Serafín Mateo /21 de mayo del 2013
Kenneth Rogoff, ese ilustre profesor de Economía y Política Pública en la Universidad de Harvard que ha trabajado como economista jefe del FMI, parece que no ha quedado satisfecho con los desinteresados y leales servicios que ya ha tratado de prestar a la ciencia económica recientemente. Y es que la economía no tiene otra opción que la de parecer a veces una ciencia lúgubre, como cuando Rogoff quiso alertarnos sobre las lamentables consecuencias que se derivaban de que la deuda pública de un país rebasase el 90% de su PIB, para que no nos dejáramos arrastrar por los falsos profetas del estímulo del Estado -lo que se ha visto luego que no era así-.
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