sábado, 18 de agosto de 2012

El frenazo del consumo alemán dispara las alarmas en el resto del mundo

El saldo exterior ronda el 6% del PIB, un nivel desequilibrante según la UE

Enrique Muller /18/05/2012 

En Europa fluye una corriente de opinión que provoca inquietud en los pasillos de la moderna sede del Gobierno alemán en Berlín. Angela Merkel, según los titulares de varios medios europeos es la “líder más peligrosa de Europa”, una mujer que no tiene piedad a la hora de castigar a sus vecinos y que es demonizada como un robot Terminator de ojos rojos (New Statesman), o como una diosa romana que come griegos (The Independent).

El boyante superávit exterior alemán se ve así con otros ojos: no se mide por la fortaleza de las ventas al exterior, sino por la atonía de las importaciones, indicio claro de que Alemania no está haciendo los deberes que le puso el G-20: reactivar el consumo para contribuir así a mitigar los desequilibrios económicos, uno de los motores de la crisis financiera.

Esta certeza quedó otra vez en evidencia esta semana cuando la Organización para el Comercio y Desarrollo Económico (OCDE) con sede en Paris y el centro de investigación económica IFO de Múnich, señalaron que Alemania desplazará este año a China, la economía más señalada por alimentar el desequilibrio mundial, como país con mayor superávit exterior en el planeta.

El instituto IFO anticipó que Alemania registrará en 2012 un superávit de 170.000 millones de euros, una cifra que la OCDE rebaja a 160.000 millones. En todo caso, superior al saldo de 145.000 millones que se prevé para China. Si se toma como referencia la actividad económica de cada país, las diferencias se extreman: el superávit alemán equivaldrá al 6% del PIB, el chino no pasaría del 2,5%.

El Ejecutivo chino ha promovido una intensa política de inversiones públicas y de incentivos al consumo privado, que han alimentado las importaciones y adelgazaron el saldo exterior. Por contraste, las iniciativas del Gobierno de Merkel, empeñado en mantener el equilibrio presupuestario, son escasas. Tampoco las subidas salariales en algunas industrias, tras años de moderación, han reactivado la demanda interna o la inflación, la vía más directa para facilitar que otros países europeos recuperen competitividad.

A causa de su enorme superávit, Berlín está contribuyendo al desequilibrio económico en el continente, una de las razones que debería disparar los mecanismos de corrección estrenados este año por la Comisión Europea. Alemania estuvo entre los 12 países a los que Bruselas abrió un procedimiento por desequilibrios macroeconómicos, pese a que ya está muy cerca de encender la alarma puesta los funcionarios europeos: superar, en la media de los tres últimos años, un superávit equivalente al 6% del PIB. En 2011, ese promedio, en el caso alemán, ya se situaba en el 5,9%.

En Bruselas prefieren no hacer comentarios más allá del documento del pasado mes de mayo en el que analizan los desequilibrios macroeconómicos. “No haremos un nuevo análisis hasta el año que viene, cuando se revisará la situación de los 12 países que ya han recibido una recomendación. Veremos entonces si otro Estado miembro necesita que se le hagan nuevas recomendaciones”, señala un portavoz de la Comisión, informa Luis Doncel.

La OCDE ya anticipó por donde pueden ir los tiros. “Las inversiones en el sector de servicios deben aumentar" dijo su experto para Alemania, Andreas Wörgötter, al recordar que la productividad en ese sector se encuentra paralizada, mientras que en la industria aumenta. “Por eso son necesarias las reformas para volver más atractivo al sector servicios para las inversiones y el empleo, como ocurre con la industria. Si esto ocurre disminuirá automáticamente el superávit”, añadió.

“El problema central no ha cambiado: La demanda interna alemana es demasiado débil”, señaló Peter Bofinger, miembro del grupo de sabios que asesora al Gobierno federal. Hainer Flassbeck, fue más directo y recordó que el desequilibro macroeconómico es la causa central de la crisis financiera global. El jefe de economistas de Naciones Unidas para el Comercio Mundial y el Desarrollo censuró al Gobierno federal alemán: “Es especialmente trágico que Berlin siga celebrando como un éxito, algo que perjudica a los demás. Es altamente incierto que otros países puedan, alguna vez, reembolsar sus deudas”. Deudas infladas por la necesidad de financiar déficits exteriores muy abultados durante años, como ocurrió en España.

El Gobierno alemán ignora las críticas. El portavoz de la canciller, Steffen Seibert, mantuvo que el desequilibrio global solo concernía a los países que muestran un alto déficit por cuenta corriente y que seria erróneo recortar de forma artificial las exportaciones. El compromiso con el G-20 era otro, que Alemania incentivara la demanda, pero Seibert siguió a la suya: “Un elevado superávit exterior, por si solo, no es ningún motivo para que Europa actúe”.

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