Desde fines de los años 80 del
siglo pasado se reitera en los círculos gubernamentales y financieros de los
países de América Latina que el microcrédito, o las “microfinanzas”,
constituyen un medio importante para la reducción de la pobreza. Otros van más allá
y consideran que el microcrédito sería también la mejor palanca para impulsar
el desarrollo de grandes grupos de microempresarios y de trabajadores
informales, y de éste modo contribuir al desarrollo económico y social de los
países pobres.
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