Ahora se abre una fase de incógnitas: cómo evolucionará la petición para que se reconozca a Palestina como Estado miembro de la ONU; cómo restablecer un proceso negociador desprestigiado; y si el nuevo ánimo entre los palestinos de Cisjordania generará violencia
ENRIC GONZÁLEZ | Jerusalén 25/09/2011
El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha vuelto de Nueva York con la sensación de haber triunfado. Esa misma sensación parecía invadir a los miles de palestinos que hace unas horas le han recibido con entusiasmo en Ramala. Abbas ha proclamado el inicio de la "primavera palestina" y ha insistido en que no habrá negociaciones con Israel mientras sigan construyéndose asentamientos israelíes en los territorios ocupados.
A sus 76 años, el viejo burócrata de la OLP, la sombra de Yaser Arafat, goza de su momento de gloria. Las palabras que gritó el viernes ante la Asamblea General de la ONU, "¡basta, basta, basta!", reflejaron los sentimientos de su pueblo. El suyo fue el discurso que los palestinos querían escuchar desde hacía mucho tiempo. Palestina sigue sin tener Estado, Cisjordania permanece bajo ocupación y el propio Abbas ha reconocido, en una alocución improvisada a la multitud ante la puerta de su oficina, que ahora empieza "un camino muy largo", pero algo ha cambiado: los palestinos se sienten orgullosos de su presidente y de sí mismos.
Una cuestión urgente, que Abbas ha abordado en una charla con periodistas en el vuelo de regreso, es la asfixia económica de Cisjordania. El presidente palestino ha comentado la posibilidad de denunciar una parte de los Acuerdos de Oslo, la que concede a Israel el control total sobre las importaciones y exportaciones en los territorios.
Al hablar de "primavera palestina", Abbas ha optado por una asimilación no del todo afortunada con la "primavera árabe": los árabes están enfrentándose a dirigentes sin legitimidad democrática (como Abbas) y a administraciones públicas aquejadas endémicamente de corrupción (como la Autoridad Palestina). En cualquier caso, la ocupación israelí convierte lo demás en mal menor. Y existe un consenso casi universal en que el primer ministro palestino, Salam Fayyad, ha hecho un excelente trabajo acabando con las corruptelas más escandalosas y robusteciendo instituciones con vistas a una futura independencia.
Ahora se abre una fase de incógnitas. La primera permanece en la sede neoyorquina de la ONU, y se refiere a cómo evolucionará la petición planteada por Abbas ante el Consejo de Seguridad para que se reconozca a Palestina como Estado miembro con plenos derechos.
La segunda incógnita planea sobre el problema de siempre: cómo restablecer un proceso negociador desprestigiado. El Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y ONU) propone que se recupere el diálogo, aunque los factores que han arruinado anteriores intentos siguen ahí: Abbas se niega a hablar mientras Israel continúe comiéndose el territorio palestino con muros y asentamientos, y el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, una vez comprobado que dispone del respaldo de Estados Unidos haga lo que haga, descarta por completo cualquier paralización de las construcciones israelíes en los territorios ocupados.
La tercera incógnita es si el nuevo ánimo entre los palestinos de Cisjordania (Gaza, bajo control de Hamás, permanece al margen del proceso) generará o no violencia. La Autoridad Palestina promete que hará lo posible por evitarla. El Gobierno israelí está casi convencido de que antes o después surgirá una nueva Intifada. Por ahora, sin embargo, los palestinos no han provocado incidentes graves y ha sido el Ejército israelí, para proteger a sus colonos, el que mató el viernes a un agricultor palestino.
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