J. Rodríguez y A. Sanabria
Desde abril, a buen seguro
cunde el desconcierto en todos los círculos de poder financiero y político en
España. Las preguntas que se deben realizar a sí mismos suponemos que serán
algo de este estilo:
“¿Cómo es posible que, después
de lo que hemos apoyado y hecho (ajustes fiscales, reformas laborales para
favorecer una devaluación interna, o enmiendas constitucionales), no sólo no se
atisba recuperación del crecimiento, sino que el propio déficit público
apenas se reduce?”.
Pues, en efecto, baste
recordar que en 2010 éste fue del 9,3% del PIB y, tras toda una pléyade de
medidas, en 2011 resultó del 8,9%.
“¿Y cómo es posible que, para
colmo, empeore la percepción de sostenibilidad de la deuda pública en los
mercados hasta el punto de conducir a un rescate bancario, con la amenaza de un
rescate a corto plazo de la propia deuda soberana?”.
La respuesta de estos mismos
economistas que han apoyado tal sinrazón de austeridad y reformas neoliberales
en el mercado laboral no es reconocer el error, sino que llaman a intensificar
las reformas. Pero debe quedar claro que no es a pesar de estas políticas de
austeridad y ajustes por las que economía española presenta un cuadro de
actividad, empleo y financiero crítico, sino que la causa de este cuadro son
directamente esas mismas políticas.
El objetivo del presente
artículo es mostrar en seis pasos cómo hemos llegado a esta situación, dónde
estamos ahora y cuáles serían los posibles escenarios para el futuro.
PASO 1: ORIGEN DE LA CRISIS
La causa inmediata de la
crisis es una acumulación de deuda privada y su brusco desapalancamiento
posterior. Pero el origen de este sobreendeudamiento está vinculado a dos
características del modelo neoliberal de acumulación a escala global desde los
años ochenta. Éstas son, la hegemonía del capital financiero para capturar
rentas a través de una desregulación efectiva de sus actividades (hegemonía
tanto sobre el capital no financiero como sobre los trabajadores y sobre la
propia dinámica de crecimiento); y, segundo, una creciente desigualdad en la
distribución del ingreso entre capital y trabajo (click en el gráfico de arriba para agrandar).
La desregulación y hegemonía
de las finanzas, además de la desigualdad en el ingreso generan dos fenómenos
paralelos. Por un lado, una elevación de la oferta de liquidez a escala global
(favorecida tanto por la desregulación como por la desigualdad del ingreso).
Mientras que la desigualdad del ingreso da lugar a un estancamiento de la
demanda interna, de manera que las economías tienen dos vías excluyentes entre
sí para crecer:
1) Crecimiento vía exportación
(Alemania o China), lo que genera salida de capitales y colocación en el
exterior;
2) Crecimiento vía
endeudamiento del sector privado (EEUU, Reino Unido, España o Grecia), lo que
genera entrada de capitales desde los países con superávit comercial.
Este doble proceso
retroalimenta burbujas de activos en los países con déficit comercial, cebando
más el modelo, ya que la deuda de unos son los activos de otros, y se
fomentaban las salidas/entradas de capital y la exportación/importación entre
los países con crecimiento vía endeudamiento (debt-led growth) y aquellos de
países con crecimiento guiado por la exportaciones (export-led growth). El
hecho de que en una economía determinada se diera, entre finales de los noventa
y 2008, un modelo u otro depende de factores complejos como la
capacidad-incapacidad exportadora de la industria local o los movimientos de
flujos de capitales, favorecidos por la formación del UEM, por la convergencia
en tipos de interés, entre otros. (click en el gráfico para agrandar).
PASO 2: LA DEPRESIÓN POR DEFLACIÓN DE DEUDA
Este proceso de apalancamiento
tiene límites y el estallido de las burbujas de activos sobreviene una vez que
los agentes en el mercado perciben, por alguna razón, que el proceso es
insostenible (Kindleberger (2005). Lo cierto es que al estallar la burbuja de
activos y de sobreendeudamiento, se produce lo que se denomina una “recesión de
balance” (Koo, 2011) o “depresión por deflación de deuda” (Fisher, 1933) (click en el gráfico para agrandar).
Se trata de un proceso en
espiral muy peligroso, tanto más cuanto mayor es el sobreendeudamiento del
sector privado (hogares, empresas y bancos), como en el caso de España. En
dicho proceso, estos agentes se intentan desapalancar (desendeudar) de forma
brusca y simultánea, ante la pérdida de valor de los activos, lo que únicamente
se puede hacer a través de una reducción drástica del crédito (credit crunch) y
de la demanda de consumo e inversión. Dicho de otro modo, para hacer frente a
sus respectivas deudas, los hogares minimizan su consumo, las empresas no
invierten y los bancos no prestan.
Naturalmente, todo ello se
traduce en una reducción de la renta agregada (recesión) y con ella una
reducción de ingresos tanto para trabajadores, empresas y bancos. Se hace así
más insostenible la deuda, cuyo porcentaje sobre los ingresos aumenta,
acelerándose aún más la caída del valor de los activos, la pulsión de los
agentes por el desapalancamiento, la recesión y, en definitiva, la conocida
espiral depresión por deflación de deuda de Fisher. Su célebre frase, “cuando
más se paga la deuda, más deuda se debe” (en términos relativos), resume bien
esta espiral endiablada. En una situación de este tipo, la única forma conocida
de romper el círculo vicioso es mediante políticas monetaria y fiscal
expansivas. Eso fue lo que realizó inicialmente Europa, EEUU, Japón o China en
2009, a fin de facilitar el proceso de ajuste del sector privado sin entrar en
la espiral depresiva interminable, que empeora la posición de endeudamiento (click en el gráfico para agrandar).
Fuente: Tomado de Richard Koo
(2011).
Pero en 2010, apenas un año
más tarde, sin haberse iniciado apenas el desapalancamiento en el sector
privado (especialmente en los países con más endeudamiento privado, como
España) se inició un proceso de contracción del gasto público y del déficit, lo
que volvió a meter a la economía española, entre otras, en la citada espiral de
deflación de deuda, especialmente a partir de 2011. El resultado es doble: una
espiral recesiva inacabable y una deflación de activos-inflación de
deuda, que provoca un deterioro progresivo y acelerado de los activos y de la
solvencia bancaria. Tu deuda aumenta mientras que tus ingresos menguan. Así pues,
cada vez tienes más deuda.
Esta es la razón, y no otra,
por la que la economía española parece eternamente condenada a la recesión, el
estancamiento, y a una recapitalización permanente de su sistema financiero,
primero por parte del Estado (mediante el Fondo de Reestructuración Ordenada
Bancaria, FROB) y ahora con un rescate europeo a la banca. Ello explica la
desconfianza creciente (desde 2010, pese a los ajustes permanentes y las
reformas) de los inversores internacionales acerca de la sostenibilidad de su
deuda pública española. Dudas que han llegado al paroxismo durante la última
semana. Es más, el proceso termina con un contagio a la deuda pública por parte
de la privada bancaria, ante el riesgo sistémico del impago (default) de esta
última. La “solución” propuesta plantea una inyección directa de liquidez a la
banca sin que compute como deuda pública, por más que será el Estado español
quien avale tales préstamos. A cambio, el gobierno garantiza ahondar en sus
políticas de ajuste, lo que no hace sino incidir más si cabe en la espiral
recesiva.
Todo ello daría lugar a
dificultades para hacer frente, tanto a la deuda pública como a la privada, por
la contracción y estancamiento de la renta, culminando en la necesidad de un
rescate europeo no sólo del sistema bancario, sino de la propia deuda soberana.
En definitiva, un rescate completo, como el padecido en Grecia, Portugal e
Irlanda (click en el gráfico para agrandar).
PASO 3: DE QUÉ DEPENDE LA SOSTENILIDAD DE LA DEUDA PÚBLICA
Entendemos aquí por
sostenibilidad de la deuda pública la capacidad de pagarla mediante la
generación de un flujo de ingresos, de manera que el monto total o stock de
deuda no se incremente respecto de la renta. Pues bien, esta sostenibilidad
depende de dos factores: 1) el crecimiento nominal del PIB (capacidad de
generar ingresos, bien por crecimiento real o bien por inflación); y 2) el tipo
de interés de la deuda pública. En el caso de que el primero sea mayor que el
segundo la deuda pública sería sostenible a largo plazo, y hacer la deuda
pública sostenible implica un superávit fiscal primario, que es lo que exigen
los economistas favorables a los ajustes.
El siguiente gráfico muestra
la evolución de este indicador de sostenibilidad, medido por la diferencia
entre el crecimiento nominal del PIB y el tipo de interés a 10 años (click en el gráfico para agrandar).
Actualmente, tenemos un
proceso recesión e intereses crecientes por el pago de la deuda, por lo que la
sostenibilidad a largo plazo de ésta avanza en su deterioro, como ilustra el
gráfico superior. Ante esto se seguirá insistiendo en la necesidad de más
ajustes fiscales, a fin de alcanzar un superávit primario. Pero tales ajustes
implican una política fiscal procíclica, es decir que, ante un contexto
recesivo, favorecen más si cabe esa recesión.
Pero, ante quienes insisten en
alcanzar a toda costa un superávit presupuestario, veamos antes por qué se
deteriora la sostenibilidad fiscal.
PASO 4: ¿POR QUÉ SE DETERIORA LA SOSTENIBILIDAD FISCAL DE LA ECONOMÍA
ESPAÑOLA?
El deterioro creciente de la
sostenibilidad a largo plazo de la deuda soberana española no se produce por
insuficiencia de ajustes y reformas, sino por todo lo contrario. Se da como
resultado contracción del gasto público y de reformas que como la laboral,
favorecen la deflación de salarios y la contracción de la renta (en un artículo anterior
estudiábamos con rigor estos efectos contractivos y extremadamente perniciosos
de la última reforma laboral). Es decir, que los ajustes y recortes tienen como
resultado el efecto contrario al que hipotéticamente pretenden, como por otra
parte recoge la más elemental teoría macroeconómica y los estudios empíricos
que la corroboran.
En una situación de
recesión/depresión, el tamaño de los multiplicadores fiscales (es decir, el
porcentaje en el que se expande/contrae el PIB ante un aumento/reducción del
déficit público) es muy elevado, sin que pueda producirse en ningún caso
crowding-out (expulsión del gasto privado), sino todo lo contrario:
crowding-in, dado que los multiplicadores son superiores a la unidad.
Esto explica que la tarea de
contraer el déficit público vía recortes, en una situación depresiva, sea
imposible y tenga el efecto opuesto. Esa mal llamada austeridad provoca una
fuerte contracción de la renta y mayores dificultades, no sólo para reducir el
déficit, sino para hacer frente a la refinanciación de la propia deuda viva. Se
entra así en un círculo de imposible salida, como demuestra la experiencia de
Grecia, el primer país en ser “rescatado” y con imposición de recortes del
gasto por parte de la Troika (click en el gráfico para agrandar).
PASO 5: POR QUÉ LA UEM INSISTE EN UNA POLÍTICA TAN DESTRUCTIVA
La UE, especialmente desde el
inicio del Tratado de Maastricht (1992), forjó sus bases institucionales (o más
bien su ausencia) para la unión monetaria, sobre la base del credo neoliberal.
Sus instituciones (BCE y Comisión Europea) y su legislación responde al
espíritu de las políticas del Consenso de Washington (1989): desregulación de
mercados, especialmente el laboral; privatización; apertura externa; política
monetaria que garantice la rentabilidad del capital financiero a través del
objetivo único de inflación; y política fiscal contracíclica reducida a
testimonial. Por ello no es de extrañar que la UE y sus instituciones sigan de
manera inercial estas políticas de ajuste estructural similares a las llevadas
a cabo por el FMI desde los años ochenta.
Sin embargo, muchos
economistas y no poco periodistas, atribuyen el “rigor” de la austeridad fiscal
y la falta de política monetaria expansiva del BCE a un supuesto e imaginario
miedo histórico a la inflación en el pueblo alemán y a un apoyo masivo del
electorado alemán hacia las políticas neoliberales de la CDU.
En primer lugar, la inflación
no sólo no es previsible a largo plazo, sino que existe un riesgo de deflación
tanto en Alemania como en la Eurozona. A este respecto, el mejor indicador es
conocido como breakeven de inflación a 10 años de la deuda pública indiciada a
inflación, que se muestran en el gráfico inferior izquierdo. Como se
aprecia, ése se encuentra en caída, con un nivel próximo al 1% (click en el gráfico para agrandar).
Las explicaciones vinculadas
al atávico temor alemán a la inflación son exageradas. De hecho, si tan fuerte
fuera ese miedo, no se habría dado la unificación monetaria tras la caída del
Muro del Berlín con un tipo de cambio uno a uno, entre el marco occidental y el
oriental. Por ejemplo.
Además, ese supuesto miedo a
la hiperinflación en Alemania por sus consecuencias en los años treinta, supone
un error historiográfico, en muchos casos premeditado. La hiperinflación de la
República de Weimar se produjo entre 1921 y 1923, que supuso una caída de la
renta per cápita del 16,9%. Sin embargo, la República logró recuperar
rápidamente el crecimiento al año siguiente y con un aumento de la renta per
cápita del 17,1%. Pero tras la crisis financiera de 1929, el canciller Brüning
ensayó una política de contracción fiscal (ver gráfico superior derecho) y
monetaria, que provocó un retroceso de la renta per cápita durante 3 años del
5% anual (16% acumulado), y con una lenta recuperación sólo a partir de 1933
con la finalización de la contracción del gasto. Ni qué decir tiene el malestar
social que provocaron en Alemania políticas contractivas similares a la
austeridad actual, y que alimentó el avance del partido nazi hasta
alcanzar el Reichstag en 1932. Por ello, la verdadera razón de las elites
europeas para continuar con su loca carrera de austeridad fiscal y reformas en
el mercado laboral es tratar de dar una salida a la crisis del propio modelo de
acumulación neoliberal (que vimos previamente), a través de una profundización
de esas propias políticas neoliberales. No es un supuesto miedo alemán a la
inflación o un supuesto un apoyo a las políticas de Merkel. Las elites europeas
han visto en la crisis una oportunidad para mejorar aún más la posición de
preeminencia del capital financiero en los últimos treinta años. Para ello
tratarán de incrementar la tasa de rentabilidad del capital en Europa a corto
plazo utilizando dos mecanismos: 1) la reducción de los salarios directos (con
reformas laborales), indirectos (gasto social) y; 2) ampliación de los
espacios de ganancia y valorización del capital a través de privatizaciones de
todo tipo. Puesto que el tercer mecanismo que ofrece el capitalismo para
mejorar la rentabilidad del capital, la productividad, parece bastante
incompatible con la contracción salarial impulsada desde la UE (ver artículo).
Esta estrategia no es nueva en
la UE, y no es de extrañar que se ponga como modelo de reformas y buen
funcionamiento económico a Alemania por parte de los medios neoliberales.
Precisamente en 2003 las reformas del programa Hartz II (ver gráfico inferior)
permitieron un aumento espectacular de la tasa de rentabilidad del capital en
Alemania a costa de una caída de los salarios (directos indirectos y diferidos)
de la clase trabajadora alemana (son conocidos los “mini-jobs” pero ese
programa incluyó otros profundos cambios que perjudicaron a la clase
trabajadora alemana) y la privatización de servicios públicos (click en el gráfico para agrandar).
PASO 8: ESCENARIOS POSIBLES PARA LA ECONOMÍA ESPAÑOLA Y EUROPEA
Las actuales elites políticas
y económicas no van a dar un giro a la política económica de la UEM. Se
encuentran tan cooptadas por las elites financieras a las que sirven y tan
alienadas por décadas de ideología neoliberal que las vemos irrecuperables (click en el gráfico para agrandar).
Por ello auguramos dos
escenarios:
En el Escenario 1 se debe dar
previamente un cambio social radical, que obligase a redefinirse de arriba a
abajo la política monetaria, fiscal e industrial en la UE, lo que implicaría:
1) A corto plazo un cambio en
el estatuto del BCE para la compra masiva de deuda pública para estabilizar el
mercado y permitir una política fiscal contracíclica.
2) Probablemente la situación
podría ser tan crítica que esto no fuera suficiente y fuera necesario una quita
ordenada de deuda en los países periféricos.
3) La política fiscal
expansiva coordinada debería mantenerse hasta provocar una reducción
significativa del paro y hasta que el sector privado pudiese tomar el relevo.
4) A largo plazo la
coordinación de una política industrial que evite desequilibrios productivos en
la UE.
5) En este sentido,
consideramos que tanto la mutualización de la deuda (Eurobonos) como la
unión bancaria en la UEM serán instrumentos colaterales, sin efecto
significativo, que no irían a la raíz de los problemas.
Lamentablemente, consideramos
como más probable el Escenario 2, en el que con cambios cosméticos (eurobonos y
unión bancaria) se siga manteniendo la misma política de austeridad y reformas,
reforzada con la condicionalidad de eventuales rescates, lo que intensificará
la espiral deflación de deuda y su insostenibilidad, requiriendo sucesivos
rescates y contaminando la deuda pública y privada. El resultado final de todo
ello sólo puede ser el colapso financiero de los países periféricos y la
ruptura de la unión monetaria.
Referencias
Kindleberger, C. (2005):
Manias, Panics, and Crashes: A History of Financial Crises (Palgrave Macmillan,
2005, 5th edition).
Koo, R. (2011) "The world
in balance sheet recession: causes, cure, and politics", real-world
economics review (issue no. 58), Nomura Research Institute, Tokyo.
Fisher, I. (1933a): "The
Debt-Deflation Theory of Great Depressions", Econometrica, 1(4), pp.
337-357 (press +) from FRBSL.
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