James K. Galbraith
“Desde luego, hay excepciones a estas tendencias: unos cuantos
economistas desafiaron el supuesto de comportamiento racional, cuestionaron la
creencia de que se podía confiar en los mercados financieros y señalaron la
larga historia de crisis financieras que habían tenido consecuencias
devastadoras. Pero estaban nadando contra la corriente, incapaces de avanzar en
contra de una generalizada y, en retrospectiva, tonta complacencia.” Paul Krugman,
New York Times Magazine, Septiembre 6, 2009
Amen.
La práctica eclesiástica
coloca esta palabra al final de la
plegaria, pero en esta ocasión parece más apropiado ponerla al frente. En dos
oraciones el profesor Paul Krugman, Premio Nobel de Economía en 2008 y de
alguna manera el economista más importante de nuestro tiempo, ha sintetizado el
fracaso de toda una era del pensamiento, la práctica y la discusión de política
económica.
Y, sin embargo, hay algo raro
sobre el papel que desempeña este pequeño párrafo en un ensayo de más de 6,500
palabras. Es un desperdicio. No lleva a ningún lugar. Aparte de otra media
oración, y tres referencias casuales a una persona, ese párrafo es la única
discusión y mención en todo el ensayo de esos economistas que le dieron al
blanco. Pero no se dan sus nombres. Su trabajo no es citado. Su historia
permanece inenarrable. A pesar de haber
tenido razón sobre la cuestión económica más importante de toda una generación,
son no personas en esta historia.
El ensayo completo de Krugman
es sobre dos grupos, ambos bien atrincherados en lo que ellos creen es la
cúspide de la teoría económica. Ambos están profundamente preocupados por su
status y enlazados en una lucha para ganar influencia, poder y prestigio.
Krugman les llama economistas de “agua salada” y de “agua dulce”; ellos tienden
a auto-designarse como “nuevos clásicos” y “nuevos Keynesianos”, aunque en
realidad ni son clásicos, ni son keynesianos. Se podría hablar de la “Escuela
de Chicago” y la “Escuela de MIT” por los programas académicos por los que han
pasado tantos economistas. En verdad, no hay etiquetas precisas porque las
diferencias entre ambos grupos son a la vez
secundarias y obscuras.
Los dos grupos comparten una
perspectiva y prefieren pensar a lo largo de líneas similares. Krugman describe
esto bien, como “un deseo de alcanzar un enfoque que lo abarque todo, que sea
intelectualmente elegante y que proporcione a los economistas la oportunidad de
alardear sobre sus habilidades matemáticas.” Exactamente. Era en parte un
asunto de elegancia y en parte cosa de presunción. O sea que no era una cuestión
de… economía. Ni de discusiones sobre problemas, riesgos, peligros y políticas.
En consecuencia, el fracaso tiene que ser compartido entre los dos grupos. Eso
es lo extraordinario. La economía no estaba hendida por una pelea entre
Pangloss y Cassandra. Todo era una plática de compinches entre Tweedledum y
Tweedledee. Y si usted no creía que alguno de los dos Tweedle era mejor,
entonces usted no era un economista.
El profesor Krugman considera
que Tweedledum y Tweedledee “confundieron la belleza con la verdad”. La belleza
aquí era la “visión del capitalismo como un sistema perfecto o casi perfecto”.
Pero hay que decirlo, la acusación de que un científico, ya no digamos una
ciencia completa, abandonó la búsqueda de la verdad por haber sido seducido por
la belleza es algo bastante dañino. Pero vale la pena preguntar, ¿en que
residía la belleza de esa idea?
Krugman no llega a explicarlo.
Sí señala que las matemáticas utilizadas para describir esta supuesta
perfección “se veían impresionantes” y estaban “reforzadas con ecuaciones
extravagantes”. Es un vocabulario revelador. ¿De aspecto “ impresionante”?
¿”Reforzadas”? Estos términos no son los que se utilizarían para describir a la
Venus de Milo.
Es cierto que las matemáticas
son o pueden ser bellas. Yo tengo particular gusto por las geometrías complejas
generadas por sencillos sistemas no-lineales. La matemática burda usada por los
economistas de la corriente dominante en la típica revista académica no son
así. Son más como un tedioso problema escolar. El propósito, uno lo sospecha,
es intimidar en lugar de esclarecer. Y con justa razón: una idea que aparecería
como simple y transparente en inglés puede hacerse de apariencia
“impresionante” con una hilera de símbolos y letras griegas. En especial si la
idea de que “el capitalismo es un sistema perfecto o casi perfecto” no
toleraría la prueba de la risa si se le expusiera de manera llana.
De hecho, el mismo John Maynard
Keynes del que Krugman habla elogiosamente en su ensayo, tenía su propia
interpretación sobre el triunfo de la visión de los economistas, en particular
del primer apóstol de la práctica de derivar conclusiones de política por el
método deductivo a partir de primeros principios, o sea David Ricardo sobre
Thomas Malthus. Keynes escribió:
Probablemente se debió a un complejo de
conformaciones de la doctrina al medio ambiente en que fue proyectada.
Creo que el hecho de haber llegado a conclusiones completamente distintas de
las que una persona sin instrucción del tipo medio podría esperar, contribuyó a
su prestigio intelectual. Le dio virtud el hecho de que sus enseñanzas transportadas
a la práctica, eran austeras y a veces insípidas; le dio belleza el poderse
adaptar a una superestructura lógica consistente; le dio autoridad el hecho de
que podía explicar muchas injusticias sociales y aparente crueldad como un
incidente inevitable en la marcha del progreso, y que el intento de cambiar
estas cosas tenía, en términos generales, más probabilidades de causar daño que
beneficio.(1)
Nótese que Keynes no desestima
el elemento de la belleza. Pero lo coloca en una matriz más rica de
oportunismo, venalidad y apología. Al día de hoy, la seducciónpor-deducción es
conocida, en algunos rincones de la economía por lo menos, como el “vicio
Ricardiano”. Keynes también escribió:
Aunque la doctrina en sí ha permanecido al margen de toda duda para los
economistas ortodoxos hasta nuestros días, su completo fracaso en
lo que atañe a la posibilidad de predicción científica ha dañado enormemente,
al través del tiempo, el prestigio de sus defensores; porque, al parecer,
después del Malthus los economistas profesionales permanecieron impasibles ante
la falta de concordancia entre los resultados de su teoría y los hechos
observados —una discrepancia que el
hombre común y corriente no ha dejado de observar—.(2)
Las cosas casi no cambian y es
interesante preguntar ¿por qué?
La razón no es que no ha
habido trabajo reciente sobre la naturaleza y las causas del colapso
financiero. Esos trabajos existen. Pero las líneas discursivas que abordan
estas preguntas han sido marginalizadas, empujadas a la orilla en los círculos
académicos. Los artículos que tratan estos problemas son relegados a revistas
secundarias, boletines o a entradas en blogs. Los investigadores que dejan ver
su escepticismo al interesarse en ellos son desanimados de continuar una carrera
académica. Y si permanecen en ella, son enviados a la enorme diáspora de universidades
estatales menores y escuelas de humanidades. Ahí pueden ser ignorados sin
peligro.
Aventurémonos en estos yermos
de la economía y hagamos una somera revisión
de las principales corrientes que no se equivocaron. Mi método aquí está
lejos de ser exhaustivo. Consiste en revisar mis lecturas habituales,
complementadas por sugerencias de un gran número de economistas, de los cuales
casi ninguno está en los llamados “departamentos top”. Muchos de los ejemplos
que se mencionan en lo que sigue fueron sometidos voluntariamente, a petición
mía, por sus autores o por admiradores
de esos autores. Y numerosos ejemplos no son citados por falta de espacio. (3)
1. Las Cassandras de siempre: la perspectiva marxista
Durante una generación o más,
como una reliquia de los movimientos radicales de los años sesenta, una época
en la que reinaba el Keynesianismo, el disidente de muestra que era tolerado en
muchos departamentos de economía era una variedad de Marxismo americanizado, en
buena medida desarrollado en los años setenta en la Universidad de
Massachusetts – Amherst, una vez que los
radicales fueron expulsados de Harvard. Para esta tradición, la lucha de clases
y las relaciones de poder permanecían en el corazón del análisis económico y la
crisis, inevitable, llegará en algún momento.
El economista Sudafricano
Patrick Bond en 2004 resumió los principales argumentos Marxistas de que
la-crisis-es-inevitable y los dividió en dos grupos: uno basado en la
competencia sin freno, representado por Robert Brenner, y otro fundado en la
sobre-acumulación de capital, representado por Ellen Wood y David Harvey,
además de otras perspectivas y modificaciones, incluyendo las de Giovanni Arrighi.
En un trabajo que contiene un detallado relato de la historia financiera de la crisis
actual, Brenner resume diciendo que la crisis “manifiesta enormes problemas sin
solución en la economía real que han sido literalmente cubiertos de deuda por décadas,
así como un achicamiento de recursos financieros de una profundidad no vista
desde la época de la posguerra”.(4)
El enfoque en una “economía
real” subyacente significa que la tradición radical no proporciona una teoría
de la crisis financiera. En este
sentido, los radicales se parecen a la corriente dominante: para ellos, las
finanzas es más que nada un velo que cubre fuerzas más profundas. Por lo tanto,
el carácter de la crisis que llegará algún día, y la forma en que podría
llegar, no es terriblemente importante. (En 2004 la crisis anticipada por Bond
habría sido iniciada por el colapso del dólar debido al déficit en la cuenta
corriente de Estados Unidos y el agotamiento de la misión imperial en Irak. Esa
es una crisis que podría haber pasado,
pero que no se ha presentado). Los radicales tampoco están interesados en la
política económica: en el fondo, no consideran que el sistema actual pueda
funcionar.
2. La práctica de la detección de burbujas
Una segunda perspectiva busca
identificar burbujas financieras, el indicador peculiar de un colapso
inminente. Dean Baker del Center for Economic and Policy Research en Washington
es el especialista más sobresaliente de este arte, con el mérito de haber visto
la burbuja inmobiliaria cuando los economistas académicos no podían
vislumbrarla. Ya desde 2002 Baker escribió:
“Si los precios se caen y se llegan a alinear nuevamente con el nivel general
de precios, como lo han hecho siempre en el pasado, eso eliminaría más de dos
billones de dólares de riqueza contable y empeoraría considerablemente la recesión.
El colapso de la burbuja inmobiliaria también pondría en peligro la
supervivencia de Fannie Mae y Freddie Mac y numerosas instituciones
financieras”. (5)
Esto daba en el blanco con un
método sencillo. (6) Se trata de identificar indicadores económicos
(normalmente una razón de dos variables) que se apartan de manera aguda de su
norma histórica, lo que sugeriría una condición temporal e insostenible. Un ejemplo
podría ser la proporción precios/beneficios (por acción) en el mercado de
valores, digamos para las acciones de tecnología en los años noventa. Analogías
más recientes podrían incluir la proporción entre precio y rentas en el mercado
de casas, la razón entre cambios en el precio de las casas y la tasa de
inflación, la tasa de casas deshabitadas y así por el estilo. (El grado de la desviación,
junto con la escala del acervo de casas, proporciona una medida de la escala de
la burbuja misma, algo que Baker llegó a calcular en aproximadamente ocho
billones de dólares.)
En la base de este método se
encuentra la idea de que las
instituciones y relaciones de mercado son estables en general, en el
sentido de que existen valores normales.
Bajo estas condiciones, cuando una proporción como las mencionadas se
separa radicalmente de su rango normal, lo más probable es que retornará a él,
y lo hará de forma repentina. La desviación es una burbuja y el retorno a la
norma es el colapso. Aquéllos que compraron al alza tendrán que vender a la
baja y estarán en la ruina – algo que
Baker advirtió repetidamente durante seis años.
El método de detección de
burbujas tiene una virtud importante: funciona una buena parte del tiempo. Pero
ese método no depende de manera sistemática de una teoría. La posibilidad
existe, en cualquier caso particular, de que fracase. Las relaciones
institucionales, la razón “normal precio/beneficios o precio/renta, puede modificarse.
No es suficiente afirmar que, en efecto, las bases de la historia son eternas.
Puede ser que, después de todo, esté fraguándose un “Nuevo Paradigma”.
3. Keynesliness is Close to Godleyness (*)
El trabajo de John Maynard
Keynes está íntimamente relacionado con el esquema contable que denominamos
Ingreso Nacional y Cuentas de Producción. El producto total es el flujo de gasto en una economía; el cambio
en ese flujo es lo que llamamos crecimiento económico. El flujo de gasto se
divide en los siguientes componentes principales: consumo, inversión, gobierno
y exportaciones netas, cada uno de los cuales es está sujeto a teorías separables
sobre lo que determina su comportamiento.(7)
Las relaciones contables
afirman la existencia de ciertos hechos del mundo en términos de relaciones. En
particular, la identidad del ingreso nacional (que simplemente dice que el
gasto total es igual a la suma de sus componentes) (8) implica, sin necesidad
de alguna prueba adicional, que existe una relación recíproca de compensación
entre el déficit público y el ahorro privado. Para ser precisos, el equilibrio
financiero del sector privado (el exceso de ahorro interno sobre la inversión
interna) siempre debe ser igual a la suma del déficit del gobierno y el superávit
de las exportaciones netas. Por lo tanto, cuando se aumenta el déficit en el
presupuesto del gobierno, se incrementa el ahorro neto privado (si mantenemos constante
el saldo de la balanza comercial), y a la inversa, el aumento en el ahorro neto
privado aumenta el déficit del gobierno.
El economista de Cambridge
(Inglaterra) Wynne Godley y un equipo en el Instituto de Economía Levy han
construido una serie de análisis estratégicos de la economía de Estados Unidos
a partir de esta intuición, advirtiendo repetidamente de la presencia de
tendencias insostenibles en la cuenta corriente y (sobre todo) en el deterioro
del balance financiero privado.(9) Ambos indicadores mostraron que el superávit
fiscal de fines de los años noventa (y los déficit relativamente pequeños de
finales de la década de los 2000) corresponden a la acumulación de deuda (inversión
mayor que ahorro) en el sector privado. Argumentaron que el costo eventual del
servicio de esos pasivos obligaría a los hogares a realizar un recorte financiero
que, a su vez, frenaría la actividad, colapsaría los precios de los activos y reduciría
los ingresos fiscales tributarios. El resultado de todo esto llevaría el
déficit fiscal más allá de todo límite. Y así fue que, por lo menos en lo que
se refiere a la economía, esto es más o menos lo que llegó a suceder.
El método de Godley es similar
al de Baker: es probable que una condición insostenible exista cuando se
observa que una diferencia indicativa (o una proporción) se desvía mucho de sus
valores históricos. La diferencia es que el enfoque de Godley está incrustado
de manera explícita en un marco contable, de tal modo que hay un acercamiento
estructurado a la cuestión de saber qué es lo que es tolerable y qué no lo es.
Esto es definitivamente un adelanto.
Por ejemplo, el superávit del
sector público se debía (hasta hace poco) a la acumulación de deuda del sector
privado. Esto conduce a la pregunta, ¿cómo puede sostenerse dicha acumulación
de deuda y qué sucede cuando se detiene? A la inversa en una recesión: los
déficit grandes del sector público se convierten en algo inevitable por el
regreso del sector privado al ahorro neto. Pero ¿durante cuanto tiempo
tolerarán los hacedores de la política pública, desacostumbrados a pensar sobre
estas relaciones, esos déficit? La pregunta es importante porque si por razones
políticas no lo hacen, la economía se colapsará.
Por el lado internacional, la
disposición de extranjeros para detentar bonos del gobierno de Estados Unidos
como activos de reserva crea una contraparte en el déficit público de ese país:
los déficit públicos de Estrados Unidos son inevitables siempre y cuando el
mundo desee seguir incrementando sus reservas de bonos del Tesoro. Pero esto, a
su vez, conduce a otra pregunta precisa: ¿qué es lo que impulsa o determina las
decisiones sobre reservas de los bancos centrales extranjeros? De este modo, el
marco de Godley es útil porque concentra
nuestra atención en las preguntas críticas: las cosas que conocemos y las cosas
que necesitamos conocer.
4. Minsky y la dinámica financiera no-lineal
El trabajo de Hyman Minsky
aborda el problema de la inestabilidad financiera desde otro ángulo. La percepción medular de Minsky es que la
estabilidad engendra la inestabilidad.(10) Los períodos de calma, de progreso,
de crecimiento sostenido hacen que los participantes del mercado se sientan
descontentos con la tasa normal de rentabilidad. Al buscar rendimientos más altos,
buscan riesgos mayores, y hacen apuestas con mayor apalancamiento. Las
posiciones financieras que anteriormente eran sostenibles por los flujos de
caja históricos (posturas de cobertura de riesgos) se ven reemplazadas por otras
que, se sabe por anticipado que van a requerir refinanciamiento en algún momento
más adelante. Estas son apuestas especulativas. Luego viene una transición casi
imperceptible al transformarse las inversiones especulativas en posiciones que
sólo pueden refinanciarse con nuevos préstamos en una escala siempre en
aumento. Esto es un esquema Ponzi, la etapa final, que debe colapsarse una vez
que se reconoce su existencia.
El análisis de Minsky mostró
que la inestabilidad financiera capitalista no sólo es inevitable, sino
intrínseca: la inestabilidad surge desde el interior, sin requerir de perturbaciones
exógenas o “choques”. No hay tal cosa como un sendero de equilibrio, sostenido
por tiempo indefinido. Más allá de cambiar el sistema, la responsabilidad
pública es regular el comportamiento
financiero, limitando la especulación y alargando lo más posible la fase de
expansión del ciclo.
Una línea de descendencia
corre a partir de Minsky hasta el trabajo sobre dinámica no lineal, por
ejemplo, de Peter Albin, Barkley Rosser, jr. Y Ping Chen.(11) Una propiedad clave de los sistemas no
lineales es la aparición en su seno de cambios de estado: desde equilibrios
únicos hasta ciclos repetidos de dos, cuatro y ocho períodos y, finalmente,
hasta el caos determinista. Estos cambios de estado, análogos a los estados
sólido-líquido-gaseoso del agua y otros químicos, son cualitativamente
distintos, internamente estables y caracterizados por tener límites bien
definidas. El cruce de un límite, ahora nos es dado comprender, nunca constituye
un “nuevo paradigma”. Es simplemente el cambio de un sistema integrado único de
un estado a otro. Por lo tanto el problema regulatorio puede ser visto como el
de mantener el sistema al interior de una fase (relativamente deseable) de
estabilidad, ya sea de cobertura o especulativa, y a buena distancia del límite
de fase asociado con las finanzas Ponzi y el colapso inevitable.
Es una idea sencilla. Pero no
jugó ningún papel en el pensamiento de la corriente dominante sobre la postura
de política hacia la crisis financiera. Ping Chen primero cita y luego refuta a
Robert Lucas, el economista de la Universidad de Chicago, sobre este
punto:
La lección principal que deberíamos sacar de la hipótesis de mercados eficientes
(EMH por sus siglas en inglés) para la formulación de políticas es la
inutilidad de ensayar manejar crisis y recesiones buscando funcionarios de
bancos centrales y reguladores que puedan identificar y reventar burbujas. Si
existe esa gente no les vamos a poder pagar lo necesario.’ Este es el teorema
de imposibilidad de Lucas sobre manejo de crisis. Sin embargo, este teorema de
imposibilidad tiene … fallas obvias.
Primero, existen métodos confiables para identificar y reventar burbujas de activos
en nuestra teoría del mercado viable. … Por ejemplo, cambios súbitos en el
volumen de transacciones en Wall Street indican que hay actividad especulativa
de grandes inversionistas y comportamiento de manada de los pequeños agentes
inexpertos. La agencia regulatoria podría fácilmente tomar medidas contra
cíclicas, como aumentar los requisitos de reservas de capital, restringir el
techo de apalancamiento, aumentar el impuesto sobre transacciones. (12)
En la corriente dominante, la
despreocupación y el fatalismo se combinan para justificar la inacción. Este
patrón explica la voluntad patológica de algunos economistas – Lawrence Summers – de alentar el desmantelamiento de las barreras
regulatorias (como la ley Glass-Steagall) que ayudaban al sistema a mantenerse
alejado de la fase Ponzi. Se manifiesta de manera grotesca en el llamado
público de Alan Greenspan para la adopción masiva de hipotecas especulativas.
Evidentemente, incorporar el pensamiento de Minsky en la práctica regulatoria
representaría un gran adelanto. Pero aún dejaría abierta una pregunta: ¿cómo
exactamente vamos a decidir sobre cuáles medidas regulatorias adoptar?
5. Galbraith, forma institucional y la nueva criminología
El punto de partida del
trabajo en esta área es la obra magna de John Kenneth Galbraith, El nuevo
Estado industrial.(13) Este libro fue un enorme triunfo de librería cuando
apareció en 1967 y se convirtió en blanco de un ataque sostenido y bastante
exitoso de los economistas de la corriente dominante, para desaparecer de la
vista durante el renacimiento neoliberal. Esa obra representó una enorme amenaza
a sus modos de pensamiento porque buscaba remplazar (en parte) una economía de
mercados por una economía de organizaciones – de corporaciones, gobiernos,
sindicatos y otros agentes, con el enfoque de estructuras de gobierno, controles
y contrapesos y la eficacia del esfuerzo de conjunto hacia objetivos compartidos.
En El Estado depredador (14)
sostengo que después de 1970 la gran corporación estadounidense fue llevada a
la crisis por una errática política macroeconómica, la competencia
internacional, el cambio tecnológico y, en especial, el debilitamiento de los
controles internos sobre el abuso de la forma corporativa por los directivos de
la empresa. En las firmas financieras lo que lleva al desastre es precisamente
el debilitamiento o la corrupción de los controles, ya sean internos o
impuestos por la regulación externa.
Para este tipo de trabajo la
observación cuidadosa puede ser superior a las estadísticas. El análisis
realizado por Gary Dymski en 2005 sobre los mercados de crédito sub-prime
proporciona un ejemplo y demuestra que no era para nada imposible prever la
crisis. Lo único que se necesitaba era mirar:
Lo más probable en mercado tras mercado es que los prestatarios
potenciales se dividan en dos grupos prototípicos: un grupo cuyos activos y
posición son seguros … y un segundo grupo cuyos niveles de riqueza son tan
bajos que los contratos se redactan con el fin de extraer rendimientos suficientes
en el corto plazo para compensar por lo que inevitablemente serán (para la
mayoría) problemas de insolvencia de largo plazo. La crisis financiera que es
familiar a partir del trabajo de Minsky involucra el colapso de expectativas y
de condiciones de refinanciamiento en el mercado formal … Un segundo tipo de
crisis, sin embargo, implica un colapso de las condiciones requeridas para la
reproducción financiera en el mercado informal. Esto no significa que estos
participantes dejarán de funcionar o de pedir prestado: no tienen otra opción
que pedir prestado y hundirse más en niveles desesperadamente altos de deuda.
Cuando el agotamiento de los activos hace imposible reanudar las actividades,
de tal modo que ya no se puede comprar más tiempo, entonces la vida y la crisis
financiera pueden llegar a ser indistintas.(15)
El trabajo de Dymski también
identificó en una temprana etapa las estrategias basadas en distinciones de
clase y raza de los principales bancos y creadores de hipotecas mientras
tendían sus trampas para capturar los escasos activos de lo pobres. Sin
embargo, esto hace surgir el tema de la responsabilidad. Y esto nos lleva a una
importante línea de investigación enfocada sobre el comportamiento económico y
la ley, y específicamente sobre las condiciones que generan epidemias de fraude
financiero.
En este terreno la referencia
clave es el estudio sistemático de William K. Black (16) sobre la crisis de las
cajas de ahorro y préstamos y su desarrollo del concepto de “fraude de
control”, es decir, el fraude cometido en contra de organizaciones por aquéllos
que las controlan.(17) También existe un esfuerzo para llamar la atención de
economistas de la corriente dominante en el trabajo de Akerlof y Romer (18), trabajo
fuertemente influido por la experiencia práctica de Black como investigador e
informante en el asunto de las cajas de ahorro y préstamos.
En la actual crisis las huellas
del fraude y la corrupción están por doquier: desde los términos de las
hipotecas originales, a los avalúos de las casas en las que estaban sustentadas,
a las calificaciones de los títulos emitidos en base a esas hipotecas, a la
negligencia burda de los reguladores, a la noción de que el riesgo podía ser eliminado
a través de los contratos de seguro por impago (credit default swaps). Estos
últimos son sustitutos de un seguro a los cuales les falta el ingrediente
crítico de una póliza de seguros, es decir, la pérdida de reservas. Nada de
esto fue visto por los economistas de la corriente dominante que generalmente
consideran que la conducta delictiva es inferior a lo que reclama su dignidad.
Al desentrañar todo esto ahora, vale la pena recordar que la resolución del escándalo
de las cajas de ahorro y préstamos se acompañó de condenas y prisión para más
de mil agentes que trabajaban en esas instituciones. Es evidente que la
intersección entre economía y criminología sigue siendo un campo de vital
importancia para las investigaciones futuras.
6. CONCLUSIONES
Paul Krugman ha hecho una gran
contribución al dirigir sus cañones hacia el fracaso del club del que él mismo
fue, durante muchos años, uno de sus miembros distinguidos. Así que me siento
inclinado a perdonar al redactor de titulares de The New York Times Sunday
Magazine por tomar prestado, casi palabra por palabra, el título de un artículo
mío – publicado nueve años antes – pero no puedo resistir la tentación de citar
mis propias palabras de aquél entonces:
Los miembros más destacados de la profesión… se han integrado en una
especie de Politburo del correcto pensamiento económico. En regla general –
como se podría esperar de un club de caballeros – esto les ha colocado del lado
equivocado en todas las cuestiones importantes de política y no sólo
recientemente, sino por décadas. Ellos predicen desastres donde no los hay.
Niegan la posibilidad de eventos que después acontecen. Se oponen a las más
básicas, decentes y sensatas reformas, mientras ofrecen placebos a cambio.
Siempre se sorprenden cuando suceden eventos adversos (como una recesión). Y
cuando finalmente sienten que una de sus posiciones ya no puede ser defendida,
no son capaces de re-examinar sus ideas. No pueden concebir la posibilidad de
una falla en su lógica o en su teoría. Lo que hacen es cambiar de tema de
conversación. En ese club nadie pierde prestigio por haber estado equivocado. A
nadie se le niega la invitación para seguir presentando artículos en las
reuniones anuales. Y menos aún a nadie del exterior se le invita a entrar.(19)
Este sigue siendo el problema
esencial. Como he podido documentar (y sólo en parte) existe un cuerpo de
teoría económica considerable, rico y prometedor de economía, tanto de teoría
como de evidencia, bien adaptado al estudio de la economía real y sus enormes
problemas. Ese trabajo es significativo y revelador de modos que todo el corpus
de la economía dominante – incluyendo algunas modas recientes como la “economía
del comportamiento” – simplemente no puede serlo. Pero ¿en dónde está al
interior de la profesión de los economistas? Esencialmente, en ninguna parte.
Es por lo tanto carente de
sentido el continuar en una conversación centrada en la economía convencional.
Lo que urge es expandir el espacio académico y la visibilidad pública del
trabajo ya existente que ha demostrado su valía real cuando se ha enfrentado a
muchos problemas profundos de la vida económica de nuestro tiempo. Es también urgente desarrollar carreras en aquéllas
áreas (y con la gente que tiene esas perspectivas) cuyo valor ha quedado confirmado
por la macha de los acontecimientos. Es obvio que esta tarea no puede confiarse
a los mismos departamentos de economía. Es un imperativo para los
administradores de las universidades, las agencias que proporcionan apoyo
financiero, las fundaciones y para los estudiantes y quizás hasta sus padres.
El punto es que no hay seguir discutiendo inútilmente con Tweedledum y con
Tweedledee. Lo que hay que hacer es rebasarlos para encaminarnos hacia el
jardín que debe existir allá afuera, que en realidad existe alá afuera, en
algún lugar.
NOTAS :
(*) Traductor: Frase intraducible
que proviene del dicho “Cleanliness is Next to Godliness” que puede traducirse
como “La pulcritud está cerca de la divinidad”. La palabra Godleyness hace
referencia a los trabajos de Wynne Godley.
(1) Keynes, John Maynard,
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Ed. Fondo de Cultura
Económica, Colombia, 1976, (pp. 39 y 40).
(2) Keynes, John Maynard,
Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Ed. Fondo de Cultura
Económica, Colombia, 1976 (página 40).
(3) No me detengo sobre los
economistas del mundo de los negocios, incluyendo a Nouriel Roubini, cuyos
métodos no puedo discernir con claridad y Nassim Taleb, cuyo nihilismo en este
caso me parece excesivo al sugerir que las cosas no pueden predecirse cuando en
realidad sí se pudo hacer. Tampoco trato de los grandes teóricos, como Paul
Davidson (ver la bibliografía) o Joseph Stiglitz. Ambos ofrecen razones generales
para esperar una crisis, pero menos sobre las causas específicas de la actual.
(4) Bond, “Crunch time for US
Capitalism?” 2004; Brenner, The Boom and
the Bubble, 2003;Wood, Empire of
Capital, 2005; Harvey, The New Imperialism,
2005; Arrighi, “The Social and Political Economy of Global Turbulence,” 2003;
Brenner, “The Origins of the Present Crisis,” 2009.
(5) Baker, “The Run Up in Home
Prices,” 2002.
(6) Al igual que Jane D’Arista
en trabajo basado sobre los flujos de fondos: “La ruptura de la burbuja de
hipotecas podría desencadenar trastornos financieros más fuertes y con implicaciones
macroeconómicas más profundas que la sacudida que siguió a la crisis de las casas
de ahorro y préstamo (Savings and Loans) en los años ochenta”. (Ver la
bibliografía).
(7) Como ha señalado Mirowski,
se podría considerar que en la teoría de Keynes el gasto total es el patrón de
valor equivalente a lo que en teorías anteriores era el oro o el trabajo o el
bienestar psicológico. (Ver la bibliografía).
(8) C + I + G + X – M = Y. En la notación estándar, Y es el
ingreso, C el consumo, I la inversión, el gasto del gobierno, X las
exportaciones, M las importaciones, T los ingresos tributarios y S el ahorro.
La segunda relación es (S–I) = (G–T) + (X-M), en donde S es definida como Y – C
-T. Por definición, si se conocen cualesquiera dos de los términos de lo que
está en el paréntesis, se conocerá el tercero.
(9) Godley, “Prospects for the
United States and the World,” 2008.
(10) Minsky, Stabilizing an
Unstable Economy, 2008.
(11) Albin, Barriers and
Bounds to Rationality, 1998; Rosser, et. al., “The Period of Financial Distressin
Speculative Markets”, forthcoming; Chen, Micro interaction, forthcoming.
(12) Chen, Micro interaction,
forthcoming.
(13) Galbraith, The New
Industrial State, 2007.
(14) Galbraith, The Predator
State, 2008.
(15) Dymski, “Financial
Globalization, Social Exclusion and Financial Crisis,” 2005.
(16) Black, The Best Way to
Rob a Bank is to Own One, 2005.
(17) Existen importantes
paralelismos en el estudio del saqueo institucional en economías avanzadas
occidentales y decrépitas orientales desarrollado por Janine Wedel (véase la bibliografía).
(18) Akerlof and Romer,
“Looting: The Economic Underworld of Bankruptcy for Profit,” 1-74.
(19) Galbraith, “How The
Economists Got it Wrong,” 2000.
BIBLIOGRAFÍA
Akerlof, George & Paul M.
Romer. “Looting: The Economic Underworld of Bankruptcy forProfit,” Brookings
Papers on Economic Activity, Economic Studies Program, The Brookings Institution,
vol. 24, 1993.
Albin, Peter S. Barriers and Bounds to Rationality,
Princeton: Princeton University Press,
1998.
Arrighi, Giovanni. “The Social
and Political Economy of Global Turbulence.”
New Left Review, (March-April 2003).
Baker, Dean. “The Run Up in
Home Prices: Is It Real or Is It Another Bubble?” August 5, 2002. www.cepr.net/documents/publications/housing_2002_08.htm.
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James K. Galbraith es titular
de la cátedra Lloyd M. Bentsen en la Escuela de Asuntos Públicos Lyndon B. Johnson, Universidad
de Texas en Austin. Es investigador en el Instituto Levy de Economía del Bard
College. Su libro más reciente es The Predator State: How Conservatives
Abandoned the Free Market and Why Liberals Should Too.
Otoño de 2009
Es muy esclarecedor tu análisis, "esos" economistas son en realidad quienes se han mantenido en la búsqueda de la verdad y su integridad es admirable. Mucho de lo que ocurre en el campo financiero poco o nada tiene que ver con la teoría económica dominante, me parece evidente que Krugman lo sabe pero algo le impide manifestarlo.
ResponderEliminarEl lobbyng llevado a cabo por los grupos de capitalistas y el empleo de toda clase de recursos para cooptarlos y ponerlos al servicio del capital es muy fuerte y está en todas partes, en las propias universidades prestigiosas hay académicos de gran talento y conocimiento que por desgracia, actúan como espadachines a sueldo para justificar y dar cierta aura de respetabilidad a hechos que son sencillamente fraudulentos.
Saludos, CB