerzos no
impidieron esa actividad ilegal”.
¿Y qué pasó entonces? ¿Convocó
Geithner, presumiblemente frustrado de que no se hubiera hecho caso de sus
advertencias, a una conferencia de prensa? No. Mantuvo silencio mientras
continuaba una práctica que ahora parece que también fue perpetrada por varios
grandes bancos.
¿Y qué pasó entonces? Tim
Geithner fue nombrado secretario del Tesoro. Y entonces tampoco hizo nada.
Es muy difícil, considerando
los complicados sistemas de fraude que emergen en todo el sistema financiero,
ignorar la posibilidad de que este tipo de silencio –la disposición a no causar
perturbaciones– simplemente se recompensa con la promoción a puestos cada vez
más elevados, incluso más autoridad. Si se sabe que el amaño de tasas y los
fallos de la regulación son sistémicos pero no se dice nada, bueno, tal vez se ha
mostrado que uno es verdaderamente de fiar y merece ser miembro del club.
Sea lo que sea lo que motivó
el silencio de Geithner, o el del “funcionario gubernamental” de los correos a
Barclays, lo siguiente es obvio: los medios dominantes tienen que abandonar las
narrativas de “¡Dios mío!, ¡otro descuido!” Hay que reconocer que la corrupción
del sector financiero es sistémica.
Mientras tanto, Gran Bretaña
marcha como una sonámbula hacia la vigilancia total de los correos
electrónicos, mientras EE.UU. presenta nuevas propuestas para castigar a los
denunciantes ampliando la Ley de Espionaje. En un mundo electrónico, la
evidencia de esos crímenes dura, si se logra encontrar la evidencia. El caso
del Libor, un crimen importante, no ha merecido mucho interés en procesamientos
penales en la cima. Esa asimetría es una de las pólizas de seguro del poder.
Otra es reprimir la protesta ciudadana.
Autora, crítica social y
activista política, Naomi Wolf es autora del éxito de ventas de The New
York Times: The End of America (Chelsea Green) y más recientemente de:
Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. El éxito de
ventas internacional de Wolf, The Beauty Myth, cuestionó la
industria de los cosméticos y el mercadeo de estándares irreales de belleza,
lanzando una nueva ola de feminismo a principios de los años noventa.
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