Andrés Velasco /30/05/2012
Santiago.– Los responsables de
las políticas europeas parecen estar sorprendidos por la actual corrida
bancaria en Grecia (y la incipiente en España). No deberían. Quien está
familiarizado con los colapsos en los mercados emergentes sabe que a una crisis
fiscal casi siempre la sucede una crisis financiera.
La cesación de pagos de
Argentina en 2001 es un ejemplo útil. En la crisis argentina, la economía se
contrajo el 18% y el desempleo se disparó hasta alcanzar al 22% de la población
económicamente activa. Grecia ya se encuentra cerca de esos niveles.
Argentina sufrió un completo y caótico incumplimiento de pagos de su deuda pública. En Grecia, el «recorte» impuesto a los acreedores hasta ahora ha sido administrado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Pero, con deudas aún insostenibles, la próxima ronda de la crisis griega bien podría lograr que la experiencia Argentina parezca un ejemplo de orden teutónico.
Argentina sufrió un completo y caótico incumplimiento de pagos de su deuda pública. En Grecia, el «recorte» impuesto a los acreedores hasta ahora ha sido administrado por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Pero, con deudas aún insostenibles, la próxima ronda de la crisis griega bien podría lograr que la experiencia Argentina parezca un ejemplo de orden teutónico.
En Argentina, el sistema
bancario llegó al borde del colapso, lo que llevó al gobierno a prohibir los
retiros bancarios –introduciendo el así llamado corralito para los depósitos– y
estableciendo controles a los movimientos de capital. Esa parece ser la etapa a
la que Grecia está entrando hoy. Entonces, si el precedente de las crisis
argentina y de otros países emergentes es una guía útil, ¿qué le espera a
Grecia?
Para responder esa pregunta es
pertinente recordar los circuitos de retroalimentación que vinculan las crisis
fiscales con las financieras. Los bancos tienen créditos al gobierno y a las
empresas en calidad de activos. La crisis fiscal y la cesación de pagos reducen
el valor de los primeros, mientras que la recesión posterior socava el valor de
los segundos. Ese es el vínculo entre los problemas presupuestarios y los
bancarios.
Pero existe también un vínculo
en la dirección opuesta: a medida que los bancos se desapalancan para contrarrestar
las pérdidas, limitan el crédito y la economía se contrae, lo que reduce la
recaudación impositiva y por lo tanto los ingresos del gobierno. Si los bancos
requieren una inyección de capital de fuentes públicas, el gasto adicional –que
puede ser importante– debilita aún más las finanzas públicas.
Esta situación a veces se
resuelve a través de un largo proceso de recesión y desapalancamiento. Otras
veces genera una repentina corrida bancaria y la implosión del sistema
financiero. Cual de estas dos alternativas es la que ocurre depende de la
confianza.
Los economistas saben desde
hace tiempo que, en ausencia de un prestamista creíble de última instancia, los
bancos son vulnerables a las crisis de confianza. Ese prestamista puede ser
monetario o fiscal; en Grecia se duda de ambos.
Si el acuerdo griego con la UE
y el FMI se deshace, el Banco Central Europeo ya no aceptará los bonos griegos
como garantía. Y el estado griego no dispone de medios para sostener a sus
bancos. En estas circunstancias, lo sorprendente sería que los depositantes no corriesen
a retirar sus fondos de los bancos griegos.
La experiencia argentina
sugiere que, después de la corrida bancaria, el siguiente capítulo de la saga
es el colapso monetario. Con el desplome de los ingresos públicos y sin acceso
al crédito, las provincias argentinas tuvieron que recurrir a la impresión de
letras para pagar salarios y pensiones. En un cierto momento había en
circulación más de una docena de estas “cuasimonedas”.
¿Qué sucederá si Grecia pierde
el acceso al crédito de la UE y el FMI? Los optimistas indican que se espera
que el país elimine su déficit primario (el saldo presupuestario menos los
pagos de intereses) en 2013, lo que implica que podría pagar sus obligaciones
no relacionadas con la deuda con recursos propios luego de una suspensión de
pagos.
Pero esa visión sobre-estima
la capacidad del estado para recaudar en medio del pánico financiero. Cuando la
economía va en caída libre y la incertidumbre es omnipresente, muchos hogares y
empresas simplemente dejan de pagar sus impuestos. Incluso si el gobierno
griego no sirve su deuda, puede encontrarse sin otra alternativa que la de
imprimir papeles para pagar sus otras obligaciones.
Eso no constituiría un
abandono oficial del euro pero, con el tiempo, la diferencia podría ser más
formal que real. La letra o vale recién emitida –llamémosla neodracma– sería
transable y altamente líquida. Incluso si transara con un gran descuento, como
sucedería, al poco tiempo sería usada para efectuar todo tipo de transacciones.
En este punto –sugiere la
historia argentina— la crisis vuelve a golpear a los bancos: las empresas
pronto comienzan a quejarse de que sus ingresos ahora están denominados en
neodracmas mientras que sus créditos se mantienen en euros, y empiezan a
presionar fuertemente para que los créditos sean neodracmatizados («pesificados»
en jerga argentina). Un congreso ávido de la aprobación del público suele estar
ansioso por cumplir con estas demandas. Pero lo único que se logra es acelerar
la corrida bancaria, ya que los hogares y las empresas perciben que ningún
activo sólido respalda sus depósitos.
Pagar a los trabajadores del
sector público con neodracmas devaluadas implica recortar el poder de compra de
sus salarios. El paso final del proceso llega con la neodracmatización de los
salarios en el sector privado. Las empresas vuelven a demandarlo, afirmando que
de otra manera no son capaces de exportar. Los sindicatos inicialmente se
oponen, pero eventualmente ceden, asustados por el fantasma de un desempleo aún
mayor. La promesa de controles de precios selectivos endulza el trato.
¿Cuán profunda será la
devaluación de la neodracma? En Argentina, el número de pesos necesarios para
comprar un dólar aumentó más del 300%. Grecia tuvo un déficit en su cuenta
corriente de aproximadamente el 10% de su PBI, a pesar de la depresión
económica interna. Ello sugiere que la devaluación real necesaria para
recuperar el equilibrio en la balanza de pagos será enorme, tal vez mayor que
la que tuvo lugar en Argentina.
El actual gobierno griego es
el tercero en menos de un año; el cuarto no se hará esperar. Argentina tuvo
cuatro presidentes en menos de dos años, antes de que la situación política y
económica se estabilizara. También Grecia se estabilizará eventualmente. A esta
altura, ese es casi el único antecedente positivo que presenta la historia
argentina.
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