J. Rodríguez y A. Sanabria
Desde abril, a buen seguro
cunde el desconcierto en todos los círculos de poder financiero y político en
España. Las preguntas que se deben realizar a sí mismos suponemos que serán
algo de este estilo:
“¿Cómo es posible que, después
de lo que hemos apoyado y hecho (ajustes fiscales, reformas laborales para
favorecer una devaluación interna, o enmiendas constitucionales), no sólo no se
atisba recuperación del crecimiento, sino que el propio déficit público
apenas se reduce?”.
Pues, en efecto, baste
recordar que en 2010 éste fue del 9,3% del PIB y, tras toda una pléyade de
medidas, en 2011 resultó del 8,9%.
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