Alejandro Nadal /5/09/2012
En 1932 Lionel Robbins,
profesor en la London School of Economics, publicó suEnsayo sobre la
naturaleza y sentido de la ciencia económica. Es un pequeño trabajo en el
que Robbins presentó una definición de la ciencia económica que lo convertiría
en una celebridad. Advirtió que la economía es la ciencia que estudia el
comportamiento humano en su relación entre fines dados y recursos escasos que
tienen usos alternativos. Esta definición lo hizo más famoso que sus mediocres
aportaciones a la disciplina que tanto admiraba.
La razón por la que la
definición de Robbins tanto gustó en los medios y en las universidades es que
en ella la economía se parece más a la ingeniería. Con esa definición todos los
temas escabrosos y realmente apasionantes de la economía son expulsados del
campo de esta disciplina. En especial la cuestión que David Ricardo a
principios del siglo XIX consideraba el objeto central de la disciplina, el de
la distribución del ingreso entre las clases de la sociedad, desaparece con la
mencionada definición.
En el Museo Interactivo de
Economía (MIDE) del Banco de México, una de los primeras cosas que observa un
visitante es precisamente la definición de Robbins sobre la economía. Esto
quizás explica por qué en todo el museo no hay un espacio para el análisis de
las variables de la distribución, salarios y ganancias.
A principios del decenio de
los años 30 del siglo pasado, la inestabilidad del sistema capitalista estaba
siendo cuestionada en los círculos académicos. La crisis que había explotado en
1929 en Estados Unidos se extendía inexorablemente por todo el mundo. La
legitimidad del capitalismo aparecía como algo que podía y debía ser
cuestionado. En ese contexto, la definición de Robbins debe ser vista como una
defensa del discurso económico, convertido ahora en una rama de la ingeniería.
El enemigo aquí era sin duda Keynes y sus predecesores. Se abría así la puerta
a desarrollar un discurso que más que analizar el capital se limitara a
continuar haciendo su apología.
El MIDE se anuncia como un
esfuerzo educativo, pero en realidad es más un proyecto de propaganda que
presenta a la economía como un conjunto de objetos físicos en lugar de hablar
de relaciones sociales. Por eso en el museo no hay sitio para el análisis de la
crisis (otra palabra maldita que no tiene cabida en el MIDE). Hoy que la
economía global atraviesa el quinto año de una crisis monumental que se
convertirá en la catástrofe en la historia del capitalismo, el MIDE no puede
hablar de la crisis.
En vista de la inestabilidad
intrínseca del capitalismo y de su propensión a sufrir crisis crónicas, ya
podría muy bien el MIDE dedicar una sala completa (y permanente) a este tema.
En esa sala se podría presentar a los visitantes un análisis serio sobre los
orígenes, la naturaleza y los alcances de la crisis global. De paso,
podría mencionarse que la teoría económica dominante no fue capaz de prevenir
la crisis, ni de ofrecer una respuesta de política para enfrentarla.
El recorrido del museo
comienza con una sala sobre el desarrollo sustentable en la que se habla más de
tecnología que de economía. Así aparecen los temas de las energías renovables y
la necesidad de aumentar el reciclaje y el uso racional de los recursos
naturales. En el portal de Internet sobre esta sala lo único que se presenta es
la lista de materiales utilizados en la construcción de este recinto. Pero en
el contenido de esa sala no hay lugar para un análisis de las fuerzas
económicas que están detrás de la destrucción ambiental y de la profunda
desigualdad que hoy recorre el mundo.
Otro de los defectos
importantes del MIDE está en la ausencia de cualquier reflexión histórica
significativa sobre los orígenes del capitalismo. A los estudiantes que
recorren sus salas no se les dice que el capitalismo es una forma
históricamente determinada de organizar la producción, la repartición y el
consumo. En cambio, en el MIDE parece transmitirse la impresión de que el
capitalismo es tan natural como el agua de lluvia. Y con esa idea no sólo se
transmite la noción de que sólo terminará cuando se acabe el mundo; lo más
grave es que también se comunica la idea de que no se puede criticar el
capitalismo: siempre estuvo ahí y siempre estará con nosotros. Lo que no tiene
génesis, no tiene fin.
El Museo Interactivo de
Economía ignora todo sobre los principales problemas económicos del planeta. Ni
la concentración de poder económico, ni las gigantescas asimetrías que marcan
la economía global y mantienen un sistema monetario internacional enfermo. Ni
la bomba de la deuda de los países pobres, ni la expansión y poderío del sector
financiero que hoy domina la economía mundial. Nada de eso es considerado en el
MIDE.
Quizás lo más vivo en el MIDE
está en la energía de los jóvenes voluntarios que con entusiasmo y gran
voluntad se entregan al trabajo cotidiano de recibir a los visitantes. Ojalá
los diseñadores del MIDE estuvieran a su altura.
Así es Alejandro, parece una manera de meterle parámetros a la manera de razonar de los economistas en formación, después les dirán ¡repite, repite! y cuando las crisis lleguen, deberán pensar que se trata de malas decisiones porque el sistema no tiene contradicciones internas y así, siendo economistas titulados comprenderán muy poco del fondo, de la manera en que opera y se desenvuelve el sistema económico. Y.... nadie es responsable, todo se debe a los mercados.
ResponderEliminarEspero que esta reflexión les sirva para preguntarse ¿dónde estoy parado? ¿hacia dónde voy? Saludos,