Julia Evelyn Martínez
6/1/12
6/1/12
Como una tradición de Año Nuevo, economistas y autoridades gubernamentales de nuestros países se enfrascan (y a veces se enfrentan) en el debate sobre el crecimiento económico del año anterior y en las proyecciones de crecimiento del nuevo año. Este debate surge en tanto este dato es considerado en el pensamiento neoclásico como el indicador clave para medir el desempeño y/o la gestión de cualquier sistema económico. Dentro de esta lógica, se asume que si la tasa de crecimiento es alta se puede concluir que ha sido un buen año para la economía y si es baja, se asume lo contrario.
Resulta interesante y hasta entretenido, escuchar los análisis que sobre estos resultados se realizan dependiendo de si se está en la oposición o en el gobierno. Una misma persona puede analizar el mismo dato de crecimiento de la economía de manera distinta dependiendo de su posición en el sistema de relaciones de poder en un momento determinado. Si está en la oposición política y su credibilidad (e incluso su salario) depende de evidenciar la incapacidad de la gestión del partido gobernante, una tasa de crecimiento baja será utilizada como la prueba más fehaciente de la incapacidad de un gobierno de administrar la economía y de garantizar el bienestar de la población.
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