Antoni Puig Solé /08/09/2012
La teoría económica convencional explica que la economía de
nuestros días conforma una amalgama de mercados. Hay un mercado de la vivienda,
un mercado de valores, un mercado del cerdo, un mercado de automóviles, un
mercado de medios de comunicación, un mercado de libros,..., y también hay un
mercado de trabajo.
En este
último mercado es donde van a parar las personas con edad y necesidad de
trabajar después de recibir la formación necesaria para maximizar sus
habilidades a la hora de producir los bienes y servicios que los miembros de la
sociedad necesitan y desean. De este modo su trabajo contribuirá a crear
riqueza y se los premiará con una remuneración de tipo salarial y con una serie
de prestaciones sociales asociadas.
Esto es el
que se enseña. Pero no es lo que pasa.
Muy a
menudo, los problemas empiezan con el acceso a la educación que los futuros o
actuales trabajadores necesitan. En este terreno no todo el mundo tiene las
mismas oportunidades ni la misma información.
Después hay
el problema de la demanda, sobre todo, en los momentos de recesión. Si la
demanda de trabajadores se bloquea, entonces el mercado de trabajo se satura y
no hay manera de hacerlo arrancar.
Pero para
muchos trabajadores el problema de la demanda no se limita a la recesión.
También tienen problemas en los momentos de expansión. Esta ha sido la razón
principal por la cual los salarios reales se han estancado o incluso han
retrocedido durante décadas mientras que mucha gente se veía en la necesidad de
aceptar contratos precarios.¿ Recuerdan cuál era la realidad laboral en épocas
de burbuja inmobiliaria?
El supuesto
del modelo original es que a los trabajadores se los remunera en función de su
contribución a la producción a cambio de la cual, como ya hemos dicho, se les
paga un salario. Pero esto se desmiente inmediatamente cuando el mismo modelo
afirma que los salarios dependen directamente de la ley de la oferta y la
demanda.
Esta ley es
uno de los dioses de la economía convencional y ciertamente la ley, a pesar de
no ser divina, existe y funciona en la vida real, y lo hace día tras día.
Pero en el
llamado mercado de trabajo esta ley está mediatizada , y no por la regulación
laboral como dice el modelo oficial, sino todo lo contrario: por la actuación
de los empresarios y del Estado.
Me
explicaré:
Los
empresarios tienen entre sus facultades, la de despedir a los trabajadores y
esto últimamente aún lo tienen más fácil. Por otro lado, gracias al progreso
técnico que los propios empresarios gobiernan, la oferta de fuerza de trabajo
aumenta más rápidamente que su demanda. Se produce así una "superpoblación
relativa" de trabajadores.
Esta
"superpoblacion" incluso se ha llegado a teorizar a través de
un teorema sobre la tasa de paro de equilibrio que ha formulado la economía
neoliberal.
La idea del
teorema es que hay que garantizar una tasa de paro notable por debajo de la
cual no se puede bajar sin desencadenar un exceso de inflación.
Esta tasa
de paro de referencia, que se ha bautizado con el nombre de NAIRU (non
accelerating inflation rate of Unemployment), para los neoliberales tiene la
virtud de llamar al orden a los trabajadores.
De la
aplicación de este teorema perverso se derivan, precisamente, las políticas
para garantizar que la creación de nuevos puestos de trabajo no suponga una
disminución demasiado pronunciada del paro gestionando
"adecuadamente" la temporalidad, la rotación laboral y la entrada de
extranjeros.
Entonces,
¿si la política económica ha de asegurar que la oferta de trabajo supere de
manera eterna la demanda, no estarán los trabajadores condenados
indefinidamente a rebajar sus condiciones laborales?
Por lo
tanto, los capitalistas pueden operar tanto sobre la oferta como sobre la
demanda y pretenden que el Estado se limite a hacer el mismo.
Dado que
los capitalistas conocen la fuerza que les da esta situación privilegiada,
tanto ellos como los economistas a su servicio, reclaman que los salarios y
otros aspectos de la relación laboral, se regulen únicamente por la
negociación individual. Presionan para que la intervención del Estado se limite
a actuar sobre la oferta de mano de obra, garantizando que sea abundante, sana,
calificada y capaz de responder de manera rápida a todas las demandas del
capital.
Un tercer
supuesto del modelo original es que a los trabajadores se les paga por su
contribución a la productividad marginal. Pero la experiencia nos demuestra que
los incrementos de productividad a menudo acaban convirtiéndose en un problema
para estos trabajadores. Esto precisamente fue lo que en el siglo XIX condujo a
la desesperación a buena parte de los operarios cuando aparecieron las
primeras máquinas industriales. Durante los últimos años, por ejemplo, el paro
se ha multiplicado y los salarios han retrocedido mientras que la productividad
ha seguido aumentando, incluso (o sobre todo) en momentos de crisis.
Así que la
cadena de acontecimientos que según el modelo académico supone que generan un
mercado laboral saludable se ha roto en tres puntos clave: el acceso
insuficiente a la educación, sobre todo por las personas con una situación
económica más débil, la carencia de demanda de mano de obra suficiente, y los
beneficios del crecimiento de la productividad que no se comparten
equitativamente sino que se los apropia el capital.
¿Cómo se puede
arreglar este desaguisado? ¿Qué iniciativas políticas pueden poner las bases
para que la cadena funcione?
Las
soluciones son muy conocidas y se derivan de los diagnósticos:
- un mejor acceso y mejor calidad
en todos los niveles de la educación / formación,
- políticas de demanda basadas en
el pleno empleo,
- negociación colectiva potente y
garantizada a través de un marco sólido de relaciones laborales.
Pero hoy, las cosas, gobernadas a través de las políticas
neoliberales, van precisamente en la dirección opuesta. Entonces, ¿qué salida
les queda a los trabajadores?
Yo sé que
ahora, a pesar de que los medios lo esconden, ya hay mucha gente que está
luchando. Lo hacen los maestros y los profesores, los trabajadores de la
sanidad y así sucesivamente.
De hecho los
trabajadores son superiores en número y de aquí viene su fuerza, pero no en
recursos y en posición social. Los medios de comunicación hablan constantemente
de los empresarios como los grandes generadores de empelo, olvidando que
quienes verdaderamente generan riqueza son los trabajadores.
El mercado
laboral necesita reparaciones serias, pero ahora la gente más poderosa y con
más recursos tiene en exclusiva el derecho de decir que tenemos que arreglar y
que no tenemos que arreglar y su mensaje tiene un gran impacto. Mientras, el
bipartidismo oficial no ha hecho más que dar forma legal a este mensaje a
través de sucesivas reformas laborales.
Así que si
usted quiere ayudar a las personas en paro y a las que a pesar de tener trabajo
se ven en la necesidad de trabajar en precario, deberían preguntarse: ¿ hay
alguna otra salida que no sea la lucha y la unidad de los propios trabajadores?
¿Tal como están las cosas ahora, no deberíamos saldar cuentas con los
grandes partidos que han dado lugar al actual sistema político bipartidista
imperfecto y se han encargado de hacer prosperar reformas laborales
precaritzadoras?
Pero yo,
incluso me atrevería a formular una pregunta más osada: ¿puede tener éxito la
lucha, si finalmente no toma un talante claramente anticapitalista y si no se
articula una formación política unitaria capaz de dar consistencia política a
todo ello?
Tomado del blog de Antoni Puig Solé
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