Desde fines de los años 80 del
siglo pasado se reitera en los círculos gubernamentales y financieros de los
países de América Latina que el microcrédito, o las “microfinanzas”,
constituyen un medio importante para la reducción de la pobreza. Otros van más allá
y consideran que el microcrédito sería también la mejor palanca para impulsar
el desarrollo de grandes grupos de microempresarios y de trabajadores
informales, y de éste modo contribuir al desarrollo económico y social de los
países pobres.
Los considerados éxitos logrados por los programas de microcrédito a los pobres
de la Grameen Bank (“Banca de aldea” en bengalí) de
Bangladesh, fundada por Muhammad Yunusa mediados de los años 80,contribuyeron a
difundir la creencia de que el microcrédito constituía la palanca por
excelencia para la reducción de la pobreza. Esta creencia fue reforzada
teóricamente por Amartya Senpremio Nobel de Economía 1986, con su idea de que
el “capital social” que poseían naturalmente los pobres y el dinero que no
poseían, podría ser complementado con el microcrédito con el objeto de dotarles
finalmente de las “oportunidades” necesarias para la superación de la pobreza y
el avance al desarrollo económico.
La filosofía del Consenso de Washington tomó estas ideas y al recurso del microcrédito
desde fines de los años 80 como la base de sus políticas financieras para
reducir la pobreza en los distintos países de América Latina y países en
desarrollo en general. Desde entonces se crearon miles de instituciones
microfinancieras, muchas bajo la forma de Organizaciones no Gubernamentales
(ONG) y de “fundaciones sin fines de lucro”. Miles fueron impulsadas por
profesionales jóvenes, de izquierda y de derecha, combatientes contra la
pobreza, así como por programas gubernamentales, urbanos y rurales, en los
distintos países de América Latina y del mundo. Esta ocasión no fue pasada por
alto por la gran banca y la finanza tradicional que se insertó a este torrente
mediante ya sea el financiamiento a las ONG y fundaciones mencionadas o creando
directamente “nuevos instrumentos” en favor de los pobres.
Objetivos del Grameen Bank
¿Cuáles eran los objetivos del Grameen Bank para suscitar tanto entusiasmo? Sus
principios y objetivos eran los siguientes:
1. º Extender los servicios financieros a los pobres, mujeres y hombres.
2. º Eliminar la explotación de los pobres por los prestamistas usureros.
3. º Crear oportunidades de autoempleo para la multitud de desocupados urbanos
y rurales.
4. º Llevar principalmente a las mujeres de hogares pobres y de origen rural,
un plan simple de organización financiera para que ellas mismas puedan
manejarlo.
5. º Revertir el círculo vicioso de los pobres de “bajo ingreso, bajo ahorro y
baja inversión” en un círculo virtuoso de “bajo ingreso, inyección de crédito,
mayor ingreso, mayor ahorro, mayor inversión y mayor ingreso”.
Resultados
¿Cuales fueron los logros de estos programas al cabo de más de 30 años de
experiencia? Las críticas en Bangladesh a esta experiencia no fueron
circunstanciales ni coyunturales. Sudhirendar Sharma, especialista
en desarrollo económico de Bangladesh, señala que las tasas de interés de éste
banco serían “similares a las practicadas por la banca comercial”, lo que
habría “condenado a gente muy pobre al círculo de la deuda perpetua”. Precisa
que “el beneficio de esta banca iría, “en ultima instancia, a parar en manos de
corporaciones que venden bienes e infraestructuras a los tomadores de préstamos
(a los pobres)”. En una investigación realizada por la televisión sueca Uppdraggranskning en
febrero de 2011, se señala que “para devolver los préstamos se obliga a los
pobres a vender hasta sus últimas posesiones llevándolos a la humillación e
incluso al suicidio·” (citas tomadas de google).
En cuanto a los países de América Latina, se sabe poco o nada sobre los
resultados logrados luego de alrededor de 30 años de experiencias. En este
continente no se publican en general datos sobre los logros alcanzados en
materia de prosperidad de los beneficiarios ni sobre su impacto en el
desarrollo de los países. Las fotos de los felices microempresarios exitosos
que los bancos publican de vez en cuando dicen poco en realidad sobre el
impacto real de estos programas.
La desigualdad entre los ricos y los pobres continúa ahora tan elevada o más
que hace 30 años en los distintos países. El ingreso del 20% más rico de la
población continúa siendo superior en alrededor de 20 veces a los ingresos del
20% más pobre en los distintos países. Incluso si el PIB de algunos países
crece a ritmos altos la proporción de la pobreza interna se mantiene sin
cambios. Entre el 70% al 80% de las empresas de los países de América Latina
continúan siendo informales y subsistiendo gracias a actividades precarias
sobre todo comerciales, de contrabando, y con ingresos de subsistencia. Entre
el 70 al 80% del empleo se concentra en estas actividades. La población de las
microempresas informales forma el grueso de la clientela de las “nuevas
instituciones microfinancieras luchadoras contra la pobreza”. El círculo
propuesto de “bajo ingreso, inyección de crédito, mayor ingreso, mayor ahorro,
mayor inversión y mayor ingreso” no se cumple en los diferentes casos. Los
gobiernos no intervienen para controlar esta situación.
Si el impacto de estas nuevas instituciones es nula ¿cuál es el papel real de
éstas en el sistema financiero global de los países en desarrollo?
El excedente de los pobres
El “microcrédito informal” ha existido en realidad en los países de América
Latina prácticamente desde tiempos de la colonia española. Para poder pagar los
tributos per cápita aplicados por la administración colonial, mucha gente debía
recurrir a los “prestamistas populares de último recurso”. Miles de
comerciantes se reconvirtieron por consiguiente a la nueva actividad lucrativa
del préstamo usurero a los campesinos, artesanos y a otros trabajadores. Los
“prestamistas populares” continúan siendo hasta hoy la mayor parte de los
microfinancieros de los distintos países de América Latina. Estos prestamistas
populares no fueron un invento de Yunus. Eran en realidad un producto de la
pobreza tradicional y coexisten y coexistirán en el futuro como las dos caras
de la misma moneda.
En este contexto, las nuevas ONG microfinancieras humanistas, las “fundaciones
combatientes contra la pobreza” y la gran “banca tradicional creativa”, no
luchan en realidad para combatir la pobreza sino para “eliminar a los
prestamistas populares tradicionales”. El objetivo real de estas
microfinancieras modernas, de “humanistas de saco y corbata”, es captar los
magros excedentes financieros generados por la pobreza, generados por los
pobres en sus actividades de sobrevivencia.
La diferencia principal entre los nuevos microfinancieros con “saco y corbata”
y los microfinancieros populares “sin corbata” estriba en que, en el primer caso,
los excedentes extraídos de la pobreza son insertados en los circuitos
financieros de las grandes empresas y de la finanza internacional, mientras que
en el segundo caso, permanecen en parte en los sectores populares, aunque no
contribuyan a mejorar sus condiciones de vida. Estos temas deben ser analizados
por los gobiernos de los países de América Latina.
Seguramente Muhammad Yunus, fundador del Banco Grameen y premio Nobel de
Economía en 2006, no estaría feliz de saber que sus nobles propósitos no están
sirviendo a los objetivos de los pobres.
Microcrédito y desarrollo
El microcrédito puede, sin embargo, contribuir al desarrollo en ciertas
condiciones. Para que esto suceda, los gobiernos deberían primeramente dotar a
los sectores sociales periféricos urbanos y rurales los servicios básicos y las
infraestructuras físicas necesarias para mejorar las condiciones de vida de las
poblaciones marginadas y pobres. Sobre esta base inicial se deben implementar
de manera coordinada y simultánea las reformas para impulsar del desarrollo
equilibrado y diversificado de los diferentes sectores productivos. Es en este
ambiente que el microcrédito puede alcanzar los logros esperados. Sin estas
reformas previas y paralelas, lo único que puede lograr el microcrédito es la
reproducción de la pobreza y de la explotación de los pobres.
Bernardo Corro Barrientos es economista boliviano
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