Paris. La crisis es tal que el economista francés y exjefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, Jacques Attali, pronosticó que el euro no sobrevivirá a la Navidad.
La eurozona —integrada por 17 países que usan el euro (€) como moneda común— experimenta una de sus más críticas etapas por endeudamiento de sus estados miembros, que se ven amenazados por la desintegración política y la muerte de la moneda que comenzó a regir en esa región en el 2001.
Europa se encuentra en la recta final para salvar al euro en la cumbre que celebrará el 8 y 9 de diciembre próximos, con un nuevo pacto que pretende corregir los errores que dieron origen a la crisis, pero a la fecha lo único claro es el objetivo, no cómo lograrlo.
Después de los fracasos de las cumbres europeas de julio y octubre últimos, que no lograron frenar ni un ápice la profundización de la crisis, la UE se ve forzada a sustituir su retórica de buenas palabras y promesas por la adopción de medias concretas y precisas.
El próximo Consejo Europeo es una de las últimas oportunidades que le quedan al euro para salir vivo de las presiones de los mercados. Además, debe conseguir que la unión monetaria se convierta en una unión de estabilidad con una integración y convergencia económica, fiscal y presupuestaria mucho mayor, que permita restaurar la confianza en los mercados y en casa.
Solución urgente. La gravedad de la situación fue reconocida por el vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, quien “espera una solución urgente o el principio de una solución urgente de las tensiones de deuda soberana”.
Toda la crisis de la deuda europea de los dos últimos años se ha caracterizado por una desafortunada lucha contra el tiempo por parte de la canciller alemana, Ángela Merkel. En sucesivas ocasiones Alemania se ha resistido a ayudar a Grecia con un fondo de rescate financiero europeo, a ampliarlo después, o a recapitalizar los bancos europeos. Al final, las decisiones se adoptaron pero con tantos meses de retraso, con la excusa de que Merkel precisaba de tiempo para preparar a su electorado, que extendieron la desconfianza en los gobiernos y en los bancos tenedores de deuda por toda la UE.
El resultado de tantos retrasos en la toma de medidas ha hecho que el pequeño incendio de Grecia, en octubre del 2009, se convirtiera en una gran hoguera que se extendió luego a Irlanda, después a Portugal y ha puesto en máxima alerta a España e Italia, que de alguna manera ya han tenido que ser asistidas con fondos.
El fuego de la crisis de deuda siguió extendiéndose y en las últimas semanas otros países como Bélgica, Francia o Austria, ya han visto cerca la amenaza de las llamas. La propia Alemania ha sentido el calor a las puertas de su casa al no poder colocar completamente una emisión de deuda.
Ante el próximo 9 de diciembre, hay muchas probabilidades de una reedición de esta táctica equivocada de aplazar la toma de decisiones. Ahora Alemania exige un fuerte compromiso que consiste en endurecer las normas fiscales, para “vender a su electorado” el aumento de la capacidad de acción del Banco Central Europeo (BCE), a fin de comprar deuda a los países con problemas y aceptar la emisión de eurobonos.
Esta vez apenas queda tiempo. Ante tanta indecisión, muchos capitalistas internacionales han buscado otras plazas para sus inversiones.
El reto ahora es que la estabilidad adquiera forma, y eso implica una gran complejidad tanto en el plano jurídico como en el terreno de las negociaciones que se mantienen en todas las capitales europeas, en las que la UE tendrá que definir si cambia los tratados u opta por una fórmula menos arriesgada.
Tres escenarios. Ante la cumbre se perfilan tres escenarios. En primer lugar, una reforma del Tratado de la Unión Europea, para endurecer las sanciones a los países infractores, incluida la retirada del voto, lo cual es realmente difícil que prospere. El mayor inconveniente es que en el mejor de los casos esta reforma, con su ratificación incluida, requiere varios años y el riesgo de que algún país la bloquee definitivamente.
La segunda opción es hacer las reformas a través de un protocolo. El proceso podría ser más rápido, pero habría que esperar hasta mediados del 2013, que es cuando se habrá ratificado el Tratado de adhesión de Croacia, que es el primero que está a la vista.
La tercera vía es un Tratado Internacional de los 17 países del euro y los que se quieran sumar. Es la opción más rápida, pero tiene el gran inconveniente de que se prescinde del método comunitario y los acuerdos deben adoptarse por la paralizante unanimidad, lo cual implica una pérdida efectiva de flexibilidad.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, hace consultas a todos los países de la UE, para preparar la propuesta que entregará en la cumbre a petición de los líderes. La UE está integrada por 27 países, 17 de ellos usan el euro.
En medio de esta crisis, los mandatarios de la principales potencias de la UE hacen propuestas. Merkel rechazó la alternativa de emitir “eurobonos” para frenar el contagio de la crisis. “Quien no entienda que los eurobonos no pueden ser la solución de la crisis no ha comprendido nada de la naturaleza del problema”, sostuvo.
El primer ministro británico, David Cameron, se mostró resignado a la idea de que los tratados europeos deberán ser modificados. “Si deben cambiarse los tratados, nos aseguraremos de proteger los intereses británicos”, dijo.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, propuso impulsar junto con Alemania un nuevo tratado de refundación europeo con más disciplina fiscal, que abra un ciclo de desendeudamiento en la zona euro. “Si Europa no cambia rápido, la historia del mundo se escribirá sin ella”, agregó.
Si la próxima cumbre o la que se pueda convocar después de Navidad no explicita soluciones concretas e inmediatas, el futuro del euro ya no estará en manos de los dirigentes políticos europeos y los mercados tendrán la última palabra.
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