jueves, 4 de agosto de 2011

El Cuerno de África, ¿tumba de la globalización?


Mercado.com
Sábado 30 de julio del 2011.



No se escucha mencionarlo en Occidente, Oriente o la Liga Árabe. Excepto cuando los piratas somalíes secuestran barcos mercantes. Sin embargo, como sostienen unos pocos, “salvar el Cuerno de África quiere decir salvar a buena parte del planeta



Se trata de una amplia región, bautizada así por los faraones hace más de cuatro milenios, que contiene Etiopía, Eritrea y varias “somalías”. Precisamente ellas pueden ser letales para la globalización, si sus vecinos y las propias potencias no actúan a tiempo.



En la actualidad, el Cuerno es un nodo estratégico clave para el tráfico entre el canal de Suez, el mar Rojo, el golfo de Adén, India, Indochina, China, etc. A su vez, son comunicaciones vitales para el negocio petrolero internacional. Pero la clave crítica es la perpetua guerra ¿civil? a varias puntas que no cesa en las ex Somalía británica (Berbera) e italiana (Mogadishu) y otras plazas sobre el océano Índico. Esta serie de conflictos yuxtapuestos promueve la piratería en gran escala que se desborda sobre el litoral de Eritrea, Sudán, Yemen y la mismísima Saudiarabia, potencia regional.



Tomando Somalía como conjunto étnico y musulmán, son diez a doce millones de personas arrinconadas por sequías perpetuas, guerras, hambrunas y mortandad infantil. Agregando a esas lacras la proliferación de campamentos de refugiados –en general, mujeres y niños-, el cuadro es peor que en Darfur (no lejos de ahí).



Esta emergencia humanitaria, como otros fenómenos indeseables, se agrava por efecto de la globalización misma. En realidad, salvo zonas aisladas, África toda es un baldón para el mundo, sólo comparable –en escala más pequeña-, por Haití, “sucursal” del continente negro.



La geografía de la miseria extrema es muy poco tranquilizadora. Empezando por la propia Somalía, cuyo presidente formal (Sharif Ahmed) no controla las milicias islámicas del sur, que comanda Alí as-Shabbá. Esta guerra localizada impide que lleguen a ambas partes la asistencia de Naciones Unidas, la Unión Africana o la Liga Árabe.



Ese conflicto y otros, desperdigados entre Berbera y Dyibutí, impiden frenar el éxodo de refugiados, que deja cadáveres a la vera de los caminos. Tampoco ayudan las pésimas relaciones entre la cristiana Etiopía –el mayor país del Cuerno-, los musulmanes Sudán y Eritrea y los somalíes. Peor: la tercera parte de éstos habita el Ogadén, controlado por los etíopes, y vive en mejores condiciones.



Nuevamente, entonces, “una tragedia africana demuestra que la globalización, en forma de mercados carentes de ética y regulación, puede ser la tumba de muchas ilusiones”. Así señala el sociólogo italiano Giulio Sapelli

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