La reunión previa a la cumbre de presidentes del G-20, de noviembre, quedó atrapada en las indefiniciones de Europa para dar respuesta a la crisis. Boudou destacó el reconocimiento a las políticas públicas argentinas.
Por Raúl Dellatorre
En un encuentro dominado por las incertidumbres en torno de la resolución de la crisis que envuelve al conjunto de los integrantes de la Zona Euro, los ministros de finanzas del G-20 debieron acordar una compleja fórmula para tratar de mostrar expectativas favorables pero al mismo tiempo no dejar de señalar las preocupaciones y la necesidad de cambiar ciertos cursos de acción. En este último sentido, la delegación argentina que encabezó Amado Boudou vuelve con por lo menos tres éxitos comprobables: la exclusión del documento final de toda alusión a fijar regulaciones a los precios de las materias primas agrícolas, la manifestación explícita de la combinación “trabajo con inclusión social” como un objetivo central de las políticas económicas, y el llamado a combatir el accionar de los paraísos fiscales, denominados así y no ocultos bajo el eufemismo “países no cooperantes”. Esta formulación incluía a la Argentina, por no reportar toda la información requerida por los organismos internacionales, igualándola a aquellas jurisdicciones que arman un sistema fiscal cuyo propósito es atraer fondos de evasores.