Versión de una conferencia dictada por Ernest
Mandel en el seminario "Marxismo crítico", celebrado en Atenas en
junio de 1983 y organizado por el Círculo político cultural PROTAGORA
Emest Mandel
Marx no tuvo tiempo de elaborar en forma
sistemática una teoría de las crisis. Había reservado esta elaboración para uno
de los tomos no escritos de El Capital, el tomo dedicado al mercado mundial.
Pero en el tomo 3 de El Capital, en las Teorías de la plusvalía, en
diferentes contribuciones periodístico-descriptivas, así como en su
correspondencia, Marx y Engels han incluído suficientes pasajes que tratan del
ciclo industrial y de la crisis como para que se pueda hablar de una verdadera
teoría marxista de las crisis, sin forzar los textos o falsificar su
pensamiento.
La explicación marxista de las crisis
La teoría marxista de las crisis rechaza toda
concepción monocausal. Las crisis no se deben exclusivamente al exceso de
capitales (sobreacumulación) o, lo que es equivalente, a la insuficiencia de la
masa de plusvalía producida corrientemente. No se deben exclusivamente a la
insuficiencia del poder de compra por parte de las masas. Tampoco se deben
exclusivamente a la desproporción entre los dos departamentos fundamentales de
la producción, el departamento de bienes de producción y el departamento de
bienes de consumo. Todas estas causas desempeñan un papel en el
desencadenamiento de las crisis y en su reproducción cíclica, pero ninguna de
ellas determina, por sí sola, el estallido regular de las crisis.
La razón por la cual Marx rechaza toda
explicación monocausal de las crisis es que considera al ciclo industrial y a
las crisis de sobreproducción en las cuales aquél desemboca regularmente, como
inherentes al modo de producción capitalista mismo. Este modo de producción
está basado sobre la producción mercantil generalizada. Es del hecho de que los
medios de producción (incluídas las tierras) y la fuerza de trabajo se han
convertido en mercancías, de donde se desprende la relación capital/trabajo
asalariado, es decir el modo de producción capitalista.
Ahora bien, producción mercantil generalizada
implica un trabajo no inmediatamente social, implica contradicción entre
trabajo privado y trabajo social, disposición fragmentada de los
medios de producción (es decir propiedad privada en el sentido económico y no
puramente jurídico del término), fluctuaciones de las inversiones en
el tiempo, contradicción entre valor de uso y valor de cambio, contradicción entre
mercancía y dinero. De ahí se desprende la oposición fundamental de Marx a la
"Ley de equilibrio" de J.B. Say y a errores paralelos de Ricardo.
Para Marx, la producción no crea automáticamente su propia demanda, rechazo de
las tesis que son retomadas por los monetaristas y los economistas "supply-side"
de hoy. Del mismo modo, la demanda no crea automáticamente su propia
producción, rechazo de las ideas que son retomadas por los neo-keynesianos de
hoy.
La crisis hunde sus raíces en el hecho de que las
condiciones de producción de la plusvalía no implican automáticamente las
condiciones de su realización (no coinciden automáticamente con ellas).
En este sentido, en el marco de la teoría
marxista de las crisis, la crisis es a la vez una crisis de superproducción
de capitales y una crisis de superproducción de mercancías. En su preparación y
en su estallido intervienen todas las contradicciones internas del modo de
producción capitalista. Se puede representar la crisis como determinada
fundamentalmente por la caída tendencial de la tasa media de ganancia en la
medida en que las fluctuaciones de la tasa de ganancia resumen el
conjunto de estas contradicciones.
Por su esencia misma, la crisis capitalista es
entonces una crisis de superproducción de valores de cambio. En esto, ella
se contrapone a las crisis de las sociedades precapitalistas y a las crisis en
las sociedades post-capitalistas, que son esencialmente crisis de subproducción
de valores de uso. Estas crisis se combinan allí, en grados diferentes, con
fenómenos ligados al mercado, en la medida en que la producción mercantil se
desarrolla o sobrevive en estas sociedades. Por el otro lado, mientras subsiste
el modo de producción capitalista, y la economía continúa siendo regida
por la ley del valor, las crisis de sobreproducción son inevitables.
La explicación marxista de la crisis actual
La recesión 1980-1982 ha sido la
vigesimoprimera crisis de superproducción desde el "nacimiento del
mercado mundial de mercancías industriales", como lo llama Marx,
nacimiento que se sitúa hacia 1825. Esto da una media de duración del ciclo
industrial de 15 años, divididos por 21, es decir de 7.5 años, confirmación
total de una hipótesis de Marx. La naturaleza misma del ciclo. industrial
implica que no hay "crisis permanente". Después de la recesión viene
la recuperación, aunque sea vacilante, poco profunda, de duración relativamente
limitada y no sincronizada. Creemos que una recuperación comenzó ya en 1983,
por lo menos en Estados Unidos, en la República Federal Alemana, en Gran
Bretaña, en Canadá, así como hubo una recuperación entre la recesión de
19741975 y la recesión de 1980-1982.
Nosotros definimos las crisis después de la
segunda guerra mundial -en la época del capitalismo tardío- como recesiones,
porque son crisis combinadas con una inflación permanente que atenúa
parcialmente sus efectos. La inflación del crédito, es decir de la moneda
fiduciaria, de la "moneda bancaria", permite vender más mercancías
que con el poder de compra efectivamente creado durante el proceso de
producción. Permite acumular más capitales que con la plusvalía efectivamente
producida en el curso del proceso de producción y realizada en el curso del
proceso de circulación. A pesar de toda la demagogia de los monetaristas y
todas las medidas deflacionistas tomadas por los gobiernos burgueses (tanto de
"derecha" como de "izquierda"), la inflación subsiste en el
curso del actual ciclo industrial, aunque ella haya sido reducida con relación
a los años 70 (pero. no con relación a los años 50 y 60).
Pero el capitalismo tardío no puede atenuar
durante un período limitado sus contradicciones internas por medio de la
inflación permanente sin pagar un precio elevado -a la larga insoportable- por
esta tendencia: la desorganización creciente de su sistema monetario
internacional, los crecientes riesgos de hundimiento de todo el sistema
bancario y de todo el sistema de crédito internacional.
Hipócritamente, los capitalistas y sus
ideólogos concentran su fuego, a este respecto, sobre las deudas de los países
llamados "del Tercer Mundo" y de los Estados llamados socialistas
(que nosotros preferimos llamar Estados obreros burocratizados o Estados post-capitalistas).
Pero en realidad, el capitalismo atravesó un imprevisto boom económico después
de la segunda guerra mundial flotando sobre un océano de deudas que desbordan
hacia cuatro orillas: 1) las empresas capitalistas privadas, incluidas las
firmas multinacionales; 2) los países del Tercer Mundo; 3) los gobiernos
imperialistas; 4) los gobiernos de los Estados obreros burocratizados. De estas
cuatro masas de deudas, la más importante es la primera y no la segunda. La tercera
ya superó a la cuarta y puede superar a la segunda.
Los detonadores de las recesiones de 1974-1975
y de 1980-1982 fueron los detonadores clásicos y su desarrollo fue un
desarrollo clásico: superproducción en los sectores clave de la expansión
precedente (automóvil, construcción inmobiliaria, acero, petroquímica, etc.),
baja de la tasa media de ganancia, agravación de las tendencias especulativas e
inflacionistas, obligación para la burguesía de iniciar una política
deflacionista, desocupación en rápido ascenso y, debido a esto, contracción del
mercado interior, concurrencia interimperialista e interimperialista acentuada,
con ascenso del proteccionismo y contracción del mercado mundial.
Ciclo industrial y ondas largas
El hecho de que Marx haya puesto en descubierto
los mecanismos fundamentales, estructurales, de las crisis de superproducción
capitalista, implica que hay rasgos fundamentales, estructurales, comunes entre
todas estas crisis. Pero no implica' que todas las crisis son estrictamente
idénticas. Cada crisis representa de hecho una combinación de rasgos generales
y de rasgos particulares. El mismo Marx analizó en detalle los rasgos
particulares de una serie de crisis que él vivió, como la crisis de 1857-1858 y
su aspecto monetario, y la de 1861, ligada a las consecuencias de la Guerra de
Secesión en Estados Unidos.
No puedo analizar en detalle todos los rasgos
particulares de las crisis de 1970-1971, de 1974-1975 y de 1980-1982. Pero
quiero insistir sobre un aspecto esencial de esta combinación de rasgos
particulares y rasgos generales de las crisis actuales: la combinación entre el
ciclo industrial septenal o sexenal, y la onda larga de tendencia depresiva que
comenzó manifiestamente hacia el fin de los años 60. Esta sucedió a una onda
larga expansiva que se extiende de 1948-1949 a 1968 (salvo en los países
anglosajones, donde comenzó sin duda hacia 1940).
Esta combinación entre ciclo industrial clásico
y onda larga depresiva tiene consecuencias considerables sobre la evolución
económica a medio y largo término. Tiene consecuencias igualmente importantes
en el plano social y político.
La onda larga depresiva actualmente en curso se
caracteriza por la "vulgarización" de las innovaciones tecnológicas
iniciadas durante la onda larga expansiva precedente, lo cual es por otra parte
una característica general de las ondas largas de estas dos tonalidades
fundamentales diferentes.
En la práctica esto quiere decir tres cosas: 1)
mantenimiento de una tasa de crecimiento anual, bastante elevada, de la
productividad; 2) baja y hasta desaparición de la "renta
tecnológica", de las sobreganancias monopolísticas de los grandes trusts,
incluidas las "multinacionales", lo cual contribuye a deprimir la
tasa media de ganancia; 3) descenso considerable de la tasa media de
crecimiento de la producción, que permanece durante largo tiempo inferior a la
tasa de crecimiento de la productividad. El resultado es claro: a la vez, el
aumento de la desocupación y la ofensiva de austeridad de la burguesía se
mantendrán durante un largo período, independientemente de lai, fluctuaciones
cíclicas de la producción anual.
Para no hablar más de la desocupación de los
países imperialistas: subió de 10 millones en 1970 a 15 millones en 1975, a 20
millones en 1978, a 30 millones en 1980, a 35 millones en 1983, y alcanzará 40
millones en 1985, independientemente de la recuperación en curso. Por otra
parte se trata de estadísticas que subevalúan fuertemente la realidad, pues no
incluyen a todos aquellos y aquellas que, como lo dicen tan elegantemente los
ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, "han abandonado el mercado del
trabajo" habiendo perdido toda esperanza de encontrar un empleo. Se trata
ante todo de las mujeres rechazadas hacia los hogares, y de los trabajadores
inmigrados rechazados hacia su país de origen.
En el marco de la onda larga depresiva, ha
habido desincronización cíclica entre la crisis que castiga a los países
imperialistas, y la crisis que castiga a los países semicolóniales y los países
dependientes semindustrializados. Especialmente estos dos últimos han podido
mantener una tasa de crecimiento relativamente elevada, sobre todo en México,
en Brasil, en Corea del Sur, en India, en Taiwán y en una serie de los países
de la OPEP. Pero a partir de 1980, la situación cambió radicalmente. Hoy los
países llamados del "Tercer Mundo" leven golpeados duramente
por la crisis.
Para los menos subdesarrollados de entre ellos
esto significa un cambio de clima socioeconómico y político completo con
relación a los diez años precedentes, una pérdida de credibilidad de los
proyectos de industrialización (de desarrollo) en el marco del capitalismo
internacional, de los proyectos nacionalistas-populistas, etc., con una caída
brutal del nivel de vida de las masas. Para los más pobres de entre ellos lo
que se está desarrollando es una tragedia de dimensiones históricas, de la
cual, para vergüenza común de todos nosotros, vanguardia revolucionaria
internacional, para no hablar ya del movimiento obrero internacional, no se ha
tomado la menor conciencia. Se puede resumir esta tragedia en una fórmula: la
onda larga depresiva provoca una pauperización absoluta en los países
semicoloniales más pobres que lleva el poder de compra de los salarios medios
hacia el nivel de las raciones de alimentos de los campos de concentración nazi.
La función política y social de las diferentes
interpretaciones de la crisis
La defensa de la teoría marxista de las crisis
no es sólo un deber de honestidad científica, de capacidad de comprender, de
explicar y prever la marcha de la economía mundial. Desempeña también un papel
preciso en la lucha ideológica que se desarrolla hoy en el seno de la opinión
pública, es decir de la -lucha de clases política, de la lucha de clases en el
sentido más directo. Desempeña un papel aún más preciso en las líneas
divisorias en el interior del movimiento obrero internacional, entre aquellos
que, bajo las formas más diversas y con las excusas más contradictorias,
aceptan a la crisis como inevitable y se contentan con proponer recetas para
administrar esta crisis con dosis graduales de austeridad, y aquellos que
quieren organizar, ampliar y generalizar el rechazo de toda política de
austeridad, la resistencia militante y activa contra la ofensiva del capital,
la lucha contra la desocupación mediante la introducción inmediata de la semana
de 35 horas sin reducción de salario semanal y con contratación obligatoria, la
lucha por una alternativa anticapitalista de conjunto a la política de
austeridad. Esta línea divisoria contrapone en último análisis a todos los
defensores de la colaboración de clases y a todos los partidarios irreductibles
de la independencia política de clase del proletariado, por la cual Marx se
batió toda su vida a partir de 1850.
Sin poder hacer una lista exhaustiva de todas
las "explicaciones" de recambio de la crisis con relación a la
explicación marxista, mencionaremos los esquemas ideológicos siguientes:
• La crisis sería el resultado inevitable del
alza excesiva de los salarios directos e indirectos durante la fase de
expansión precedente. Hay una versión derechista de esta
"explicación" (la explicación neoclásica, monetarista: "The
workers priced themselves out of the labor market").Hay también una
versión de "izquierda" de esta explicación: la teoría del "profit
squeeze", que volviendo de Marx a Ricardo, reduce la caída de la tasa de
ganancia a la caída de la tasa de plusvalía, es decir que explica la crisis por
el alza de los salarios.
•
La crisis sería el resultado inevitable de la inflación, considerablemente
aumentada por el alza de los precios del petróleo en 1973 y en 1979.
•
La crisis sería el resultado de una conspiración de las multinacionales, o de
una conspiración del imperialismo norteamericano, para « restablecer (o
consolidar) su hegemonía sobre la economía capitalista internacional, incluso
sobre la economía mundial.
• La crisis no sería más que un mecanismo
normal de relanzamiento y de redespliegue internacional de la acumulación de
capital, que el capitalismo sería capaz de realizar y qué por otra parte
estaría ya en vías de realizarse.
La función de estas "explicaciones"
es política y social, no científica. A veces, su aspecto irracional adquiere
una dimensión grotesca: así, según algunos en Francia (¡y no sólo en Francia!),
serían sucesivamente el alza del precio del petróleo y su baja posterior lo que
habría causado -o agravado considerablemente- la crisis. Pero una vez
descartada la pretensión científica de estas "explicaciones", que es
nula, no debemos sacar la conclusión de que carecen de importancia. Tienen una
importancia muy grande, pues son un instrumento de la burguesía para obtener
resultados sociopolíticos precisos:
culpabilizar a la clase obrera y al movimiento
obrero como responsables de la crisis;
culpabilizar a los jeques del petróleo o, más
generalmente, a los países del Tercer Mundo, como responsables de la crisis;
presentar la crisis como una fatalidad, a la
cual nadie puede sustraerse;
justificar las concesiones declaradas
inevitables a los imperativos de la austeridad, es decir a los imperativos de
la ganancia.
Todos estos resultados que persiguen
tienen un objetivo central: ejercer una enorme presión sobre la clase obrera
para que ésta no reconozca que el capitalismo, y solamente el capitalismo,
es responsable de la crisis, y que toda lucha real y eficaz contra las
consecuencias desastrosas de las crisis para las masas trabajadoras debe ser
una lucha contra el capitalismo, una lucha anticapitalista. Es una presión para
impedir el surgimiento de una alternativa anticapitalista, socialista, a la
crisis, por la cual amplias masas estar{ian dispuestas a combatir.
La crisis y el porvenir de la humanidad
Estamos convencidos de que la depresión es muy
grave, y que en realidad es, en el contexto de la crisis del sistema
imperialista y del sistema social, la crisis más profunda que el
capitalismo haya conocido desde su nacimiento. Para retomar una fórmula de
Marx, es en la crisis donde se expresa la tendencia del capitalismo a
transformar periódicamente las fuerzas productivas en fuerzas destructivas.
Ahora bien, la amplitud de la crisis determina la amplitud del potencial
destructor desencadenado por la "solución" capitalista de la crisis.
Para salir de la crisis de los años 30 sin salir del capitalismo, la humanidad
pagó el precio de 100 millones de muertos, el precio de Auschwitz y de
Hiroshima.
Con el nivel alcanzado actualmente por el
armamento -ante todo, pero no sólo, el armamento nuclear-, con los procesos de
destrucción del medio ambiente en curso, con el ascenso del hambre en el mundo,
este potencial destructor debería hoy ser multiplicado por lo menos por cinco.
Esto implica el riesgo real de destrucción de la infraestructura material y
humana sobre la tierra.
Desde 1914, la humanidad está confrontada con
el dilema: socialismo o barbarie. Dos guerras mundiales, innumerables guerras
locales, el ascenso periódico de dictaduras sanguinarias fascistas,
semifascistas, militares, la extensión de la tortura en más de sesenta países;
todo esto prueba que la noción de "barbarie" no es propagandística,
ni mistificadora, ni abstracta, sino que está cargada de un contenido real cada
vez más dramático. Pero hoy, con el armamento y el sobrearmamento nuclear, el
dilema "socialismo o barbárie" adquiere una nueva dimensión más
precisa todavía. Hoy, la victoria mundial del socialismo se ha convertido en
una cuestión de supervivencia física del género humano. Hoy, a largo término,
el dilema es: "socialismo o destrucción del género humano".
Digo "a largo término". A corto
término, y a medio término, el capital internacional choca con obstáculos y
resistencias inmensas para aplicar un curso hacia la reconquista de los
mercados perdidos, es decir un curso hacia la tercera guerra mundial. Entre estos
obstáculos y estas resistencias está ante todo la fuerza del movimiento obrero
y del movimiento antiguerra en los países imperialistas y la fuerza del
movimiento antimperialista en los países semicoloniales y en los países
dependientes. Hoy, lo que la remilitarización pone al orden del día en lo
inmediato, son guerras contrarrevolucionarias locales, como la agresión al
Líbano contra la revolución palestina, la agresión contra la revolución
centroamericana, la agresión contra la revolución en Africa Austral. Antes de
que puedan ser infligidas derrotas muy severas al movimiento obrero y al
movimiento de masas de los principales países del mundo capitalista, la tercera
guerra mundial no estará al orden del día.
Pero justamente en función de la gravedad y de
la duración de la depresión, el riesgo de tercera guerra mundial tenderá a
aumentar en la medida en que la ofensiva de austeridad y de remilitarización
consiga debilitar o desarticular el movimiento de masas y la reorganización de
masas en los principales países capitalistas del mundo.
Para nosotros, esto no es algo que ya está
resuelto: las batallas decisivas están. ante nosotros, no tras de nosotros. Si
queremos referirnos, con todos los riesgos inherentes a las analogías
históricas, a las etapas preparatorias de la segunda guerra mundial, estamos
hoy en 1929 y no en 1933 o en 1938. La marcha hacia la segunda guerra mundial
habría podido ser invertida si Hitler no hubiera tomado el poder, si Franco
hubiera sido derrocado, si el ascenso revolucionario en Francia no hubiera sido
ahogado por el Frente Popular. Las grandes batallas de clase que vendrán en
Europa occidental, en Brasil, en México, en Argentina, en India, en Canadá, en
Africa del Sur, en Japón y sin duda finalmente en Estados Unidos, decidirán la
marcha hacia la tercera guerra mundial y, en consecuencia, la suerte de la
humanidad.
Es posible plantearse la cuestión: ¿es racional
para el capitalismo, incluso dirigido por un personal político de derecha y de
extrema derecha, considerar una "solución" a la crisis a través de la
guerra nuclear mundial? La pregunta en sí misma está mal planteada. La sociedad
burguesa en su conjunto se caracteriza por una combinación sui
géneris de racionalidad parcial y de irracionalidad global. La misma
característica se aplica a los armamentos.
Pero en la medida en que efectivamente existe
un fondo irracional en el proyecto de guerra nuclear, esto no implica en modo
alguno que este proyecto sea irrealizable. Auschwitz era igualmente irracional
desde el punto de vista de los intereses de conjunto del imperialismo alemán,
incluso desde el punto de vista de una guerra imperialista que buscará obtener
la victoria. Sin embargo, Auschwitz fue realizado. Es la presencia del
acostumbramiento político e ideológico de las masas a lo irracional y a lo
monstruoso lo que es decisivo en la etapa actual para el imperialismo en
la perspectiva de la preparación de la guerra.
Este es el objetivo central de la ofensiva, no.
solamente anticomunista, antimarxista, antisocialista, en los medios de
comunicación de masas y en las universidades burguesas, sino también de una
campaña contra la ciencia, contra la razón, contra los ideales de la revolución
burguesa y del Siglo de las luces, incluso contra los ideales igualitarios
elementales presentes en la tradición religiosa judío-cristiana. La barbarie de
las ideas precede la barbarie de los hechos. Por eso es preciso desencadenar
una ofensiva teórica vigorosa para defender contra la bestialidad de frente de
toro, pero dotado de formidables medios materiales de difusión y de presión, al
marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, los derechos iguales de
todos los hombres y de todas las mujeres que habitan nuestro planeta.
Esta contraofensiva se ve hipotecada por una realidad objetiva:
la situación real, económica, social, política, ideológica, cultural, moral en
los países del Este, las sociedades burocratizadas de transición entre el
capitalismo y el socialismo, los Estados obreros burocratizados. Evidentemente
rechazamos toda noción de un "socialismo realmente existente" en
cualquier lugar del mundo que sea. Del mismo modo, rechazamos toda noción según
la cual Marx sería responsable de la práctica de la burocracia soviética, o de
la práctica de la burocracia social-demócrata reformista. En cambio,
registramos un hecho que pesa sobre todos nosotros. Cuando la crisis de los
años 301 había una casi unanimidad en el movimiento obrero mundial alrededor de
la unidad central: el capitalismo está en crisis; la solución, es la
planificación socialista. Hoy, la casi totalidad del proletariado mundial,
incluidos miembros de los Partidos comunistas, ya no encuentran suficiente esta
respuesta.
La razón fundamental que explica este cambio no
es la propaganda imperialista, ni la presión de medios pequeño burgueses
desmoralizados y escépticos, aunque no haya que subestimar la importancia de
estos factores. La razón fundamental es la comprensión, tardía pero saludable,
por parte de la clase obrera internacional, de la realidad económica
y social de los países del Este, tal como ella se ha revelado en forma
clamorosa con el ascenso de la revolución y de la contrarrevolución política en
Polonia. La crisis económica y social en el Este es un factor constitutivo de
la crisis mundial. No es ella idéntica a la crisis capitalista, aunque se vea
influida por ella. Es una crisis específica de esas sociedades. Tiene un peso
muy grande sobre la conciencia media del proletariado internacional. En la
teoría y en la práctica, los marxistas del mundo entero deben tomarla a su
cargo francamente.
Es seguro que una respuesta puramente teórica y
propagandista jamás dará satisfacción suficiente a las grandes masas. Mientras
no exista, en los hechos, un "modelo" de sociedad de transición que
trascienda en forma decisiva los abusos, las aberraciones, los desastres, las
desigualdades, las opresiones que existen hoy en el Este, nuestra respuesta no
convencerá a todo el mundo. Pero esto no significa que haya que esperar la
victoria de la revolución socialista de Occidente y de la revolución política
en el Esté, para defender en forma resuelta la planificación socialista como la
respuesta socialista a la crisis capitalista.
Nosotros decimos que la economía y la sociedad
fundadas en la ciencia y la técnica contemporáneas se han vuelto demasiado
complejas y demasiado preñadas de catástrofes para ser administradas por
algunos "expertos" -por otra parte, cada vez menos competentes- por
algunas minorías elitistas, sean ellas burguesas del Oeste o burocráticas en el
Este. Del mismo modo, creemos que esta crisis mundial es demasiado grave para
que se la deje a la merced de "las leyes objetivas del mercado" que
se cumplen a espaldas de la humanidad.
Esta crisis sólo será resuelta si las masas
toman en sus manos la gestión de sus propios asuntos, de la economía, del Estado,
de la sociedad. Esta crisis sólo será resuelta por la socialización de los
grandes medios de producción, su puesta en funcionamiento planificada sobre la
base de objetivos prioritarios fijados democráticamente con el pluralismo
político indispensable a la democracia, por la masa de los
productores-consumidores mismos, por la gestión de la economía por los
productores asociados, por la creación de una Federación Socialista Mundial,
basada en el poder de los trabajadores, el poder de los consejos obreros y
populares en el mundo entero.
1 de junio de 1983
Traducido de la Revista Sous le drapeau du
socialisme, París, núm. 97-98, junio de 1984, editado enCoyoacan, revista
marxista latinoamericana, -n.17/18-México Enero-junio 1985. Lo reeditaGlobalización,Revista
de Economía, Sociedad y Cultura,en julio del 2003 como una
contribución a las discusiones sobre la actual crisis mundial.
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