Un grupo de ciudadanos espera en la cola del autobús en Dublín, entre ellos Patrick Suvillán junto a su hija, quién recibe actualmente beneficios por víctima del desempleo. Irlanda que alguna vez fue noticia de éxito económico hoy se encuentra dentro de las peores víctimas de la recesión. La foto es del New York Times, 'La crisis de la deuda en europa: Sin alivio en el horizonte' con texto de Suzanne Daley.
Bryan Anthony Serrano /1 de enero del 2013
El desarrollo de la crisis económica-financiera en 2012 nos develó nuevos y desconocidos aspectos, muchos de ellos en materia de política económica, macroeconomía, ciclos económicos, política fiscal, economía política y crisis del capitalismo en general por destacar los tópicos más sobresalientes.
Comprender las leyes de las crisis del capitalismo significa alcanzar la médula de la economía política contemporánea, entendida como la ciencia que estudia las formas en que se organiza la producción y la distribución de la riqueza en una sociedad por lo que la actual coyuntura de la economía mundial concentra grandes posibilidades para el desarrollo de la investigación en este campo.
Mención aparte se merecen la bancarrota de las bases teóricas del modelo neoclásico y la macroeconomía convencional. Lo que está en crisis es el pensamiento neoliberal y sus ideológos en todo el mundo; la escuela monetarista de Milton Friedman que logró imponerse hasta con sangre y fuego (como ocurrió en el caso chileno) como un ensayo de laboratorio modelando sociedades enteras a imagen y semejanza del libre mercado. Los objetivos fundamentales de la política económica centraron su atención en el control de precios y la masa monetaria ignorando olímpicamente las graves distorsiones sobre la estructura productiva y la economía real como consecuencia de forzar los desajustes inherentes del capitalismo hacia un imaginario 'equilibrio general'. ¿Acaso es posible mantener la estabilidad económica asegurándose sólo el control del precios?
La 'crisis financiera' como fue denominada convencionalmente desde la eclosión de la burbuja en las hipotecas subprime se convirtió inequívocamente en una crisis económica dañando no sólo al segmento financiero sino al sector real; o mejor dicho al conjunto de la estructura productiva. Así, la contracción del consumo y la demanda agregada en los países industrializados resintió profundamente el comercio internacional a tal punto que ni economías como la Alemana o la China (aunque con sus particularidades) pudieron sacudirse del frenazo a sus máquinas exportadoras. El desempleo de larga duración, la inoperancia del sector público y los ajustes desproporcionados a las familias y los pequeños consumidores en favor de las grandes empresas y el capital privado (del sector bancario principalmente) marcaron la tendencia hacia la recesión.
Si en los dos años anteriores se utilizaron preferentemente los denominados salvatajes a la banca inyectando millonadas de euros y dólares, el 2012 fue el año en dónde no sólo cayeron en el ostracismo las medidas anti-crisis de estímulo al sector público, el empleo y la economía doméstica, sino que se profundizaron las politicas neoliberales con el propósito de acelerar un desenlace 'desordenado' ante los latentes peligros de implosión del sistema (como en el caso específico de la Unión Europea) medidas que se aplicaron con la 'ley marcial' de la austeridad y un sistemático programa de ajustes y recortes hacia los sectores con menor participación en el ingreso nacional.
La política monetaria orquestaba por los bancos centrales no creó condiciones para prevenir el estallido de la crisis, al contrario, el denominado control de precios no incluyó una 'claúsula' sobre la desregulación al sector financiero y las actividades especulativas se multiplicaron sobredimensionando el dinero ficticio y el valor real de los activos que se tradujeron en gigantescas ganancias para la banca y los inversores privados.
En el sexto año de la crisis económica podemos dar por desmontada aquella engañosa propaganda según la cuál presenciamos pura y exclusivamente una crisis de índole financiera-bancaria, en dónde el sector financiero y el sector real de la economía actúan como compartimentos estancos sin ninguna conexión. Ocurre todo lo contrario, pues existe una relación intrínseca y contradictoria entre ambos: desde el ámbito financiero pasando por la manufactura y la agricultura y hasta el empleo y los salarios reales.
Que la crisis haya eclosionado en el sector financiero señala precisamente una hoja de ruta para dar con las raíces de la misma. De ahí la importancia de valorar y retomar los postulados del economista Hyman Minsky quien elaboró una teoría para explicar las crisis en las economías capitalistas en las que se desarrollaban en forma inter-dependiente el sector financiero, los ciclos económicos y los sectores reales de la economía. Por ejemplo, un aspecto fundamental en la teoría de H.Minsky es el reconocimiento de los procesos dinámicos y la inherente inestabilidad que caracteriza a los ciclos financieros, en particular y la acumulación del capital en general. En contraste, el modelo neoclásico y sus apologistas en todo el mundo entre académicos y tecnócratas continúan pregonando el santo grial de la 'autorregulación de los mercados' e ignoran olímpicamente los aportes de H.Minsky.
En 2013 la crisis amenaza con alcanzar nuevas y complejas profundidades y mientras se continúe apostando por medidas paliatorias jamás se podrán comprender las verdaderas fuerzas macroeconómicas que durante años gestaron el colapso. La desigualdad y la concentración de la riqueza son dos de aquellas fuerzas que explican la crisis desde sus orígenes. Algunos economistas de notable vocación visionaria para el análisis económico han comenzado a desarrollar sus investigaciones detectando las graves distorsiones que a partir de la década del 70 en las economías desarrolladas se produjeron en torno a la participación de la masa salarial sobre el ingreso nacional y su relación con los niveles de productividad y los beneficios empresariales. Mientras los segundos incrementaron considerablemente su participación en el ingreso nacional, los primeros prácticamente se estancaron.
El 2013 no es precisamente un número para la buena suerte, es el año de la serpiente según el calendario chino y que ha marcado épocas trascendentales en la historia contempóranea como la implosión de la URSS en 1989. Pero la historia más que repetirse, avanza, condicionada por las fuerzas productivas y la creación heroica de las muchedumbres. La crisis se encuentra aún lejos de acabar; y es más, no pocos afirman que incluso nos encontramos en los albores de sus primeras etapas de desarrollo.
El 2013 no es precisamente un número para la buena suerte, es el año de la serpiente según el calendario chino y que ha marcado épocas trascendentales en la historia contempóranea como la implosión de la URSS en 1989. Pero la historia más que repetirse, avanza, condicionada por las fuerzas productivas y la creación heroica de las muchedumbres. La crisis se encuentra aún lejos de acabar; y es más, no pocos afirman que incluso nos encontramos en los albores de sus primeras etapas de desarrollo.
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