domingo, 31 de julio de 2011

Capitales Peruanos en expansión Global

Informe publicado en el diario "La República" el 10/07/2011 sobre la evolución actual de los principales grupos económicos peruanos, haciendo énfasis en la exportación de sus capitales fuera del país. 





Jugando en la cancha grande



La década que termina ha visto a los empresarios peruanos dejar las ligas locales, comprar chimpunes nuevos y entrar a jugar a la cancha de los mercados globales. Los Añaños dieron el ejemplo y los siguieron los grupos Romero, Brescia, Gloria y otros que, tras consolidarse en el país, se lanzaron al mundo. Un retrato veloz sobre esta expansión, junto con un detallado reporte de la situación de las empresas peruanas, es lo que trae la última edición de Peru: the top 10,000 companies.

Por Óscar Miranda

Botellones de Big Cola refrescando a jovenzuelos en Hanoi y Bangkok. Galletas Okebón saboreadas en placenteros lonches en Buenos Aires. Leche fresca Suiza animando desayunos en la caribeña San Juan. Cemento Melón construyendo viviendas y edificios en Santiago. Sí, lo adivinó. Cada uno de estos productos lleva, a su manera, la marca Perú en el corazón. Los responsables de que se fabriquen y lleguen a familias de Argentina, Chile, Puerto Rico o Vietnam son empresarios peruanos. Sucede que se acabaron los tiempos en los que en el Perú nos limitábamos a ver cómo las trasnacionales invadían nuestro mercado. Ahora tenemos representantes, pioneros, de lo que, con ilusión chovinista, bien podríamos llamar “la conquista del mundo por los peruanos”.

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El sub-imperialismo brasileño en Bolivia y América Latina. El poder de la corporaciones brasileñas y la explotación de los commodities.



Mathias Luce *
bolpress. Diciembre del 2010. Net-Globalización.

Hace casi cinco años, luego de la Nacionalización de los Hidrocarburos en Bolivia el Primero de Mayo de 2006, el periódico El Juguete Rabioso reveló en primera plana que Petrobras había llegado a controlar el 45,9% de las reservas probadas y probables de gas, el 39,5% del petróleo y las dos refinerías del país, y que este proceso se llevó a cabo a través de medios más que cuestionables, como por ejemplo la migración de ex gerentes de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos hacia Petrobras Bolivia. En ese momento salía a la luz pública el descubrimiento de grandes reservas en los megacampos de San Alberto y San Antonio, recién adjudicados a Petrobras. Todo eso contribuyó al surgimiento de una corriente crítica que confrontó al poder subimperialista del capitalismo brasileño. [1]

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El Grupo Luksic : Su influencia en Chile y posicionamiento en Latinoamérica


Con la reciente compra de Shell, el clan desembolsó sólo en marzo más de 1000 millones de dólares, diversificando su presencia en el mercado. Sin embargo, su influencia va más allá del ámbito económico y llega hasta las altas esferas del poder político, tal como lo demuestran los cables de Wikileaks y el encargo del gobierno de Piñera para que sea el consorcio quien desarrolle la investigación nuclear en Chile.


La compra de Shell, a través de su inversora Quiñenco, significó  614 millones de dólares que los llevará a controlar 300 estaciones de servicio y 60 tiendas, la distribución de combustibles a industriales y otros negocios afines como la venta de productos químicos y asfálticos, ubicándose como segundo actor en el mercado, al lado del grupo Angelini, dueños de Copec.
Además, el negocio incluye la participación en el 33 por ciento de los depósitos de combustibles del aeropuerto internacional Arturo Merino Benítez de Santiago y el 14,9 por ciento de Sociedad Nacional de Oleoductos.

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sábado, 30 de julio de 2011

La Nueva Era Soyuz del Espacio

El monopolio espacial ya está en manos de Rusia. Otro golpe bajo a EEUU y crisis de la NASA.


Se extienden las consecuencias de la crisis social-financiera en EEUU.









Carlos Fresneda / Agencias de Nueva York
22/07/2011


Tras el aterrizaje del Atlantis, la NASA se enfrenta por primera vez en sus 53 años de historia al 'vacío' espacial, sin un vehículo propio y dependiendo exclusivamente de su viejo rival de la Guerra Fría, al que pagará una media de 63 millones de dólares por cada astronauta que ponga en órbita.

"Empieza la era Soyuz de los vuelos tripulados al espacio, la era de fiabilidad", podía leerse el jueves en un comunicado de la agencia espacial rusa Roskosmos, concidiendo con la jubilación del 'shuttle'.

Desde Washington, el administrador de la NASA y ex piloto del transbordador espacial Charles Bolden intentaba combatir el pesimismo general brindando por el futuro: "Hemos pasado la página de una era memorable y empezamos el siguiente capítulo en la extraodinaria historia de las exploraciones de nuestra nación (...) Hoy reiteramos nuestro compromiso para seguir adelante con la misiones espaciales tripuladas y dar los pasos necesarios y difíciles para asegurar el liderazgo americano en los años venideros".

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viernes, 29 de julio de 2011

EEUU en la encrucijada: Tras el discurso de Obama se abre un nuevo capítulo en la crisis financiera



Impresionante Panel en EEUU que señala en tiempo real el incremento de la Deuda


El duscurso de Barack Obama


El mundo mira a EEUU y espera que evite un "suicidio" por deuda
Reuters(lunes 25 de julio de 2011) – 
 
SINGAPUR (Reuters) - Las autoridades financieras del mundo oscilaban el lunes entre la esperanza y la confianza en que el Congreso de Estados Unidos romperá el estancamiento político en las negociaciones por la deuda, que amenaza con una suspensión de pagos y con estremecer a los mercados globales.

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El Grupo Sura (Colombia): Los nuevos dueños de las pensiones latinoamericanas. Un Negocio Histórico.




Medellín La compra del negocio de seguros, pensiones y cesantías del grupo holandés ING en América Latina por el Grupo Sura encaja a la perfección en los planes de la colombiana de convertirse en un actor regional de peso.


Así lo aseguró el presidente del Grupo de Inversiones Suramericana, David Bojanini, quien se mostró satisfecho con el cierre de la negociación, que tomó más de un mes en llevarse a cabo, y asegura que ahora la compañía que dirige es líder regional del mercado de pensiones y cesantías.


¿Cuáles fueron los ases bajo la manga del Grupo Sura para que ING decidiera venderle sus activos en cinco países de la región?



Cuando se hace una transacción de esta magnitud, el valor económico juega un papel económico, pero no lo es todo. Algo que favoreció al Grupo Sura fue que los activos de ING encajaban en nuestra estrategia y en lo que hacemos: pensiones, seguros y administración de activos. También encajaba muy bien con nuestro plan de expansión geográfica porque veníamos avanzando en la región.


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miércoles, 27 de julio de 2011

Las movilizaciones estudiantiles de Chile anticipan el futuro

Rafael Agacino 

La masividad de las últimas marchas estudiantiles ha sido un fenómeno explosivo e inesperado ¿Qué explica dicha masividad? ¿Qué particularidad tiene este conflicto estudiantil? Son las interrogantes de estos días. Muchos intentamos interpretar este fenómeno y creo se converge hacia un relativo consenso que considera este conflicto como continuidad de un proceso que se ha venido desencadenado espasmódicamente desde hace algunos años; que hay un “hilo rojinegro” que lo entreteje, en particular en el caso de las movilizaciones de los estudiantes secundarios.

Hay dos momentos con características similares que anteceden al actual: el “mochilazo” del 2001 y la “revolución pingüina” del 2006. En primer lugar, ambos son procesos inadvertidos por las organizaciones políticas y por el Estado; surgen de improviso y todas las instituciones, incluida la izquierda institucional, sea republicana o reformista, reaccionan ex post y a tientas tal y como le sucede ahora a un gobierno desorientado e inexperto. En segundo lugar, enarbolan prácticamente las mismas demandas aunque ahora profundizadas y en choque frontal con el modelo educacional y con el propio orden económico social. La demanda por el pase escolar del “mochilazo” se acopla a la exigencia del fin del lucro como ya lo habían puesto en el tapete los secundarios el 2006, y ambas se resignifican hoy al elaborarse con una sencillez asombrosa una profunda crítica a las bases mismas del modelo educacional y a la racionalidad con que se construyó y funciona el “Chile realmente existente”.... Por ello, de súbito, ya es casi sentido común y a nadie escandaliza, demandar la re-nacionalización del cobre, la reforma tributaria, la des municipalización sin privatización. Y finalmente, como tercera característica de importancia central, el movimiento ha preservado e incluso desarrollado ciertas formas organizativas – vocerías, revocabilidad de los dirigentes, soberanía de las asambleas, etc. - expresivas de un potencial de radicalidad democrática y autonomía poco conocido en el campo de la acción social y política chilena.

Si uno trata de dar mayor sentido a estas líneas de continuidad, la pregunta más precisa es: ¿Cómo caracterizar esta movilización social que ocurre en un contexto de crecimiento económico, en ausencia de desempleo masivo, de bajas salariales o de una situación de pobreza masiva y creciente? Lo que hay es una explosión en otras condiciones: en condiciones de inclusión social; no se trata de las masas menesterosas clamando por pan; no se trata de “marchas del hambre” como en los años setenta y ochenta. La derecha neoliberal, apelando a su batería teórica fundada en el individualismo hedonista, ha caracterizado la situación asemejándola a una crisis de expectativas. En su versión más vulgar, se trataría de un malestar de los sectores “aspiracionales” que por pura envidia frente a los exitosos, reaccionan con la protesta. Más allá de su evidente superficialidad, este razonamiento, sin embargo, puede revelar una tensión social más estructural propia del neoliberalismo maduro: un malestar expresivo de las dificultades objetivas que ciertos sectores sociales recurrentemente enfrentan para sostener en el tiempo sus condiciones de vida, o bien, porque todos o parte de ellos, tal vez los más ilustrados, toman conciencia de los perversos resultados de largo plazo del modo de vida proclamado por el neoliberalismo. En efecto, es el propio funcionamiento del modelo – no su colapso- el que muestra que los logros se vuelven ficticios, vacios y tóxicos, pues el presente se ha vuelto precario y el futuro una hipoteca.

Desde este punto de vista, las casi cuatro décadas de neoliberalismo en Chile, ya muestran crecientemente y en muchos planos, las limitaciones propias del modelo; las tensiones se perciben como resultados de reformas realizadas y maduras y no como reformas pendientes. Así con la educación, la salud, la previsión, la vivienda, la cuestión urbana, el transporte…. Las fisuras de un modelo que no puede resolver los problemas que “la gente” empieza a sufrir y frente a los cuales, tarde o temprano, ella misma deberá obligadamente pronunciarse.

Por otra parte y en conexión con la composición del activo social, una característica sobre la cual hay que poner atención, es que las franjas participantes o de apoyo han sido “educadas” bajo el neoliberalismo y por tanto permeadas por una cultura individualista. El mismo movimiento contiene en su interior contrafuerzas gravitantes que eventualmente pueden limitar su constitución y desarrollo. Dichas contrafuerzas comparten el malestar masivo pero sin compartir necesariamente la disposición y voluntad requeridas para la conformación de un sujeto social colectivo. ¿Qué efectos prácticos puede implicar esto? Que si a los estudiantes de los CFT, los IP o de Universidades Privadas que, salvo excepciones, no se han movilizados, se les condonan deudas u ofrecen otros beneficios, su posición puede pasar de un apoyo pasivo a una franca oposición manipulable por el poder. Hasta hoy el movimiento no ha avanzado sobre temas más complejos de la educación como el rol de un sistema nacional educacional en un país no desarrollado o sobre el carácter político-cultural de los contenidos educativos propiamente tales. Las demandas apuntan hasta ahora solo al entramado institucional buscando reformarlo para garantizar una “educación pública, gratuita y de calidad”. En ese contexto, la ausencia de un proyecto educacional para Chile, fortalece la capacidad de maniobra del gobierno y las clases dominantes por la vía del manejo distributivo de los recursos financieros –que los hay- y hace más vulnerable al movimiento estudiantil, sobre todo si la conjunción coyuntural de malestares que se expresa en la calle, carecen de una identidad como fuerza social y programática. El movimiento tiene una cáscara colectiva pero no es aún un movimiento orgánicamente colectivo. Y ese es un problema crítico, por lo cual el desarrollo de la fuerza social y programática, incluida las tareas de formación política, son centrales.

Por último, creo que lo que no puede llamar a confusión, por lo menos a las franjas de la izquierda “desconfiada”, es suponer que este es un movimiento que clama por representación en la esfera de lo político. Toda la izquierda tradicional, republicana o reformista, así como la Concertación y sus derivados, así lo creen y afinan sus artes elaborando ardides para capturar el movimiento, para vehiculizarlo a la esfera de lo político-institucional, hasta domesticarlo o extinguirlo. Por el contrario, la izquierda desconfiada, cuyo objetivo estratégico es constituir un sujeto soberano y politizar lo social, más que preguntarse por las posibilidades de representación del movimiento, debe indagar sobre las potencialidades y posibilidades de auto-representación del mismo y su constitución como sujeto social y político. Y ahí es donde encontramos debilidades, como ya las hubieron cuando estallaron las movilizaciones de los secundarios en el 2006 y las luchas de los sub contratistas al año siguiente, el 2007.

Así pues, a pesar de lo sorpresivo del estallido hay elementos de continuidad que hay que escudriñar para obtener una caracterización más precisa de este movimiento y de la propia sociedad chilena. Ello es imprescindible para la adopción de una táctica adecuada y no exagerar la nota respecto de las posibilidades tanto de la coyuntura como de la situación política en el marco del nuevo período que se abrió con el Gobierno de Piñera. Entendemos el estallido como síntoma de “algo”, un síntoma de este proceso de maduración del modelo que, entre otros, hace muy ostensible el problema de la desigualdad. Las contradicciones del modelo maduro no reclaman tácticas de resistencia sino tácticas de propuestas, de alternativas de acción social y política; la maduración de las contradicciones propias del modelo exige nuevas opciones. Si no captamos el sentido histórico de esta nueva fase en ciernes, toda la política y todas las orgánicas, se verán sorprendidas ya que precisamente por tratarse de un momento nuevo, no existen aún los recursos discursivos ni interpretativos adecuados, ni las capacidades sociales para integrarse naturalmente en esos movimientos y constituirse como fuerza política a la par que ellos mismos lo hacen.

¿Qué proyección política puede tener en el movimiento estudiantil?

Mirado desde una perspectiva auto emancipadora, es decir, teniendo en mente los esfuerzos por construir de un sujeto soberano, una fuerza capaz de superar la idea de la política como un espacio institucional ad-hoc, separado de la sociedad y ejercido por “profesionales” en los cuales las masas deben depositar su representación, las luchas actuales son mucho más ricas que las de los años noventa y las de inicios del siglo XXI. No sólo son nueva escuela para grandes contingentes de jóvenes, sino también inauguran un período que obliga a sintetizar demandas, a elaborar propuestas, a imaginar proyectos; su constitución como fuerza social corre en paralelo a la constitución de fuerza teórico/programática, y por tanto, a su emergencia como una de las franjas de la futura fuerza política. El sujeto político colectivo se constituye en su vivir político propiamente tal y politiza lo social desplazando la política del espacio institucional al espacio de la sociedad; arrebata la política a los burócratas y la asume como su espacio de constitución vital. En un momento en que la política en su tradición liberal representativa, y los partidos que han vivido de ella, incluida por cierto la izquierda confiada, ostentan debilidades estructurales, se evidencian las potencialidades del momento histórico presente, potencialidades que pueden abrir paso a esa alternativa auto emancipadora.


La incomodidad del sistema político y sus funcionarios no deja manifestarse frente al “desorden” que caracteriza al actual movimiento, por ejemplo, cuando el nuevo ministro de educación, Felipe Bulnes, reclama a los secundarios su falta de organización (convencional y burocratizada) y justifica así la imposibilidad del diálogo. Una lectura más atenta de la renuencia al diálogo por parte de los estudiantes, no hace sino revelar, especialmente en el movimiento secundario, que se ha procesado el nefasto impacto que provocó la burocratización del conflicto tal y como ocurrió con la mega Comisión de Bachelet, subterfugio que logró disipar la energía politizante del huracán pingüino y ganar un poco más de tiempo: casi cuatro años. Pero más allá de la experiencia y el aprendizaje de las franjas más inteligentes del movimiento – y la pausada constitución de una pequeña pero creciente masa crítica - emergen nuevas prácticas y concepciones de la política; éstas prácticas están sumergidas en dichas formas de acción social y emergen casi instintivamente. Desde esa perspectiva, no es solo que el diálogo no funcione por la “crisis de representación” sino también por qué el movimiento es renuente a las prácticas formales de la política e incluso a la representación misma como concepto de lo político. Entre líneas y en potencia se lee que la esterilidad de la política formal no solo deriva del desprestigio por la corrupción y el oportunismo de los “profesionales de la política”, sino de un sistema político representativo que -como concepto e institución e independientemente del binominalismo o de los procedimientos de inscripción y voto- ha sido hasta ahora impotente para procesar la vitalidad del movimiento. En el fondo, la incomodidad de Bulnes así como la manifestada episódicamente por la Concertación y por la propia izquierda confiada, deriva de las significativas tendencias autónomas que – aún latentes, es decir, no convertidas en fuerza colectiva propia y principal - ostenta el movimiento estudiantil, especialmente el activo secundario y el universitario regional.

En este sentido, la potencialidad del movimiento también se expresa en sus formas de organización que ponen el acento en la auto-representación y en diversas prácticas de radicalidad democrática. En muchos casos se trata de la eventual emergencia de una cierta “ética” que privilegia la existencia de lo colectivo, de la comunidad de voluntades, por sobre el impulso individualizante. Es la vieja escuela de la práctica que, bajo ciertas condiciones históricas, acuna sujetos y proyectos emancipadores. La larga épica obrera y popular, inspirada en el marxismo, en las ideas socialistas, libertarias, cristianas y otros idearios emancipadores, expresaron esta nueva ética de la humanidad como emplazamiento directo a la inhumanidad del capital. Las luchas de los desposeídos y explotados avanzaron desde las reivindicaciones salariales y de mejores condiciones de trabajo, hacia la demanda por la abolición del propio modo de vida capitalista. Este proyecto, provisto de un profundo contenido ético, se propuso también la emergencia de una humanidad nueva, artífice de su propia historia, dónde la realización colectiva fuera condición para la realización individual. Este aspiración a una relación virtuosa entre individuo y colectivo, negada recurrentemente por el capitalismo y las experiencias estatalistas de inspiración socialista, se nos aparece como necesidad urgente frente a la dinámica del capital que nos arrastra al barranco, y está latente también en las prácticas emancipadoras de los movimientos actuales.

Las formas de organización en base a instancias de deliberación colectivas -aunque muchas veces parezcan ineficientes-, la idea del vocero como mero exponente de la voz común, la idea de un cuerpo colectivo que toma decisiones colectivas y por lo tanto “si erramos, erramos todos y si triunfamos, triunfamos todos”, son pequeños ejemplos de esa relación virtuosa. Cuando la realidad, los hechos sociales y políticos, son resultado de voluntades comunes, una creación común y consciente, se genera una fuente de identidad y una praxis de construcción muy robustas: “soy obra de esta historia tanto como esa historia es mi propia obra”. El intento bien o mal intencionado por administrar esas tendencias y energías colectivas, generalmente termina disipando -a veces ahogando trágicamente- las energías colectivas. Más de una vez, las decisiones de autonomización han sido la respuesta espontánea frente a la manipulación, la cooptación y al acuerdo a espaldas de los actores. Y de eso hay mucho en este país. Las tendencias a la independencia de lo social, las prácticas de autonomía, presentes en las movilizaciones de los últimos años, deben ser entendidas como potencias emancipadoras y estimularse, desarrollarse, más que adocenarlas intentando acumular fuerza propia a costa de ellas; hay que abrir paso a una politización de lo social. El proyecto emancipador – no sobra recordarlo- tiene que responder no sólo a la debacle del capitalismo sino también a la debacle del proyecto de construcción socialista donde las relaciones partido-masa y estado-sociedad, fueron mal tratadas al punto que ahogaron la vitalidad de las propias fuerzas que lo originaron. Si hay una discusión de primera prioridad en el marxismo y en las corrientes emancipadoras hoy día, es en torno a este punto crucial.

Por ello, vocerías, deliberación colectiva, asamblea, construcción de colectivos, horizontalidad, auto-representación, formas organizativas que arrancan con las prácticas de los años noventa y que los secundarios han mantenido desde el 2001 hasta hoy, deben cuidarse y estimularse. Hay que cuidarlas no solo de la reacción de las clases dominantes y su necesidad de imponer el “orden”, sino también de las tentaciones de la izquierda tradicional que debe demostrar al poder su capacidad de maniobra para fortalecer su lugar en las instituciones de la república y su sistema político representativo. Ya Tellier nos adelantó algo en su entrevista en La Tercera del domingo 7 de agosto pasado.

Para caracterizar un movimiento y sus luchas usualmente se recurre a su composición de clase y/o a los contenidos programáticos que éste levanta. Sin embargo, en la actualidad, hay que agregar otra dimensión, una variable anteriormente secundaria: me refiero a las formas organizativas. En las condiciones actuales de desarrollo del capitalismo, las formas son contenido y por tanto son cruciales en la configuración del carácter de un movimiento. Por decirlo de un modo aproximado: un mismo Programa levantado por una misma constelación de fuerzas sociales puede adquirir un carácter radicalmente distinto con una táctica restringida al campo de la política representativa y del Estado, o si, alternativamente, se realiza como ejercicio de sujetos colectivos auto-representados que ejercen soberanía en y más allá del Estado. Mientras esas formas no sean convertidas conscientemente en proyecto, las tendencias que permiten caracterizar las potencialidades emancipadoras de un movimiento, incluso a espalda de los propios sujetos implicados, se relacionan muy estrechamente con esas formas de organización y métodos de trabajo colectivos. Lo que aparece como desorden a ojos de las clases dominantes y de los burócratas de la política, expresa la latencia de prácticas emancipadoras que tarde o temprano romperán la camisa de fuerza liberal-burguesa con que se concibió y ejerció hasta hoy “la política”.

¿Y los trabajadores? ¿Qué se puede decir de su ausencia y de la idea del "ciudadanismo" que se ha ido instalando en los movimientos sociales? ¿Cuáles son las implicancias de este nuevo paradigma social?

Por más de tres décadas la teoría social, la historia y la política han dejado de considerar al trabajo humano como concepto clave y determinante en la configuración y dinámica de la sociedad, desplazándolo del lugar central que antes tenía en ellas. Paralelamente, la clase trabajadora, y en especial la clase obrera, ha desaparecido de la escena política e incluso de la propia producción - tema sobre el cual volveremos. La derecha ha sustituido a esta clase, por categorías como el "emprendedor" y el "consumidor"; la izquierda “progresista”, en distintos momentos, por las categorías de "el ciudadano", "las mujeres", "las minorías sexuales"; y los tecnócratas de toda estirpe, como objeto de las políticas públicas, por “los sectores vulnerables”, "los pueblos originarios" y "los pobres": ciudadanos pobres, mujeres pobres, minorías sexuales empobrecidas, niños pobres, ancianos pobres, etc., claramente todos pobres, pero en cuanto tales, sin el glamour que exige la moda intelectual del momento.

Ese desplazamiento del trabajo y los trabajadores, ha dado paso a la emergencia de multiplicidad de sujetos sociales. Para las corrientes postmodernas más reaccionarias, tales sujetos finalmente se diluyen en una masa de subjetividades particulares (individuales) no susceptibles de aglutinar o responder a “lógica de equivalencia” alguna; tales subjetividades son inconmensurables y no dan siquiera para populismos; es el fin de la política y de todo valor universal. Otras, las menos conservadoras, reconocen la plausibilidad de la conjunción de intereses transindividuales y reponen la política pero solo como fenómeno episódico, contingente y transitorio, tanto como lo es una coyuntura particular. Para éstas, los conflictos pueden expresar una subjetividad colectiva pero por única e irrepetible vez; no hay lugar para la memoria colectiva ni para ningún presente histórico que contenga en potencia un futuro colectivo; todo es contingente, ningún horizonte histórico, ninguna verdad y ninguna utopía, siquiera como idea reguladora o recurso movilizador. En oposición a éstas corrientes y en defensa de las promesas de la modernidad, más esperanzador ha resultado el esfuerzo de las teorías que relevan el rol de la acción comunicativa y la construcción de consensos sociales como campo de acción privilegiado de la política. Sin embargo, de todos modos, en la época del “giro lingüístico”, la centralidad del trabajo ha desaparecido de escena.

Estas corrientes teóricas han permeado fuertemente a las franjas ilustradas de la sociedad. Un segmento “progresista”, haciéndose eco del monopolio ideológico que ostenta la concepción liberal de democracia, ha adoptado con toda naturalidad al “ciudadano” como el sujeto político por antonomasia; el citoyen criollo, que independiente de su lugar en la ciudad -y la producción-, es el soberano del poder político de la nación bicentenaria. Como sea, este ciudadano es el “hombre político”, aquel que realiza su libertad ejerciendo soberanía en el espacio de la interacción lingüística en torno a materias de lo público.

Pero sabemos que libertad formal no es igual a libertad sustantiva; esta distinción devela el límite insalvable de toda sociedad de clases. Por ejemplo en este país, aún cuando se eliminaran las ostensibles limitaciones que impone al citoyen criollo la Constitución de Lagos-Pinochet, tales como el sistema binominal, el sesgo presidencialista del régimen político o la ley de financiamiento y funcionamiento de partidos políticos, tal distinción mantendría toda su validez.

La distinción entre libertad formal y libertad substantiva es de la mayor significación en las nuevas condiciones de funcionamiento del capitalismo actual, y si bien nuestras herramientas teóricas apenas balbucean una interpretación del presente post crisis del estatalismo socialista, desarrollos recientes justifican reponer una idea crucial de Marx: la centralidad del trabajo, la centralidad de esa elemental actividad humana que es el trabajo entendido como praxis social productiva y reproductiva.

El capitalismo del nuevo siglo ha extendido su lógica a casi todas las esferas de la vida social transformando en mercancía todo objeto tangible, intangible o virtual susceptible de vender y comprar; ha extendido por doquier las relaciones sociales capitalistas y sometido al imperativo de la acumulación a los más diversos espacios personales y comunitarios. Pero así como el capital se extiende, también más actividades humanas se vuelven trabajo, trabajo para el capital. Este proceso ha implicado la emergencia de nuevos contingentes de trabajadores vinculados a la producción de esas mercancías. Sin embargo, en la medida en que tales contingentes y mercancías, especialmente las intangibles y virtuales, adoptan nuevas estéticas no han sido fácilmente reconocibles por la vieja clase obrera o por el sindicalismo clásico. Si entendemos que el capital no es una cosa ni una forma, sino una relación social, quien produce socialización, afectos o conocimientos, tanto como quien produce carbón o zapatos, si lo hace mediado por una relación de compra y venta de su fuerza de trabajo al capital, es un trabajador, produce plusvalía y sirve a la acumulación de capital, independiente que el mismo lo crea o no y sea o no reconocido por otros, por ejemplo por los “obreros manuales”, en su calidad de tal. La izquierda tradicional y el sindicalismo clásico fetichizaron el trabajo así como el salario, en el primer caso, reduciéndolo a la forma material de la actividad o del producto, y en el segundo, a su forma dinero; su imaginario, su apreciación estética, ha impedido comprender que en el capitalismo actual la clase trabajadora se ha extendido bajo nuevas formas y aumentado su peso a pesar que los empleados en sectores extractivos, agrícolas e industriales, lo disminuyan, incluso en algunas ramas en términos absolutos. Y todo esto sin contar los cientos de millones los trabajadores asiáticos y este-europeos recientemente incorporados a los circuitos de la acumulación de capital mundial.

Lo señalado ya es argumento suficiente para recuperar la centralidad del trabajo. Sin embargo, el capitalismo actual nos entrega otras razones que, más allá de la dimensión puramente cuantitativa, se relacionan con los aspectos cualitativos de la producción.

El capitalismo del nuevo siglo también ha debido avanzar en otras direcciones. Un área clave ha sido la extensión y profundización de los mecanismos de control socio-culturales requeridos para resolver las contradicciones que derivan de una expansión sistemática y duradera de la productividad del trabajo provocada tanto por el cambio técnico duro – nuevo capital fijo y circulante- como por las sucesivas reorganizaciones de los procesos de producción y trabajo. Mucho antes de la crisis del patrón fordista en los países centrales, el capital extendió su esfera de preocupación desde la producción y circulación de mercancías a la esfera del propio consumo. En efecto, sostener una dinámica de producción creciente de mercancías obligaba generar una capacidad de absorción proporcional por el lado del gasto pero -y esto es lo que queremos relevar- no sólo como mera capacidad de compra sino como disposición a la compra, como disposición subjetiva al consumo. Esto no es trivial, pues si me doy a entender bien, no refiero sólo de la expansión de la demanda - en parte garantizada por la regla fordista de aumentos reales del salario acordes con el aumento de la productividad- sino antes que eso, a la expansión de las necesidades como motor de la expansión de la demanda. Estoy hablando, por tanto, de la administración “racional” de las subjetividades con el fin de inducir un crecimiento incesante de las necesidades y naturalizar así el consumo compulsivo e irracional, el consumo basura y el despilfarro, fenómeno que más recientemente se ha llamado “consumismo”. Esta manipulación de las necesidades, cuando se transforma en industria, en industria de la producción de subjetividad para el consumo, inaugura otro momento del capitalismo. De hecho, usando una categoría de Agnes Heller para caracterizar el estatalismo de los ex países socialistas europeos, el capitalismo se ha vuelto una “dictadura de las necesidades”, solo que a diferencia de tales regímenes, dicha dictadura opera bajo la apariencia de la libertad, “la libertad de elegir”, dirían los esposos Friedman.

Dicho esto, surge entonces una interrogante crucial: ¿Cual es el verdadero carácter de esa escasez con la que se nos aterroriza cotidianamente? ¿Es ésta un límite malthusiano, es decir, un estado natural de desbalance entre población y recursos? ¿O por el contrario, se trata un desbalance artificialmente originado y sostenido sobre la base del modo de vida vigente?

No podemos a desbrozar todas las implicancias que tiene una pregunta de este tipo, pero hay un aspecto que interesa resaltar aquí. Pensemos al revés. ¿Qué pasaría si la sociedad organizada arrebatase al capital el poder que éste ejerce sobre las necesidades y las auto administrara –definiera, jerarquizara, etc.- en concordancia con el desarrollo de las facultades humanas y de acuerdo a criterios de sustentabilidad social y ecológicas? Sin duda que la escasez impuesta por el capital se volvería superflua. En efecto, ésta escasez es resultado de la expansión incesante de las necesidades inducida por el capital y su imperativo de la acumulación. Es fácil darse cuenta que si el trabajo se hace cada vez más productivo con el apoyo de la ciencia y la técnica, es absurdo que la gente trabaje más y/o más intensivamente. ¿Por qué aumenta el tiempo de trabajo y su intensidad y no el tiempo de no trabajo, el tiempo libre, si es evidente que el trabajo se ha hecho mucho más productivo en una trayectoria de innovación y cambio técnico acelerados y de largo plazo de la que nunca antes se tuvo razón? En efecto: si las necesidades no se desbocaran como sucede bajo el régimen del capital, la jornada de trabajo podría haberse reducido en proporción al aumento de la productividad. Por cierto, factores demográficos -crecimiento poblacional, transición etaria- y la pobreza estructural de décadas, absorben el efecto de una productividad acrecentada pero no completamente como para justificar una intensificación del trabajo y la mantención de un estado de escasez que nos amenaza diariamente. No, no; la clave está en la tiranía del capital que no solo reina en las esferas de la producción y la circulación de mercancías, si no, como ya se ha dicho, también en la esfera del consumo ocupándose de la multiplicación de las necesidades con arreglo a sus fines, que no son, precisamente, los fines de una humanidad emancipada.

Llegado a este punto, podemos entonces relacionar las luchas sociales que toman forma en los movimientos sociales cuya estética evoca actores como los ciudadanos, consumidores, mujeres, jóvenes, etc., cuyos contenidos giran en torno a la democracia, los derechos individuales, el medio ambiente, los derechos reproductivos, etc., con la idea de la centralidad del trabajo.

En efecto, al caracterizar el capitalismo actual como “una dictadura de las necesidades”, caemos de bruces nuevamente en la dimensión de la producción y del trabajo, pues: ¿Qué si no significa emanciparse de tal dictadura? Simplemente reclamar soberanía respecto de las necesidades, es decir, de los fines de la producción y por tanto de la distribución de las capacidades productivas humanas, las capacidades colectivas de trabajo, del trabajo social. En simple: arrebatarle esas dimensiones de decisión al capital, significaría construir un orden social en que los propios productores – los trabajadores- fueran capaces de responder a las interrogantes económicas que nos enseñaron en la escuela cuando niños: qué, para quién y cómo producir. Claramente lo anterior significa cruzar el umbral de la libertad formal y entrar directamente al terreno de la libertad sustantiva; no se trata del citoyen que reclama derechos políticos civiles en la esfera de lo político, sino del sujeto colectivo radical, que quiere extender tales derechos a las profundidades de la vida misma, que politiza la existencia social al hacer del propio modo de vida un campo de batalla por el ejercicio de la soberanía.

Con todo no queremos decir que la problemática social y cultural que han reivindicado los movimientos sociales, sea reducible a la centralidad del trabajo. Ello no es posible y ni tiene sentido político plantearlo. Pero si decir que la izquierda tradicional y el sindicalismo clásico, impedidos de superar los límites de una visión fetichizada del trabajo y salario, no han podido establecer un diálogo estratégico con tales movimientos que permita potenciar sus luchas y unificar fuerzas en pos de una alternativa emancipadora. La izquierda y sindicalismo tradicionales han quedado atrapados en un imaginario que se resiste a ahondar en la complejidad del capitalismo actual. La primera, reduce las luchas de los ciudadanos a los límites de la democracia representativa sin siquiera recoger el legado teórico de una crítica radical al Estado, o peor aún, de las experiencias estatalistas de inspiración socialista que ella defendió; el segundo, limitando sus luchas a mejoras salariales y beneficios monetarios sin atreverse a criticar el contenido social del salario que, a fin de cuentas, es definido por el capital -alimento basura, vivienda basura (cuando la hay), ambiente basura, educación basura, salud basura, transporte basura, cultura basura, etc.- al manipular las necesidades y sus satisfactores. No estaría de más que nos preguntásemos si tiene sentido alguno seguir endosando nuestra soberanía a los profesionales de la política que, es archisabido, terminan subordinando los fines colectivos a sus intereses propios, o también, si lo que queremos es más salario y más ingreso para seguir consumiendo basura y horadando las bases naturales de nuestra propia vida.

Una fuerza más abierta puede entonces relacionar directamente gran parte de las reivindicaciones de los movimientos sociales y ciudadanos con las de los trabajadores; y no para subordinarlas o postergarlas para un incierto futuro posterior a la construcción de la nueva sociedad. No, no. Si, como hemos mostrado, se trata en el fondo de una misma reivindicación, lo correcto es contribuir a radicalizarlas, llevarlas al campo de la emancipación, al campo de la lucha por la libertad sustantiva que implica luchar por hacernos del control de nuestras necesidades y construir los arreglos sociales que permiten definirlas, jerarquizarlas y satisfacerlas de acuerdo a los fines de los propios productores, o lo que es lo mismo, distribuir y asignar el trabajo social y el tiempo libre, de acuerdo a los fines de los propios trabajadores. Y también a la inversa, aprovechar y potenciar las formas democráticas de acción de tales movimientos; prácticas y métodos organizativos que -en apariencia pre políticas- anuncian la política del futuro.

Así, la centralidad del trabajo, al partir del elemental hecho de la existencia de seres vivientes cuyo imperativo es su reproducción y por ello compelidos a producir las condiciones materiales y simbólicas de su existencia, lo que se releva es un acto eminentemente práctico: el trabajo; una praxis constitutiva que, por más que sus formas hayan cambiado en la época del capitalismo actual, sigue siendo un campo de batalla entre el modo de vida del capital y un modo de vida emancipado de su tutela.
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Rafael Agacino es Investigador de Plataforma Nexos, www.plataforma-nexos.cl. Se agradecen los comentarios de Roberto Merino de Actual Marx/Intervenciones y Manuel Ossa y Sara Kries, investigadores de Plataforma Nexos.

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lunes, 25 de julio de 2011

La ciencia económica en crisis




J. Bradford Delong 
 22/05/2011

El momento más interesante de una reciente conferencia celebrada en Bretton Woods (New Hampshire), allí donde tuvo lugar en 1945 la reunión en la que se creó la actual estructura económica mundial, se produjo cuando el articulista deFinancial Times Martin Wolf preguntó Larry Summers, exsecretario del Tesoro de EE UU y exasesor de política económica del presidente Barack Obama: "¿Indica lo que ha ocurrido en los últimos años simplemente que los economistas no entendieron lo que estaba sucediendo?".

Necesitamos más historiadores de la economía y menos constructores de modelos

Esta fue la parte más interesante de la larga respuesta de Summers: "Hay muchas enseñanzas en la obra de Bagehot sobre la crisis por la que acabamos de pasar. Hay más aún en la de Minsky y tal vez más aún en la de Kindleberger". Puede parecer oscura a los legos en economía, pero fue una acusación devastadora.

Bagehot (1826-1877) fue un director de The Economist en el siglo XIX que en 1873 publicó un libro, Lombard Street, sobre los mercados financieros. No cabe duda de que Summers está en lo cierto: en Lombard Street hay muchísimas enseñanzas sobre la crisis de la que ahora estamos recuperándonos.

La forma mejor de conocer a Minsky (1919-1996) no es mediante sus ensayos completos, titulados Can It Happen Again? (¿Podría volver a ocurrir?), sino mediante la utilización que Kindleberger (1910-2003) hizo de su obra en el libro de 1978 Manias, Panics, and Crashes: A History of Financial Crises (Entusiasmos, pánicos y desplomes bursátiles. Historia de las crisis financieras). Cuando se le preguntó a qué autor se debía recurrir para entender lo que estaba ocurriendo en 2008, Summers citó a tres hombres ya fallecidos, un libro escrito hace 33 años y otro escrito en el penúltimo siglo.

Después, Summers amplió su respuesta para incluir a economistas vivos: "Eichengreen, Akerlof, Shiller y muchos, muchos, otros". Habló de "la revolución en las finanzas, cuando se comprendió que los precios de los activos muestran una gran inestabilidad que en nada refleja los principios básicos", pero añadió que "la macroeconomía estuvo a la altura de revolución". A consecuencia de ello, "para gran perjuicio de la macroeconomía contemporánea", sus colegas economistas no entendieron los precios de los activos, los entusiasmos, los pánicos y la liquidez.

Para Summers, el problema es el de que hay muchos elementos "que distraen, confunden y niegan los problemas (...) en el primer curso de la mayoría de los programas de doctorado". A consecuencia de ello, aunque "la ciencia económica sabe bastante, ha olvidado no poco que es pertinente y ha quedado enormemente distraída".

Creo que los juicios de Summers son acertados y correctos, y me cuento entre quienes habían olvidado y se habían dejado distraer, pese a que siempre he prescrito el estudio de Lombard Street a los alumnos de mis cursos de historia económica y de Entusiasmos, pánicos y desplomes bursátiles a los de mis clases de macroeconomía y siempre he prestado una atención detenida y respetuosa a Eichengreen, Akerlof y Shiller.

Pero me asombraron los siguientes fenómenos: el enorme pánico producido por las pérdidas con las hipotecas de alto riesgo, que me parecieron -y siguen pareciéndome- pequeñas (desde el punto de vista del tamaño de la economía mundial); la deficiencia de los controles de riesgos en los más importantes bancos muy apalancados; la magnitud de la reducción de la demanda; el grado de ineficacia de las fuerzas encargadas de restablecer el equilibrio del mercado a la hora de reequilibrar la oferta y la demanda del mercado laboral; y lo mucho que los gobiernos de los países fundamentales han podido endeudarse para apoyar la demanda sin desencadenar un rápido aumento de los tipos de interés.

Me asombra la magnitud de la catástrofe, pero aún me asombra más la aparente incapacidad de la ciencia económica académica para adoptar las medidas necesarias a fin de prepararse con miras al futuro. "Debemos cambiar nuestros métodos de contratación laboral": eso es lo que esperaba yo oír decir a los departamentos de economía de todo el mundo a raíz de la crisis.

La realidad es que necesitamos menos teóricos de los mercados eficientes y más especialistas en microestructura, límites del arbitraje y sesgos cognoscitivos. Necesitamos menos teóricos del equilibrio entre las empresas y los ciclos y más keynesianos y monetaristas de los de antes. Necesitamos más historiadores monetarios e historiadores del pensamiento económico y menos constructores de modelos. Necesitamos más Eichengreens, Shillers, Akerlofs, Reinharts y Rogoffs... por no hablar de Kindleberger, Minsky o Bagehot.

Sin embargo, no es eso lo que los departamentos de economía están diciendo ahora mismo.

Tal vez se me escape lo que está sucediendo. Tal vez los departamentos de economía se estén reorientando, después de la gran recesión, de forma similar a como lo hicieron en una dirección monetarista después de la inflación del decenio de 1970, pero, si se me está escapando algún gran cambio, me gustaría que alguien me lo mostrara.

Tal vez los departamentos académicos de economía pierdan ascendiente intelectual e influencia frente a otros: desde las escuelas de administración de empresas y los programas de política pública hasta los departamentos de ciencia política, pasando por los de psicología y sociología. Cuando los rectores y estudiantes de las universidades exijan pertinencia y utilidad, tal vez esos colegas se pongan a enseñar cómo funciona la economía y dejen a los economistas académicos inmersos en una disciplina reducida a su mínima expresión y que se limite a enseñar la teoría de las opciones lógicas.

O tal vez la ciencia económica siga siendo una disciplina que olvide la mayor parte de lo que en tiempos supo y se permita el lujo de permanecer constantemente distraída y confusa y de negar la realidad. Si así fuere, todos perderíamos mucho.

J. Bradford DeLong, exsecretario adjunto del Tesoro de EE UU, es profesor de Economía en la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas. (c) Project Syndicate, 2011. Traducción de Carlos Manzano.

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domingo, 24 de julio de 2011

El desempleo mundial en su nivel más alto


La OIT estima que 205,3 millones de personas no tienen trabajo y 1.530 millones de seres sobreviven con empleos temporales


(PL y Agencias).- El mercado laboral en el mundo continúa deprimido por tercer año consecutivo y marcó un récord histórico de 205 millones de desempleados en 2011, reveló la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Aunque muchos países han comenzado a vivir la reactivación, las variaciones en el desempleo son exasperantes en términos absolutos y relativos. La OIT informó en enero que el mercado laboral en el mundo permanecía hundido, con un récord de 205 millones de desempleados. Desde el inicio de la crisis económica hubo un incremento de 27,6 millones de desocupados.

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Mariátegui en Latinoamérica


La Fundación Editorial “El perro y la rana”, ha publicado en Venezuela una Colección de las de Obras de José Carlos Mariátegui bajo el título "Polémica revolucionaria. Contribución a la crítica socialista" en cinco (5) tomos. Con el fin de difundir este proyecto editorial que se realiza en un país hermano que experimenta importantes procesos de cambios, venimos presentando esta Colección con el propósito de animar al público peruano en saber aprovechar la obra de Mariátegui. La colección ya se ha presentado en el Gremio de Escritores del Perú con el tema: “Mariátegui, arte y cultura en la unidad latinoamericana”.  Asimismo, en la Universidad nacional mayor de San Marcos con el tema: “Mariátegui, educación y economía” de la cuál realizamos una breve reseña. Esta colección es parte del Proyecto Latinoamericano: “Mariátegui trabajos cardinales” que comprende a los países de Argentina, Venezuela, Cuba y Perú demostrando el interés de la vanguardia latinoamericana por conocer el pensamiento socialista del Amauta, el cuál necesariamente influirá en los procesos de cambio que se vive en esta parte del mundo. Este esfuerzo editorial es una valoración de la obra de José Carlos Mariátegui en Latinoamérica y a nivel mundial. La vigencia de su pensamiento es una realidad y un aliento para los pueblos que luchan por su liberación.
Escribe: Bryan Serrano 
E
 l pasado miércoles 11 de mayo se realizó la presentación de la colección “José Carlos Mariátegui: Polémica Revolucionaria/Contribución a la Crítica Socialista” en la UNMSM. El evento fue un éxito, pues se reavivó la vigencia de JCM y además se reivindicó la importancia de los cambios cruciales que se llevan a cabo en Venezuela, y del personaje y líder que encarna tan importante movimiento, Hugo Chávez Frías. Fue una jornada de denuncia contra el silencio y la estigmatización reaccionaria que la clase dominante peruana viene promoviendo en nuestro país con el fin de bloquear toda opinión favorable sobre el proceso venezolano y otros países latinoamericanos; actitud que dicho sea de paso, hoy vemos intensificarse con motivo de la coyuntura electoral en el Perú en medio de una reaccionaria campaña mediática contra el candidato de Gana Perú Ollanta Humala.

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José Carlos Mariátegui y el Problema de la Reforma Universitaria



MIENTRAS SUBSISTA EL ACTUAL RÉGIMEN SOCIAL, LA REFORMA NO PODRÁ TOCAR
LAS RAÍCES RECÓNDITAS DEL PROBLEMA EDUCACIONAL…

…NO ES POSIBLE DEMOCRATIZAR LA ENSEÑANZA DE UN PAÍS
SIN DEMOCRATIZAR SU ECONOMÍA, Y SIN DEMOCRATIZAR POR ENDE
SU SUPERESTRUCTURA POLÍTICA”

J.C. MARIÁTEGUI


Bryan Serrano
30 de junio del 2009

A propósito del 91 Aniversario de la Reforma de Córdova de 1918

Acerca de la “democratización de la universidad peruana”


L


E
n 1917, luego del desencadenamiento de la primera guerra mundial imperialista y sobre todo con el advenimiento de la revolución socialista de 1917 en Rusia, el mundo contemporáneo ingresaría en una nueva era mundial: Se abría paso la época de la revolución y la dictadura del proletariado1 y la edificación de la sociedad socialista en un solo país (2). La verdad irrecusable de que “el capitalismo había dejado de coincidir con el progreso” 3 sentenciaría el final de la vieja democracia burguesa –cuya más alta cúspide fue el período de las revoluciones liberales– abriéndose a su vez paso la época de las revoluciones populares de nueva democracia.

Mao Tsetung, líder de la revolución China, en alguna oportunidad y dirigiéndose a los comunistas de su país al realizar una valoración definitiva de la influencia de la Revolución de Octubre para con el proceso revolucionario de china, sería consciente del nuevo rumbo, método y concepción que después de  este acontecimiento configurarían la lucha de los pueblos oprimidos del mundo y de todo movimiento democrático-revolucionario al mencionar que

 

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¿Centenario del descubrimiento de Machu Picchu? o Centenario de la mentalidad colonial ¿Pleitesía a las rocas? o Valoración del hombre y la tradición andina



Bryan Serrano
Viernes 8 de julio del 2011

E
l gobierno aprista bautizó el 2011 como el año del “Centenario de Machu Picchu”. Así, ignoró la demanda de diversos sectores de la opinión pública para denominarlo merecidamente “Año del centenario de José María Arguedas”. Este suceso no fue antojadizo, escondía un oscuro objetivo político por parte de la clase dominante: Mantener la dominación cultural sobre la población y con ello su opresión económica y política sencillamente porque el legado de la obra de Arguedas es la expresión más definida y científica en el campo cultural del hombre peruano y el problema de nuestra nacionalidad.

Se pretende contraponer la figura de Machu Picchu con la obra del amauta Arguedas, dos cosas que en realidad son partes integrantes porque Arguedas rescató la tradición indígena junto con su capacidad creativa y sus características colectivistas. Pero ¿Qué es lo que nos asombra realmente de Machu Picchu? ¿Nos debe impresionar el paisaje y las grandes rocas por sí mismas como si hubiera algo místico en ellos? Preguntémonos antes ¿Quién y como se colocaron esas inmensas construcciones? Fue realmente el trabajo del hombre andino de varias generaciones, su capacidad creativa en arquitectónica e ingeniería, la forma particular en la cuál económica y socialmente se organizaba la civilización inca ¡Esto es lo que debemos valorar y ante lo cuál debemos sacarnos el sombrero!

Evidentemente, la clase dominante con sus raíces criollas jamás valorará de esta manera la tradición indígena puesto que todo el régimen demo-liberal sobre el que se sustenta históricamente la actual república criolla se ha erigido sobre la base de la exclusión y postración del indio.


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