Jaime Richart /10/06/2012
No sé si será porque lo
confirman ya muchas eventualidades o quizá sencillamente por mi edad, pero ni
la canalla economista ni la política me inspiran ya ningún respeto...
Y esto es así cuando uno
descubre que el estudio de la economía está determinado e impuesto previamente
por una ideología, consciente o inadvertidamente asumida. Especialmente la
ideología de los ensayistas mediáticos neocons (los Kaplan y compañía) que hace
más o menos veinte años pusieron en marcha el artefacto financiero que se está
revolviendo contra el sistema social entero quién sabe si hasta acabar con él
...
La economía siempre fue dueña
de la política (Marx decía que ésta es una mera superestructura de lo
económico), o por mejor decir, la política siempre estuvo prostituida por la
economía. Pero desde hace unas décadas una parte de ella, la financiera, viene
produciendo efectos devastadores en la sociedad civil. Es un caballo desbocado.
Forman parte del desbocamiento y de la ideología el hecho de que a tres
empresas privadas ésta ha encargado la calificación de las cuentas de los
Estados. Es cierto que la contabilidad es fundamental en un Estado como en una
empresa o una familia. Pero cuando del crédito y del endeudamiento,ideados por
la ideología, se hacen motor del desarrollo económico, en el caso de
incumplimiento o de insolvencia no se sabe a ciencia cierta si la culpa es del
prestatario o del prestamista que no ponderó el riesgo ni las condiciones en
que el dinero prestado iba o no a producir riqueza. Sobre todo cuando es de
dominio público que el agiotaje y la especulación financiera forman parte de la
trama o son un resorte más activo que las leyes de la economía para acelerar el
enriquecimiento o la ruina…
Todo esto nos presenta a la
economía como hija disoluta de la política. Pero si se desea mantener el
sistema nuclear y sanearlo, lo único que puede salvarle y doblegar a la
economía consentida es sometiendo a revisión las ideas fuerza, las ideas
básicas, al final la ideología que sirve a todo esto de soporte; para evitar
que las finanzas sometan a la economía y la economía a la política.
La situación alarmante y en
cierto modo caótica que atraviesa esa parte de Europa que no sabe cómo defender
la moneda comunitaria ni como atajar las disfunciones del sistema financiero,
sobreviene porque los políticos ceden ante las fuerzas financieras y al
reduccionismo economicista. Los economistas parecen botarates. No se ponen de
acuerdo ni se entienden entre ellos, ni casan las recetas que aporta cada uno.
Ni siquiera los Nobel tienen la clave de la solución, pues si la inteligencia
del o de los galardonados se correspondiese con la sabiduría que sugiere el
galardón, se les entregaría el cetro y todo el mundo acataría los dictámenes
del sabio. Pero no. Los economistas, asimilados y aficionados se pronuncian
constantemente sin éxito en varias direcciones, y nunca cuenta para ellos la
justicia distributiva; lo que a la postre hace crecer, en la medida que otros
se enriquecen fácilmente, la presión social y el encabronamiento generalizado.
Aceptémoslo. La economía
política es el envoltorio de las ideologías. Las ideologías, al final las ideas
sociales dominantes de las clases dominantes, es decir, la filosofía acerca de
muchas materias que conforman la vida pública, y no sólo económica y política,
son las que ocasionan la confusión y la desorientación. Pero es que el
pragmatismo de los que extraen el máximo provecho del caos y de la
incertidumbre y tienen la sartén por el mango impide que las estructuras
económicas y política que deben cambiar, cambien.
Ahí tenemos la fingida
voluntad de los dirigentes políticos de suprimir los paraísos fiscales. La
simulación se muestra y demuestra cuando después de varios años todo sigue
igual: los paraísos fiscales siguen ahí para quien desee esconder sus
beneficios ilícitos.
No obstante creo que el
capitalismo financiero ha tocado fondo. Y como no es capaz de hacer felices a
las inmensas mayorías, y como todo ello está ligado a la suerte del mismísimo
planeta y de las siguientes generaciones, la histeria hace presa del mundo ante
la sospecha de que la situación nos conduce a todos al abismo. Y no me refiero
sólo al puntual momento crucial para el euro, resuelto cada día con parches que
resultan sólo aliviaderos Me refiero sobre todo al efecto que el sistema
capitalista, actualmente aún más degenerado de lo que lo ha estado siempre, va
a causar al mundo si no se da un brusco giro a las argucias de los
depredadores, a la inepcia de los políticos y a la incompetencia de los
economistas dominados por una ideología implacable, voraz y cruel con la
humanidad y con el planeta.
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