28 de mayo del 2020
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n nuevo síntoma ha venido a evidenciar
desde hace algunas semanas la verdadera magnitud del impacto de la pandemia: el
hacinamiento de cadáveres en los hospitales. Tanto en Lima, como en provincias,
saltan las noticias de nosocomios abarrotados por difuntos que son almacenados
en contenedores, incluso con denuncias expresas afirmando la aparición de sus familiares
muertos, habiendo sido internados por causas distintas empero siendo
notificados con Covid-19 en sus certificados de defunción. A la luz de estos hechos
se levanta una sospecha abominable: ¿Cuál es la verdadera magnitud y el alcance
de la pandemia sobre la mortalidad en nuestro país? ¿Cuántas personas murieron
por no recibir la atención médica a consecuencia de otras enfermedades, fuera
del hospital o en sus casas? Las respuestas a estas interrogantes son
importantes para determinar la correcta
caracterización de la pandemia. En el mundo los investigadores están
rastreando su real dimensión basándose en el análisis del excedente de muertes
desde el inicio del brote viral. Es lo que denominan exceso de mortalidad[1]
cómo un total de muertes por todas las
causas comparadas con el promedio histórico. Lastimosamente, el Perú
encabeza las estadísticas en los reportes de las principales investigaciones
sobre la cuestión. Y son muchas las
razones para que el incremento de la mortalidad en nuestro país haya sobresalido por sobre el resto.
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