martes, 1 de noviembre de 2011

La izquierda alemana aprueba su programa de Erfurt


Àngel Ferrero
31/10/11

La Izquierda (DIE LINKE) cuenta finalmente con un programa que habrá de servirle de guía política para los próximos años. El escrito fue aprobado en un Congreso extraordinario, celebrado el pasado 21 al 23 de octubre en Erfurt (Turingia). Como ha escrito Sevim Dağdelen, diputada en el Bundestag y portavoz para temas de inmigración e integración del partido, «La Izquierda se dota de un programa en tiempos turbulentos». Qué duda cabe: no sólo en la mayor crisis del capitalismo desde 1929 –que ha desatado una ofensiva del capital contra el trabajo con el objetivo de acabar con los restos del desmantelado Estado social y degradar las condiciones laborales–, sino también en un mundo aquejado por una grave crisis medioambiental y crecientes tensiones geopolíticas por el control mundial de unos recursos naturales cada vez más escasos. Por su peso en Europa –La Izquierda es el partido con más militantes y votantes– y por su estructura –como unificación, superando la vieja tendencia al fraccionalismo, de casi todas las tendencias actuales del socialismo a la izquierda de la socialdemocracia (poscomunistas, socialistas de izquierda, socialdemócratas descontentos, trotskistas y cristianos de base)–, el programa de La Izquierda ha de ser, cuanto menos, tenido en cuenta por sus homólogos europeos.

De un Erfurt a otro

No parece que ni la fecha ni el lugar se escogieran al azar. En un artículo para el junge Welt publicado semanas antes de la aprobación del texto definitivo, Ekkehard Lieberam ha escrito que la elección de Erfurt busca mandar un mensaje claro: La Izquierda está en la tradición del programa del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) aprobado aquí en 1891. No por casualidad este congreso terminó el 20 de octubre y el de La Izquierda comenzó, 120 años más tarde, un día después.

Lieberam enumera algunas de las similitudes entre el programa del SPD de 1891, aprobado por unanimidad por los 231 delegados, y el borrador del programa de La Izquierda: ambos documentos constatan las mismas tendencias de una creciente polarización política y social, ambos plantean alternativas para una salida socialista y democrática del capitalismo –entre ellas la transformación de la gran propiedad capitalista en propiedad social–, ambos lo hacen tras un análisis del desarrollo político, económico y social en Alemania y en el mundo. [1] Comunes a ambos son también el pacifismo y la política anti-imperialista. Todo ello no ha impedido las quejas formales del Presidente del SPD, Sigmar Gabriel, que ha hablado de «falsificación histórica», aunque son varios aquí en Alemania los comentaristas que hablan de La Izquierda como aspirante, por su estructura y por sus objetivos, a convertirse en un partido socialdemócrata tal y como se entendía la socialdemocracia antes de 1914. Gregor Gysi, portavoz parlamentario de La Izquierda, ha ido aún más lejos al afirmar que la figura del canciller socialdemócrata Willy Brandt ya no pertenece al SPD: «a partir de hoy nos pertenece a nosotros.» Y en verdad algo tiene que haber que inquiete al SPD cuando su ala izquierda se reúne en Dortmund exactamente el mismo fin de semana para analizar críticamente «las decisiones equivocadas y las creencias erróneas» del gobierno roji-verde (1998-2005), refundar el SPD con una «crítica moderna al capitalismo y su ideología» que supere y ponga fin a «los mitos neoliberales sobre el mercado infiltrados» en el partido y, en definitiva, intentar fijar su brújula política para que a partir de ahora apunte con más frecuencia a la izquierda. [2] El propio Gabriel se avino a reconocer en el Spiegel que «Oskar Lafontaine ha dicho con seguridad algo en lo que tenía razón», a lo que Lafontaine sólo pudo responder a través de una entrevista en el Neues Deutschland: «Probablemente todo el mundo ha dicho alguna vez algo en su vida en lo que tenía razón. Pero cuando se trata de una entrevista sobre la regulación de los mercados financieros, tengo que añadir: por desgracia el gobierno de Schröder no me apoyó en este proyecto en 1998.» [3]

Volviendo al artículo de Lieberam, también señala su autor los aspectos a criticar y achaca al borrador del programa, por ejemplo, una mala definición del concepto de socialismo democrático, descrito sucesivamente como «otro sistema económico y social» (anderes Wirtschafts- und Gesellschaftssystem) (p. 1), «un orden nuevo y mejor» (neuere und besere Ordnung) (p. 28) y una «sociedad dichosa» (glückliche Gesellschaft) (p. 60). Lieberam, que en su artículo se queja repetidamente de que el texto no es lo «suficientemente marxista», parece pasar por alto la conocida resistencia de Marx y Engels ha definir con exactitud términos como "comunismo" y "socialismo", que se fían al movimiento real. Otras críticas, estas sí más razonables, que Lieberam dirige al programa son su longitud o la necesidad de manifestar claramente la voluntad de reactivar la combativa política antineoliberal de 2009 que catapultó a La Izquierda a un resultado sin precedentes del 11% de votos en las elecciones federales.

Kurs halten!
El 8 de octubre, más o menos dos semanas antes del Congreso de Erfurt, el ala izquierda del partido se reunió en el Auditorio Central de la Humboldt-Universität de Berlín –donde la undécima tesis sobre Feuerbach de Marx («Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo») es omnipresente– bajo el epígrafe Kurs Halten! (una expresión idiomática que significa 'mantenerse firme', pero que también puede traducirse indistintamente como 'fijar' o 'mantener el rumbo') para tratar de exponer sus aspiraciones e imprimir su sello en el futuro programa. El cartel con que se empapeló la sala indicaba ya los puntos que se tratarían aquel día: refundación social de Europa; política de desarme en vez de recortes sociales; defensa del derecho a la autodeterminación; desmilitarización de la ONU y disolución de la OTAN; socialización de los bancos; regeneración democrática; freno a la desposesión de los trabajadores; feminismo como crítica a la dominación.

Heinz Bierbaum, diputado en el Sarre, fue tajante en su intervención, una de las primeras del día: «La Izquierda es demasiado poco movimiento.» «Un partido sin movimiento –continuó– no es nada, un movimiento sin partido carece de orientación y de estrategia política.» A lo largo del día se añadieron a la lista de reivindicaciones la de democratizar las estructuras internas del partido –que los parlamentarios estén controlados por las bases del partido– y la de una política de coaliciones con el fin de construir un bloque histórico o Frente Popular para el siglo XXI que contenga la ofensiva neoliberal. Incluso hubo tiempo para cuestiones teóricas, como los problemas prácticos que pueden llegar a derivarse de una definición vaga de conceptos como "trabajo" o "socialismo".
Con la ausencia de Oskar Lafontaine, que no pudo asistir debido a una afonía, Sahra Wagenknecht –cuya figura va ganando importancia en la estructura del partido– acaparó toda la atención de la jornada. En alusión a la crítica, común en los medios de comunicación alemanes, de que La Izquierda es o quiere ser un partido "anti-todo", Wagenknecht replicó: «No somos nosotros quienes estamos contra todo, sino que todos están contra nosotros.» Sahra Wagenknecht (Jena, 1969) es un personaje polémico dentro y fuera del partido. Se doctoró en filosofía en la Universidad de Groningen (Holanda) con una tesis sobre la recepción de Hegel en el joven Marx dirigida por el profesor Hans Heinz Holz, pero ha cimentado su fama en el terreno de la economía. Sus libros sobre economía (escritos en un lenguaje accesible lejos de la jerga habitual) y su visible autodisciplina la hacen tremendamente popular entre los militantes del ala izquierda, pero a ojos de quienes están más curtidos en lides políticas su aproximación más bien elemental a las cuestiones económicas y sus declaraciones, sin asomo de crítica, sobre Cuba o la República Democrática Alemana –sirva como anécdota que en la noche en que cayó el Muro de Berlín Sahra Wagenknecht se quedó en casa a leer La crítica de la razón pura de Kant–, no menos que su evidente gelidez en entrevistas y actos públicos no la convierten precisamente en una candidata a agrupar y representar la pluralidad a la que la izquierda moderna aspira. Semanas antes de Kurs Halten!, la diputada en el Bundestag Petra Pau ya advirtió, no sin razón, de la tentación a un maximalismo retórico sin consecuencias prácticas y, en el peor de los casos, contraproducente. «Lo cierto es que apenas llegamos a determinados sectores sociales, como por ejemplo los jóvenes que trabajan en las industrias de futuro y los que viven con relaciones de trabajo precarias. Las viejas recetas sindicales y la lucha de clases verbal no ayudan a solucionar este problema. A todo ello se añaden tres tendencias: vivimos una crisis mundial del capitalismo, necesitamos una urgente transformación social y ecológica de la sociedad y la democracia atraviesa por un período de enorme debilidad.» [4]

¿El retorno de Lafontaine?

Incluso el Neues Deutschland, diario más o menos oficioso de La Izquierda, reconocía que el 2011 no ha sido un año de logros para la formación: no se consiguió renovar la presencia de diputados en los parlamentos regionales de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado; en Bremen y en Hamburgo cosechó resultados por debajo de lo esperado; en Sajonia-Anhalt y Mecklenburgo-Pomerania Occidental perdió su posición de partido más votado; y finalmente, la pérdida de votos en Berlín, sumada al cambio en el equilibrio de fuerzas políticas, bloqueó la renovación de la coalición roji-roja (SPD-Izquierda). Tirios y troyanos se disputan las razones de este freno en lo que parecía a todas luces un ascenso imparable en el sistema de partidos como el que ha experimentado recientemente Los Verdes, más aún si se tiene en cuenta que tuvo lugar en el despuntar mismo de la crisis financiera internacional (en una reciente encuesta de la televisión pública ARD, La Izquierda fue escogida, tras la CDU y el SPD, como el partido con mejores soluciones para la crisis, por delante de Verdes y Liberales). Tom Strohschneider, un periodista que escribe regularmente sobre La Izquierda en el semanario Freitag, escribe que La Izquierda «ha cambiado la agenda política; los temas que le reportaron éxito han sido sin embargo absorbidos por la competencia y debe compartir las bancadas de la oposición con el SPD y Los Verdes. […] El "teñido de verde" de su discurso político no le ha reportado una mayor credibilidad […] a los cambios sociales y reivindicaciones políticas al margen de los partidos establecidos, de las cuales la aparición del "ciudadano enfadado" (Wutbürger) o el ascenso del Partido Pirata son una muestra, La Izquierda ha reaccionado demasiado tarde.» [5] Sin embargo, ha sido Gregor Gysi quien ha hecho el que acaso sea mejor resumen de las causas que han conducido a esta situación:

«A menudo me dicen que nuestras propuestas son buenas, pero que nos falta la experiencia de su aplicación, lo que las convierte [a ojos de estas personas] en irrealizables. En segundo lugar, e insisto una vez más en ello, nos ha dañado la propensión a ocuparnos demasiado de nosotros mismos. Es algo que tenemos que superar rápidamente. El grupo parlamentario se ha puesto ya en ello tras la clausura de su reunión en Rostock. En tercer lugar, nos encontramos en una situación de crisis que produce miedo hacia los experimentos. Y en cuarto lugar, muchos medios de comunicación nos reducen a nuestras disputas internas. Recién acabo de leer el cable de una agencia, según el cual un miembro de Los Verdes reclama la creación de una banca pública europea que pudiera asignar créditos directos a Grecia. Nosotros reivindicamos algo hace así desde hace meses, pero a los medios entonces no les interesó demasiado.» [6]

El periodista catalán Eugeni Xammar, que trabajó como corresponsal en Berlín, explicaba la siguiente anécdota:

«Cuando llegué a Berlín, un amigo mío, corresponsal desde hace veinte años de uno de los grandes periódicos de Italia, me dijo:

- Ya lo irá viendo: Alemania, en cuanto a prensa, es un país aburrido. Un tema de discusión dura años y años. Cuando yo llegué, la prensa dedicaba cada día columnas enteras al problema candente de entonces: la construcción del canal de Rin en el Elba. Diez años más tarde, cuando estalló la guerra, el canal ya estaba construido, pero la discusión todavía seguía. Y si no fuera por la güera, creo que aún seguiría. Ahora, hace tres años que se discute la cuestión de las reparaciones. ¿Podemos pagar, no podemos pagar? ¿Vamos a pagar, no vamos a pagar? ¿Cómo vamos a pagar, cuándo vamos a pagar, con qué vamos a pagar? Y al día siguiente vuelta otra vez, como si nada. Ármese de paciencia porque hay para rato.» [7]

Los medios de comunicación alemanes, mayoritariamente hostiles a La Izquierda, a la que repetidamente ningunean (los medios de comunicación españoles no son muy diferentes porque salvo uno, todos los corresponsales españoles en Berlín son muy malos), dedicaron una atención poco usual al partido en estos últimos meses, informando puntillosamente de sus conflictos en torno a una serie de cuestiones –el artículo de la co-presidenta del partido Gesine Lötzsch sobre el comunismo, la posición a adoptar en el conflicto palestino-israelí, la valoración sobre el Muro de Berlín o la felicitación a Fidel Castro en su 85º aniversario– que un sector del partido trataba de aprovechar para dirimir otras cuestiones y que llevaron a la formación a perder un tiempo precioso a la vez que la crisis se extendía por toda la periferia europea. La Izquierda, en efecto, «se ha ocupado con temas que no interesan a nuestros votantes», dice Lafontaine. «También hay una falta de disciplina entre algunos de nuestros cargos públicos y funcionarios. A pesar de llevar muchos años en política, algunos no han aprendido todavía que los partidos que están divididos no son votados» añade en su última entrevista para el Neues Deutschland. La evidente debilidad de la presidencia del partido para frenar estas disputas intrapartidarias ha llevado a que cada vez sean más voces las que especulen con el retorno de Lafontaine y Gysi a la política federal como candidatos de La Izquierda para las elecciones de 2013. Quienes están a favor defienden la decisión como una manera de recuperar el terreno perdido, retornar al discurso antineoliberal de 2009 que sirvió para entroncar con los movimientos sociales y poner fin a las disputas internas con un candidato con experiencia y conocido y valorado por la opinión pública. Los contrarios a la decisión presentan la edad de Lafontaine (68 años) como principal argumento, además de tildar su discurso de «oposición fundamental» que impide alcanzar acuerdos con otras formaciones políticas. Si bien es cierto que el discurso claro y directo y el estilo enérgico y decidido de Lafontaine se echan en falta, un mal resultado electoral con él como candidato podría agravar la crisis de La Izquierda en lugar de resolverla. Históricamente, además, en Alemania no es necesario ocupar un cargo de relevancia en un partido político para influir en él y los ejemplos abundan, desde Los Verdes hasta los Liberales. Para tomar el relevo de la co-presidencia, por estatuto paritaria (hombre-mujer; este-oeste), y actualmente compuesta por Klaus Ernst (electromecánico y sindicalista bávaro, antiguo miembro del SPD) y Gesine Lötzsch (licenciada en filosofía y procedente de Berlín Este), parte como favorito un tándem compuesto por Sahra Wagenknecht (candidata por Düsseldorf) y Stefan Liebich (candidato por Berlin-Pankow), aunque Gesine Lötzsch anunció en Erfurt su intención de presentarse a la reelección. [8]

El programa y el futuro de La Izquierda

El programa definitivo –que incluye finalmente, entre otras cosas, la nacionalización de la gran banca, la prohibición de las agencias de trabajo temporal, un salario mínimo equivalente al 60% del salario medio, la renuncia a la participación del Bundeswehr en el extranjero bajo el manto de las llamadas "intervenciones humanitarias" (se propuso la creación de un cuerpo de ayuda y cooperación internacional con el nombre de Willy Brandt), y la ampliación del poder de decisión de los sindicatos en las empresas– fue aprobado en Erfurt el pasado domingo con el 96'9 por ciento de los votos a favor de los 503 delegados, más de un año después de presentarse, en marzo de 2010, el primer borrador, que tuvo entre sus principales redactores a Oskar Lafontaine y Lothar Bisky. Bajo la consigna, presidiendo el auditorio, de "Libertad, dignidad, solidaridad" (Freiheit. Würde. Solidarität), se votó a favor de formar coaliciones, especialmente con el SPD, siempre y cuando el gobierno resultante no aplique un programa de recortes sociales sino todo el contrario, como sucedió en Berlín con el ÖBS, el sector de ocupación pública impulsado por La Izquierda. El tripartito federal entre el SPD, Los Verdes y La Izquierda para 2013 parece cada día más lejano, sobre todo por el desinterés manifiesto de Los Verdes, cuyo ascenso les posibilita prescindir de La Izquierda como incómodo socio de gobierno. La reivindicación de una Renta Básica incondicoinal quedó nuevamente aparcada debido a la falta de habilidad de su grupo promotor, la izquierda emancipatoria de Katja Kipping y Caren Lay, cuya línea pro-israelí y excluyente del ala izquierda acabó afectando la aceptación de la propuesta.

«Ahora tenemos que cerrar filas», dijo Lafontaine. «porque se nos necesitará. Cuando alguien en un bar pregunte: "¿Estás en La Izquierda?"; no os escondáis, sino decid: "¿Tú aún no?".» [9] Edad avanzada de los militantes, peleas internas y medios de comunicación en contra no son problemas exclusivos de La Izquierda alemana. En comparación con los partidos de izquierda del resto de Europa, La Izquierda sigue siendo un partido estable con un porcentaje de intención de voto de alrededor del 10-11%, una estructura más abierta y flexible, una agenda políticamente realista y frecuentes debates internos que, por enconados que puedan parecer, evitan su anquilosamiento. «El programa de Erfurt muestra de hecho que La Izquierda es aún capaz de alcanzar compromisos», escribe Stefan Reinecke para el taz, «que los acuerdos internos funcionan […] La Izquierda […] es más estable de lo que creen muchos medios de comunicación.»[10] «Que hayamos llegado tan lejos es un tirón de orejas para quienes desde hace cuatro o cinco años pronostican nuestro fracaso», declaró Klaus Ernst –quien también reclamó que La Izquierda incrementase su perfil como partido del trabajo en lucha contra la explotación y la alienación– poco antes de la clausura del congreso. [11]

«Cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas», dijo en una ocasión Karl Marx. Lo prueba el hecho de que desde su fundación La Izquierda no contó (hasta ahora) con programa alguno –el programa actual sustituye a un documento fundacional provisional que se limitaba a señalar los principales puntos programáticos– y aún así se ha consolidado en el sistema de partidos de la República Federal, consiguiendo que muchas de sus propuestas, como el establecimiento de un salario mínimo legal –inexistente en Alemania– pasen a la agenda política del resto de formaciones. Sin La Izquierda, el SPD hubiera seguido, imperturbable, el camino comenzado por Schröder con consecuencias imprevisibles: ya en el 2009 obtuvo de encajar el peor resultado de toda su historia después de que los votantes lo abandonasen y los sindicatos le retirasen su histórico aval. La importancia de un programa político, como recuerda Lieberam, se mide por su capacidad para orientar estratégicamente a la organización que se dota de él y por su influencia en el curso de la política. Programas como el de Gotha (1875) o Bad Godesberg (1959) del SPD son recordados por las razones exactamente contrarias: el primero fue, como es célebre, duramente criticado por Marx, el segundo supuso la renuncia formal del SPD al marxismo y, con ello, a la nacionalización de las grandes industrias y a su condición de partido obrero (Arbeiterpartei) en favor de un partido popular (Volkspartei). En 1891 el SPD aprobó en cambio un programa en el que se señalaba como principal tarea del partido «organizar la lucha de la clase trabajadora de manera consciente y unitaria y guiarla hacia su meta natural» (Diesen Kampf der Arbeiterklasse zu einem bewußten und einheitlichen zu gestalten und ihm sein naturnotwendiges Ziel zu weisen). El programa, que tuvo entre sus redactores nada menos que a Friedrich Engels, Karl Kautsky y August Bebel, sirvió para unificar el partido –hasta entonces conocido como Partido Socialista Obrero Alemán (Sozialistischen Arbeiterpartei Deutschlands, SAP)– y poner fin a las tendencias disolventes, convirtiendo a la socialdemocracia alemana (junto al anarcosindicalismo catalán) en pocos años en el mayor movimiento obrero de masas organizado de Europa, capaz de crear su propia sub- y contracultura, pasando del 19'8 por ciento de votos en 1890 al 34'8 en 1912 y de 35 a 110 escaños en el Bundestag. Así que, ¿quién sabe?

NOTAS: [1] Ekkehard Lieberam, "Maßstab und Verpflichtung", junge Welt, 17 de septiembre de 2011. [2] Tom Strohschneider, "Kommunizierende Röhren: Die Linke, Erfurt und die doppelte SPD", der Freitag, 23 de octubre de 2011. [3] Oskar Lafontaine, "Wir wollen keine gekaufte Politik", Neues Deutschland, 21 de octubre de 2011. [4] Petra Pau, "Verbale Klassenkämpfe helfen uns nicht", Tagesspiegel, 27 de septiembre de 2011. [5] Tom Strohschneider, "Saure Milch und große Keulen", der Freitag, 6 de octubre de 2011. [6] Gregor Gysi, "Na klar, wir gehören zusammen!", Neues Deutschland, 1 de octubre de 2011. [7] Eugeni Xammar, El huevo de la serpiente. Crónicas desde Alemania (1922-1924) (Barcelona, Acantilado, 2005), p. 64. [8] "Führungsfigur Sahra Wagenknecht: Die linke Linke", tageszeitung, 27 de octubre de 2011. [9] "Parteitag der Linken: Die Herrschaft der alten Männer", tageszeitung, 23 de octubre de 2011. [10] Stefan Reinecke, "Verhangen in Arbeiterschweiß-Rethorik", tageszeitung, 21 de octubre de 2011. [11] Claudia Wangerin, "Linke stellt Systemfrage", junge Welt, 24 de octubre de 2011. [12]

Àngel Ferrero, crítico cultural radicado en Berlín, es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso

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