Bryan Serrano
Domingo 23 de octubre del 2011
P
ocas veces la muerte de un líder de un país del tercer mundo ha ocasionado tantas reacciones encontradas a nivel internacional pasando desde los principales portavoces occidentales hasta las personalidades que desde un inicio alzaron su voz de protesta en contra del asalto militar extranjero en Libia promovido por Europa y EEUU.
Probablemente ello se deba a que Muammar Al Gadafi mantenía aún el poyo de ciertos sectores de la población porque veían en su figura un gobierno de corte nacionalista y pan-arabista -a diferencia de algunos regímenes autocráticos del norte de áfrica abiertamente títeres- y con una recurrencia importante respecto al “factor racial”, el factor de la cultura árabe, del cuál históricamente como en algunos países de América Latina, no sería posible desentenderse con el fin de comprender mejor su proceso económico-social y político.
La muerte de Gaddafi, el hombre fuerte que gobernó el país magebrí por mas de 40 años, el líder de la Yamarihiya, marca sin duda un momento sobresaliente en el actual conflicto de Libia. Sin embargo no por ello se puede afirmar que su desenlace se encuentre próximo a su fin, que el país haya ingresado a una nueva fase de “pacificación” o que su futuro sea menos incierto hoy, tal como las principales portadas del New York Times o del diario El País de España no han escatimado en anunciar.
Los principales dirigentes occidentales no tardaron en darse a la euforia tras conocer la muerte del enemigo, la misma vendría a formar parte una de las operaciones de la OTAN denominada “El Protector Unificado”. Entre algunos de ellos destacan al presidente de EEUU, Barack Obama, quien mencionó: “la muerte de Gadafi cierra un capítulo brutal en la historia del país”. David Cameron, primer ministro del Reino Unido dijo que su muerte significaba un: “tributo a las víctimas del gobierno de Gadafi”. Nicolas Sarkozy de Francia anunció: "La desaparición de Gadafi es un gran paso hacia adelante en la lucha emprendida durante más de ocho meses por los libios para liberarse del régimen dictatorial y violento que se les impuso por más de 40 años”. En tanto Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia con similar entonación pronunció las palabras "Sic transit gloria mundi -la gloria del mundo es efímera-. Ahora la guerra ha terminado". Y Ban Ki moon, el mismísimo secretario general de la ONU se sumaba al coro diciendo que: "Esto marca el fin de un largo y doloroso camino para el pueblo de Libia, que ahora tiene la oportunidad de determinar su propio destino en una nueva y democrática Libia".
Muchas versiones se vertieron sobre la forma en que finalmente murió Gaddafi. Recién ahora se puede discernir con claridad que fue capturado vivo y posteriormente ultimado a sangre fría según ha confirmado un forense del gobierno, Ibrahim Tika quien concluyó que fue un disparo en el estómago el que le propició la muerte después de haber sido capturado. Ciertamente, los primeros videos aficionados registran el momento en que Gadafi aún se encontraba vivo, con manchas de sangre, forcejeando con los rebeldes mientras lo golpeaban y arrastraban con la aparente intención de pasearlo como trofeo de guerra. Posteriormente, se ve el cuerpo de Gaddafi tendido e inerte rodeado de una multitud que posaba junto al cadáver. A estas alturas el crimen de guerra es irrefutable, puesto que una cosa es la muerte en combate y otra la humillación, vejación y ejecución violentando las leyes del derecho internacional sobre los prisioneros de guerra. Por ello, Claudio Cordone, uno de los directores de Amnistía Internacional ha dicho recientemente que: “Si el coronel Gadafi fue asesinado después de su captura, constituiría un crimen de guerra y sus responsables deberían ser juzgados por ello”.
Asimismo otras voces importantes han denunciado este proceder, siendo una de ellos la del canciller ruso Serguei Lavrov, quien dijo que “las acciones de la OTAN que condujeron al asesinato de Gadafi, deben ser sometidos a una evaluación legal. Nadie les ha dado el mandato para derrocar a Gadafi”. Por su parte, el diputado venezolano a la Asamblea Nacional, Hector Navarro, también expresó que el asesinato cometido el pasado jueves contra Gaddafi “es una situación que no puede permitirse en el mundo” y agregó que las imágenes dieron la vuelta al mundo sobrepasa “cualquier lógica de relaciones humanas”. Hugo Chávez, el mandatario Venezolano también lamentó la muerte de Gaddafi. Dijo: “a Gadafi se lo recordará como un mártir” y que el hoy presidente de Cuba, Raúl Castro le había asegurado que de todas maneras “lo iban a matar”.
El conflicto de Libia se ha caracterizado entre otras cosas por ser una “guerra de desinformación a gran escala”, por el uso de la manipulación de la opinión pública nacional e internacional valiéndose de los últimos avances en las comunicaciones para influir decisivamente en determinado objetivo del desarrollo bélico. Aquí, el objetivo final de ganar la guerra es lo principal, y los medios lo son nada – o mejor dicho lo son todo- no importando si es para manipular o matar a más civiles. Sean medias verdades o rotundas falsedades, en esta guerra las noticias forman parte de una guerra psicológica de masas con el objetivo de confundir y desvanecer moralmente a los focos de resistencia. La trama de la muerte de Gaddafi no podía escapar a esta orquestación propagandística con cierto tinte Hollywoodense pues el mundo entero gracias a la cobertura de Al Jazeera y CNN fue testigo de por lo menos tres versiones distintas sobre la muerte de Gaddafi en unas cuantas horas, trayendo rápidamente a la memoria aquellas imágenes en dónde se escenificaba la captura del hijo de Gaddafi, Saim El-Islam y el asalto a Trípoli con escenas falsas filmadas en otro país.
¿Qué hay detrás del asesinato a Gaddafi?
Durante las últimas semanas, con la misma implacabilidad en que difundió la muerte de Gadafi, se silenció sin embargo criminalmente el asalto de la ciudad de Sirte por los bombarderos de la OTAN, en donde el grado de genocidio ha alcanzado el 2% de la población. Sumándose a ello, ocurriría otro acontecimiento más en el estratégico tablero de ajedrez de la guerra desinformativa: Días antes del asesinato de Gaddafi, un hecho notable conmocionó a Libia: El asesinato del líder de la tribu Warfalla, el jeque Ali Al Ahwal quien fue asesinado de 12 tiros en su propia casa tras un probable complot encubierto por parte de la OTAN y servicios de inteligencia en Libia. Este líder representaba a una de las tribus más importantes con gran influencia hacia las demás tribus de la cuál hoy depende mucho la correlación de las fuerzas opositoras al interior del país. Se caracterizaba por ser tener una actitud paciente con Gaddafi pese a que oficialmente la tribu Warfallah es contraria al régimen.
La supuesta pacificación tras la muerte de Gadaffi
¿Puede el asesinato de un solo hombre, por más influyente que sea, sentenciar de un día a otro el fin de un largo y doloroso camino para hacia “la paz”? (según las palabras de Ban Ki moon, secretario general de la ONU). Por supuesto que no, y por más poder que acumule consigo la maquinaria propagandística de las cadenas de televisión al servicio del gran capital para direccionar la noticia en función de sus intereses geopolíticos, el incendio que los países de la OTAN han promovido en Libia a través de mercenarios, bombardeos y violencia indiscriminada contra la población tiende a propagarse en los próximos meses hundiendo al país en caos y violencia.
Según muchos analistas, la guerra en Libia muy lejos de culminar con el asesinato de Gaddafi, tiende a prolongarse en un futuro muy incierto tal como sobrevino en Afganistán e Irak luego de la invasión, si es que no cesa la intervención del imperialismo:
- - En un primer escenario se podría dar la “balcanizacion” del país: Pugnas entre las tribus dominantes por el control del territorio y el petróleo, sumiendo al país en el caos, profundizando la guerra civil, e incrementando el número de víctimas con una amenaza seria de fracturar territorialmente el país.
- - La “iraquización” de Libia. La vía de la ocupación indirecta del país por los intereses franceses, italiano, ingleses y norteamericanos a través del CNT libio y con el reparto del petróleo por sus transnacionales. Aquí la guerra entraría a una nueva fase de resistencia guerrillera.
Libia, país de una historia milenaria, con una inmensa superficie geográfica y de una población de sólo 6,4 millones de personas ha venido desangrándose en los últimos meses en un conflicto que ha transitado por varias etapas: Desde las primeras protestas contra el régimen de Muammar Gaddafi surgidas en febrero por efecto de contagio de las revueltas árabes, pasando luego por el período de contraofensiva de las fuerzas gadafistas, las cuáles hicieron replegarse al máximo a los focos opositores, hasta la fase de abierta injerencia extranjera bajo la dirección de la OTAN y con la venia de los 15 países miembros del Consejo de seguridad de la ONU producida en marzo, a partir del cuál vio recrudecerse el conflicto con la irrupción de milicias de mercenarios aumentando la matanza indiscriminada de miles de ciudadanos.
No olvidemos que Libia, país miembro de la OPEP, cuenta con las mayores reservas petroleras en todo África, ocupando el año pasado el duodécimo lugar en exportación mundial. Su territorio produce 1,7 millones de barriles diarios de petróleo de los cuales un 80%, se exportan a Europa. La producción libia representa un 10% del consumo europeo, y es por ello que despierta insaciables intereses en algunas transnacionales europeas ya instalas en el país –como BP, Royal Dutch Shell, Total, Eni, BASF, Statoil y Repsol– dominantes del mercado petrolero de libio, y las que posiblemente hayan presionado a sus gobiernos sobre una rápida e inflexible intervención en el terreno militar.
Si bien la guerra en Libia forma parte de la llamda “Primavera Árabe”, ésta posee algunos aspectos que la diferencia y la reviste de particular importancia:
a) Ha sido la primera vez en dónde el conflicto ha recrudecido en una abierta guerra civil produciéndose además la intervención de las potencias occidentales a través de la OTÁN;
b) La importancia de los recursos petroleros de Libia y su importancia geográfica muy próxima al convulsionado oriente medio hacen del territorio geopolíticamente estratégico para las potencias occidentales y las potencias emergentes (Brichs) en un contexto de recesión de la economía mundial;
c) Esta guerra como repetimos, forma parte del nuevo tipo de “guerra de desinformación a gran escala” en donde, en pleno desarrollo de una revolución informática como la que vivimos hoy, se utilizan al máximo la cobertura global de los medios de comunicación para engañar a la opinión pública e influir directamente en el curso del conflicto real. Algo que si bien es cierto no es absolutamente nuevo, ha venido cobrando forma desde las invasiones a Afganistán e Irak, y el conflicto entre Rusia y Georgia del 2008 –recordado por ser casi el detonante de la “tercera guerra mundial” en donde las cadenas televisivas norteamericanas hacían creer que las imágenes el avance de las tropas rusos pertenecían a las georgianas ocultando la gravedad del conflicto.
En Libia, las tribus forman parte importante de la composición social del país y sin tomarlas en cuenta no es posible gobernar; por ello el apoyo hacia Gadafi ha sido decisivo para mantener el poder durante los últimos meses. El poder de estos grupos, hoy más que nunca, toma relevancia tomado en la vida social y política del país ante el peligro del desmembramiento territorial.
El periodista español, Paco Audije, al respecto señala: “…La ira política, la evolución tecnológica, la revuelta social misma, los intereses de las compañías petrolíferas, la intromisión de las potencias extranjeras, no desaparecen; pero en el escenario libio tienen –necesariamente- que atravesar el filtro tribal. Las ideologías, panarabista, socialista, nacionalista o islamista, por ejemplo, se desarrollan allí –además- en función de su arraigo en uno u otro clan. Los jefes tribales tienen una influencia cierta en atizar la guerra civil o negociar un acuerdo de paz. Su posición política real, en su calidad de jefes de clan, no se evapora porque a nuestra mentalidad “europea” le cueste ver la realidad a través de ese prisma.
“Ustedes, como europeos, no entienden nada. Lo explican todo en función de estrategias internacionales y de estallidos ciudadanos surgidos de una mecánica social distinta a la suya”, nos dijo aquel africano en un debate, a finales de los años 90 del siglo pasado. Estábamos en pleno período de las guerras que descompusieron a la malograda Yugoslavia. He olvidado todo de aquel acto y el nombre de aquel interlocutor. No me he olvidado de su advertencia inteligente. La geoestrategia, los conflictos culturales y religiosos, los choques de intereses, están bien, reflexionen sobre ellos…”.
Esto respalda la tesis que en algunas partes del mundo el factor raza continúa aún siendo, si bien no determinante, decisivo para la comprensión de las contradicciones sociales de un país en la cuál “una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta” (1), una cuestión que en Libia se hace extensivo al factor tribal, el factor que tiende a unificar a la nación. ¿Acaso algún cadena extranjera hegemónica ha llamado la atención sobre esta problemática para buscar solución del conflicto?, o solamente se han dedicado ha realizar apología del CNT encubriendo sus propósitos neo-coloniales sobre el norte de África.
Son cinco las tribus principales que dividen Libia; tres de ellas: Warfalla, Zuwayya y Tuareg, se ha unido los grupos de oposición contra Gaddafi, mientras que otras dos, Khadafa y Megarha, simpatizan con la causa gadafista.
Finalmente, un evento notable, muy poco difundido por la prensa internacional, se produjo en el mes de mayo en donde se celebró el “Encuentro de 2000 Tribus por la paz, la unidad y el dialogo” celebrada en la capital Trípoli, siendo sus resoluciones de gran importancia para comprender el panorama político y las perspectivas de la guerra civil. Allí se tomaron tres acuerdos importantes:
1. La unión de Libia. Rechazar cualquier intento de dividir el país.
2. Detener la masacre contra el pueblo por parte de la OTAN y los mercenarios.
3. No a la invasión de Libia. Libia es para los libios.
Esta conferencia de las 2000 tribus demuestra que Libia es mucho más que un “excéntrico dictador sátrapa” tal como nos pretenden vender las cadenas hegemónicas de telecomunicación y que por tanto sus problemas son muchos más complejos.
Estos acuerdos que representan genuinamente a los sectores básicos de la sociedad libia, han asestado un duro golpe a las pretensiones del imperialismo europeo y norteamericano, de culminar la guerra lo más antes posible e impedir la unión tribal y el surgimiento de un sentimiento nacionalista y patriótico. La unidad del pueblo libio, la resistencia a la intervención extranjera, la consigna del petróleo para Libia, son las máximas de un futuro justo y promisorio para que los libios puedan resolver sus propias contradicciones entre ellos, constituir un programa nacionalista y revolucionario y realizar las reformas económicas y sociales que su sociedad demanda.
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(1) José Carlos Mariátegui: "El problema de las razas en América Latina" "En estos países el factor raza se complica con el factor clase en forma que una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta". Recomiendo repasar este ensayo. Los aspectos principales son vigentes en torno a lo "decisivo del factor raza en un proceso revolucionario" en general y sobre lucha an-timperialista en particular.
Para mayor información sobre la guerra en Libia, recomiendo leer el Blog Leonor en Libia, sitio periodistico y alternativo con permanente cobertura desde el lugar de los hechos.
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