Yanis Varoufakis /10/09/2012
En abril de 2011 escribí un
artículo con este título (It is
the German banks stupid), en el que sostuve que la razón primordial por la
que Europa estaba permitiendo una crisis de deuda totalmente evitable que iba a
engullir a la Periferia era el lamentable estado de los bancos alemanes, así
como la determinación del gobierno alemán de no hacer nada que pudiera dejar al
descubierto la precaria situación de esos bancos. Llamé a eso la Gran
Encrucijada Bancaria: cómo lidiar con las deudas públicas de la Periferia sin
poner al descubierto los agujeros negros de la banca privada alemana (y aunque
menos, francesa). En ese artículo, manifesté mi opinión de que los poderes que
cuentan en Francfort y en Berlín andaban muy ocupados y preocupados con la
banca alemana:
“Sólo que lo hacen en secreto,
a puerta cerrada, luchando por encontrar una solución a la Gran Encrucijada
Bancaria a espaldas de los pueblos de Europa y lejos de los focos de la opinión
pública. Sus deliberaciones se hallan ahora en una nueva fase, inducida por la
crisis de la deuda griega. O mucho me equivoco, o la crisis de Grecia, por
monstruosa que resulte para los parámetros griegos, no es sino una preocupación
muy menor para los países europeos superavitarios. Una suma bruta situada entre
200 y 300 mil millones de euros podría reestructurarse muy fácilmente, o al
menos resultar de una u otra manera perfectamente abordable. Su relevancia
tiene que ver con la oportunidad que brinda a Alemania para revisar
completamente el desastre que es el sistema bancario europeo. La
reestructuración de la deuda griega, con sus repercusiones para los bancos
europeos, es un útil estudio de caso: un ensayo general, una excusa para
empezar un proceso en el que se tome más en serio la Gran Encrucijada
Bancaria.”
Desde que escribí eso ha
corrido mucho agua bajo los puentes. La deuda griega fue reestructurada casi un
año después (y pronto volverá a reestructurarse), y lo que es más importante,
las pérdidas bancarias han sido masivamente transferidas a los contribuyentes
de la Europa septentrional por estas dos vías: a) acuerdos gargantuescos de
“préstamos” de rescate con cuatro países de la Eurozona (Grecia, Irlanda,
Portugal y, ahora, Chipre más un país harto más significativo, España); b) las
políticas LTROs [1] del BCE han bombeado liquidez por un monto
de 1 billón de euros hacia bancos de la Eurozona en su mayor parte insolventes.
Trágicamente, esa
transferencia de “dolor” a gran escala de los bancos a los contribuyentes a
través de las instituciones de la Eurozona no ha contribuido para nada a
detener la crisis. ¿Y por qué habría de ser de otra manera? A falta de
instituir las herramientas institucionales necesarias para revertir el efecto
dominó, una mera transferencia de dolor de una entidad insolvente a otra no
proporciona alivio alguno. De modo que nos encontramos ahora en una fase de
avanzada desintegración del área de la moneda común. Hace sólo unos días, el
propio BCE reveló la magnitud de ka desintegración: las empresas españolas
pequeñas y medianas pagan tasas de interés que están, de promedio, 210 puntos
básicos por encima de las que pagan las empresas alemanas comparables para
conseguir empréstitos de hasta un millón de euros.
Si se recuerda que la idea de
una moneda única en un mercado único era crear las condiciones para que se
diera la convergencia de precios de bienes homogéneos (¡y la moneda tenía que
ser el más homogéneo de todos los bienes!), un diferencial de 210 puntos
básicos para empresas de rentabilidad comparable, ubicadas en la misma zona
económica, no sólo bordea lo escandaloso, sino que es manifiestamente
insostenible. Mientras los mercados funcionan apropiadamente, el “precio del
dinero” (la tasa de interés) debería ser igual en las diferentes regiones de la
misma zona monetaria cuando los prestatarios resultan similares en punto a
credibilidad, rentabilidad, expectativas, etc. Cuando se constata un inmenso
diferencial de 210 puntos básicos entre agentes comparables del sector privado,
cortesía sólo de su emplazamiento geográfico, sabemos con certeza que nuestra
unión monetaria ha dejado de funcionar.
No hay nada discutible o
problemático en esa afirmación. Nuestros políticos saben que esa es, en efecto,
la situación en la que estamos. Así lo dejaron dicho en la Cumbre de la UE del
pasado mes de junio, cuando acordaron instituir una unión bancaria como medio
de revertir el proceso de desintegración. Unas pocas semanas después, el Señor
Draghi reveló también no albergar la menor duda al respecto, declarando
categóricamente que el BCE actuaría decisivamente y anunciando un gran… anuncio
para el venidero 6 de septiembre. ¿Qué habría que esperar? ¿A qué distancia se
quedará el anuncio del Señor Draghi de lo que el quiere anunciar?
La cosa no ofrece duda: Draghi
quiere que el BCE juegue una papel actuvo en la supervisión de la unión
bancaria (supervisando los bancos de toda la Eurozona y, asimismo, haciéndose
con el poder para liquidarlos si se juzgan insolventes). Sabemos eso, porque él
mismo lo ha dicho, y porque ha expresado también una clara voluntad de
intervenir asimismo en los mercados de bonos, especialmente en los de Italia y
España, a fin de poner brida a los enormes diferenciales que impiden al BCE
aumentar el suministro monetario a (o reducir los tipos de interés de) la
Periferia. ¿Le permitirán hacerlo? ¿O se atravesará en su camino la oposición
de Alemania?
Veremos. Pero de lo que ya
tenemos indicios es de que, en efecto, se atravesarán en el camino de Draghi.
El pasado 30 de agosto, el ministro alemán de finanzas dio el raro paso de
escribir un artículo para Financial Times titulado How
to protect EU taxpayers against bank failures [“Cómo proteger al
contribuyente de la UE de las quiebras bancarias”]. Una lectura apresurada
podría confundir al lector y llevarle a la conclusión de que el Sr. Schäuble
está completamente a favor de centralizar la supervisión bancaria bajo los
auspicios del BCE del Sr. Draghi. Pero es todo lo contrario. Leído con
detenimiento, su artículo es un manifiesto a favor de que el BCE deje de jugar
un papel decisivo en la supervisión y la liquidación bancarias. “No podemos
esperar que un perro guardián europeo supervise directamente todos las
entidades crediticias regionales –6.000, sólo en la Eurozona— de modo
efectivo”, scribía el ministro alemán de finanzas. Lectura descodificada: la
supervisión nacional de los bancos seguirá tal cual. El BCE observará por
encima de las espaldas de los supervisores nacionales, sin poderes efectivos
para despedir a directores, imponer inyecciones de capital o, si es necesario,
liquidar bancos. Dicho de otra manera: cuando el Sr. Schäuble sugiere que el
BCE “debería centrar su supervisión directa en aquellos bancos que pueden
significar un riesgo sistémico a nivel europeo”, parece decir que la Deutsche
Bank debe ser supervisada por el BCE, pero no las Cajas de Ahorro provinciales,
Bankia, Dexia y todos los bancos, más pequeños, cuyos destinos están
inextricablemente unidos a oros bancos grandes como la Deutsche Bank (incluidas
sus propias filiales, a menudo en la sombra). [1] Eso monta
tanto como sugerir que el BCE será un banco supervisor sólo de nombre. En una
palabra: el ministro alemán de finanzas se lanzó a las páginas del Financial
Times para paralizar al Sr. Draghi con la siguiente tesis,
convenientemente camuflada: “El BCE tendrá un papel ceremonial como supervisor
bancario, posiblemente con el encargo de supervisar los bancos españoles,
italianos y griegos, pero en lo que hace a los bancos alemanes, se le dirá
inequívocamente que se mantenga al margen. Los bancos alemanes no están
sometidos a supervisión genuina, no-alemana. Punto.”
Análogamente con las compras
de bonos que el Sr. Draghi sabe cruciales para que el BCE recupere cierto
control sobre las tasas de interés pagadas por la Periferia. El gobierno alemán
está deseoso de ver al Sr. Draghi hacer lo necesario para comprarle otro año de
vida a la Eurozona (como hizo hace ahora un año con LTRO), pero no de arreglar
el sistema de una vez por todas. Un solución definitiva daría impulso a una
verdadera unión bancaria, y eso es lo que de ninguna manera quieren los bancos
privados radicados en Francfort.
De manera, pues, que no se
sorprendan ustedes cuando oigan al Sr. Draghi declarar que el BCE: a) tendrá un
papel limitado en la supervisión bancaria; y b) comprará sólo bonos italianos y
españoles a corto plazo, buscando rebajar los diferenciales de deuda con
vencimientos inferiores a uno o dos años. La receta se la han dictado, y
refleja un objetivo de todo punto singular: seguir a la diestra de los
banqueros alemanes.
Conclusión
El área de la moneda común
está rota. De hecho, ya no existe un área de moneda común, sino, más bien, un
área en la que se usa la misma moneda. Para empezar a recomponer este sistema
hecho añicos sin adoptar medidas radicales (como las que sugerimos nosotros en
la Modest
Proposal), el BCE tiene que convertirse en el equivalente de la FDIC [el
instituto federal de garantía de depósitos norteamericano] y de la Fed, y debe,
además, trabajar para convertir los mecanismos europeos de estabilidad
financiera (EFSF-ESM) en la TARP europea. Al propio tiempo, tiene que lanzar
una programa de flexibilización cuantitativa (QE) asimétrico destinado a la
Periferia, a fin de restaurar los circuitos de una unión monetaria propiamente
dicha.
Mucho me temo que,
desgraciadamente, al BCE no se le permitirá hacer nada de eso.
O yo ando muy equivocado, o el anuncio del Sr. Draghi el próximo 6 de
septiembre [2] mostrará que el papel de supervisión bancaria
del BCE, de todo punto crucial, es saboteado por una Alemania resuelta a
mantener a flote la relación, tan promiscuamente insana, entre la banca privada
alemana y los políticos alemanes. En lo atinente a la flexibilización
cuantitativa (QE), al BCE sólo se le permitirá embarcarse en un programa de
compras de manera limitada, que es como comprarle a la Eurozona un poco más de
tiempo, durante el cual seguirá estancada.[2]
NOTA: [1] LTRO
es la sigla de Long-Term Refinancing Operation, operación de refinanciamiento a
largo plazo. Es un método de financiamiento iniciado por el Banco Central
Europeo (BCE) en diciembre del 2011, por lo cual el BCE prestó a los bancos
europeos que le solicitaran dinero a devolver en tres años a una tasa de
interés de 1 por ciento. A finales de febrero del 2012, el BCE organizó una
segunda subasta de préstamos a la banca, conocida como LTRO 2. Entre ambas
operaciones de crédito, el BCE prestó a la banca europea cerca de 1,000
millones de euros. El objetivo del LTRO fue el financiamiento a baja tasa de
interés otorgado por el BCE a la banca, en primer lugar para evitar el colapso
del sistema bancario europeo, ya que la banca europea estaba teniendo dificultades
para poderse financiar en los mercados. [N.T.] [2] No
se equivocó en el pronóstico; fue tal cual lo predijo Varoufakis. [N.T.]. [3] En
un artículo
escrito después de publicar yo esta nota y aparecido también en el Financial
Times, Wolfgang Münchau comenta que el Sr. Schäuble trata la unión bancaria
como si fuera un medio para robustecer la competencia en el sector bancario
(centrándose, pues, sólo en los grandes bancos), cuando la cuestión es
supervisar sus estrategias especulativas y la envergadura de la insolvencia por
ellos ocultada.
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