Bryan Serrano
Viernes 8 de julio del 2011
l gobierno aprista bautizó el 2011 como el año del “Centenario de Machu Picchu”. Así, ignoró la demanda de diversos sectores de la opinión pública para denominarlo merecidamente “Año del centenario de José María Arguedas”. Este suceso no fue antojadizo, escondía un oscuro objetivo político por parte de la clase dominante: Mantener la dominación cultural sobre la población y con ello su opresión económica y política sencillamente porque el legado de la obra de Arguedas es la expresión más definida y científica en el campo cultural del hombre peruano y el problema de nuestra nacionalidad.
Se pretende contraponer la figura de Machu Picchu con la obra del amauta Arguedas, dos cosas que en realidad son partes integrantes porque Arguedas rescató la tradición indígena junto con su capacidad creativa y sus características colectivistas. Pero ¿Qué es lo que nos asombra realmente de Machu Picchu? ¿Nos debe impresionar el paisaje y las grandes rocas por sí mismas como si hubiera algo místico en ellos? Preguntémonos antes ¿Quién y como se colocaron esas inmensas construcciones? Fue realmente el trabajo del hombre andino de varias generaciones, su capacidad creativa en arquitectónica e ingeniería, la forma particular en la cuál económica y socialmente se organizaba la civilización inca ¡Esto es lo que debemos valorar y ante lo cuál debemos sacarnos el sombrero!
Evidentemente, la clase dominante con sus raíces criollas jamás valorará de esta manera la tradición indígena puesto que todo el régimen demo-liberal sobre el que se sustenta históricamente la actual república criolla se ha erigido sobre la base de la exclusión y postración del indio.
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