Vicenç Navarro /27/09/2012
Ante la enorme crisis
financiera y económica existente en España, hay tres alternativas. Una es
continuar las políticas de austeridad del gobierno del Partido Popular,
siguiendo las instrucciones del Consejo Europeo (dominado por conservadores y
neoliberales), de la Comisión Europea (de clara orientación conservadora
neoliberal) y del Banco Central Europeo (bajo la enorme influencia del
Bundesbank, el banco central alemán, que ha sido definido irónicamente y con
bastante certeza, como el Vaticano del neoliberalismo), máximo exponente de la
banca alemana.
Estas políticas conducen inevitablemente a una situación de
recesión, bordeando la depresión, por muchos años. Su eje central es un ataque
frontal al mundo del trabajo, al Estado del Bienestar y a la democracia. La
evidencia de ello es robusta y abrumadora. Su máxima expresión es lo que está
ocurriendo a Grecia. Detrás de esta estrategia está el capital financiero (que
hoy domina el comportamiento, no sólo financiero, sino también económico, de la
Eurozona), así como el capital de las grandes empresas. Esta opción es, sin
lugar a dudas, la peor. Esperar que las políticas de lo que se llama
“austeridad expansiva” sean eficaces para estimular la economía y salir de la
recesión pertenece al terreno del dogma neoliberal, aceptado por mucho tiempo
por las izquierdas gobernantes que están llevando a España, a Europa y al mundo
al desastre.
Otra alternativa es seguir
unas políticas casi opuestas a las políticas de austeridad. Esta alternativa
estaría inspirada en las políticas expansivas del New Deal a principios del
siglo XX en EEUU y en las también políticas expansivas de los años cincuenta y
sesenta que siguieron la mayoría de países en Europa, estimuladas por el Plan
Marshall. Tales políticas expansivas, llevadas a cabo a ambos lados del
Atlántico, permitieron que EEUU y la Europa Occidental salieran de la Gran
Depresión. La aplicación de tales políticas en España y en la UE implicaría un
gran aumento del gasto publico que tendría como objetivo crear empleo y, a través
de él, aumentar la demanda doméstica y estimular la economía. Tales políticas
tendrían como centro de su estrategia, el estímulo del crecimiento, tanto a
nivel de España, como a nivel de la UE. En contra de lo que sostiene la
sabiduría convencional, esta estrategia sería posible desarrollarla incluso en
España, aún cuando su desempeño sería más sencillo si tales políticas fueran
también realizadas a nivel de la Eurozona y de la UE.
Se me dirá que el gobierno
francés ha iniciado ya este camino. Pero, como he escrito recientemente, tal
gobierno ha firmado el Pacto Fiscal que obliga a los Estados a tener
presupuestos equilibrados, sin cuestionar tampoco el Pacto de Estabilidad, que
es el que está determinando los enormes recortes de gasto público que se están
realizando en los países de la Eurozona. No pueden desarrollarse políticas de
crecimiento sin cuestionar tales pactos. El hecho de que el gobierno
socialista francés acabe de proponer al Parlamento francés que se apruebe tal
Pacto Fiscal, es un indicador de la poca probabilidad que tal alternativa
expansionista tenga lugar en aquel país.
No descarto que las crecientes
movilizaciones populares, liderados por los sindicatos, y el crecimiento de los
partidos de izquierda, a la izquierda de los partidos socialdemócratas
gobernantes, vayan moviendo a tales partidos hacia posturas más coherentes con
su discurso pro-crecimiento. Pero esta posibilidad permanece en el aire. No la
descarto (y sería mi preferencia personal), pero soy escéptico. Los partidos
socialdemócratas no han hecho la autocrítica que deberían realizar que
conllevase un cambio muy sustancial de sus políticas económicas. La
socialdemocracia española y catalana son un claro ejemplo de ello. Las
políticas económicas que están proponiendo asumen que la economía se recuperará
a base del aumento de las exportaciones, sin comprender que el elemento clave
de tal recuperación pasa por un aumento de la demanda doméstica.
Esto nos lleva a la tercera
alternativa, que no es mi primera opción, pero cada vez creo más que es la
única opción que nos queda, puesto que, como he dicho antes, la peor opción es
continuar la situación actual. Y esta tercera opción es la salida de España del
euro. Haber llegado a esta conclusión deriva de mi entendimiento de que España
no tiene las herramientas e instrumentos para salir de la crisis. No puede ni
devaluar la moneda, para hacer España más competitiva, ni el Estado puede
protegerse de la especulación financiera, al no tener un Banco Central que la
proteja. Ello es intolerable. A no ser que estas herramientas se recuperen,
España, en el marco actual de la Eurozona, no puede recuperarse. En
realidad, no es por casualidad que Gran Bretaña y Suecia estén iniciando
políticas expansivas, pues ambos países tienen moneda propia y su propio Banco
Central.
Los argumentos que se han
aducido en contra de tal salida del euro en la mayoría de los medios, son tan
sesgados que carecen de credibilidad. Veamos. Uno de ellos es que España, a
partir de la salida del euro, tendría cerrada la posibilidad de pedir dinero
prestado en los mercados financieros. El mismo argumento se utilizó, por
cierto, con muchos países, incluida Argentina (cuándo ésta se separó del
dólar), sin que la realidad corroborara este hecho. Hoy el sistema financiero
es multipolar, y no existe hoy en el mundo escasez, ni de liquidez ni de
crédito. Antes al contrario. Hoy el mundo está inundado de dinero. Existe una
excesiva acumulación de capital financiero. El problema es falta de demanda por
parte de la mayoría de las poblaciones. Tal escasez en España está
artificialmente creada (y diseñada desde el principio por los creadores del
euro y del BCE). Hoy España podría conseguir crédito a intereses mucho más
bajos si no estuviera en el euro. Suecia y Gran Bretaña, ambas en la UE, pero
no en la Eurozona, no tienen dificultades en obtener crédito.
Otro argumento que se ha
utilizado se basa en la ignorancia respecto a algunos hechos. Se ha repetido en
muchas ocasiones que Argentina se pudo recuperar muy pronto (sólo seis meses
necesitó para crecer de nuevo después de salirse del euro) como consecuencia de
la gran demanda de sus productos naturales en una economía mundial muy
expansiva. Tal argumento desconoce que la recuperación argentina no se basó en
el crecimiento de las exportaciones, sino en el crecimiento de la demanda
doméstica.
Un argumento que tiene mayor
validez, sin embargo, es el riesgo del crecimiento de la inflación, resultado
de que su banco central imprimiera mucha moneda para apoyar las políticas
expansivas. Este riesgo es real. Ahora bien, entre dos males menores, es
preferible una elevada inflación con bajo desempleo y elevado crecimiento, que
la situación actual, con bajo crecimiento, con enorme desempleo, y en recesión.
Admito que la salida del euro
no sería un proceso fácil. Pero este argumento –la dificultad de salirse del
euro- tiene que evaluarse a la luz de los costes humanos, sociales y económicos
de mantenernos en el euro. Las propuestas de salirse de la crisis, dentro del
euro, a base de potenciar las exportaciones (tal como están proponiendo, no
sólo los equipos económicos del Partido Popular, sino también del PSOE y del
PSC), ignoran (repito lo que dije antes) que el mayor problema de la economía
española es la enorme paralización de la demanda doméstica. Tal como he
subrayado, el sector exportador ha ido creciendo en España, mientras que la
economía ha ido colapsándose, año tras año. La solución pasa por un aumento de
la demanda que no puede resolverse a no ser que se rompa con las políticas
impuestas por las autoridades en la Eurozona y el FMI. Es interesante notar que
los dos Estados citados anteriormente, el británico y el sueco (ambos
gobernados por partidos conservadores) han concluido que sin políticas
expansivas, de estímulo económico, no se recuperarán de su bajón económico.
Pero como dije antes, ambos pueden hacerlo porque tienen su propio Banco
Central y su propia moneda. De ahí que, aún cuando la deuda británica sea mayor
que la española (que es relativamente baja), los intereses de su deuda pública
sean mucho más bajos, y ninguno de los dos, Gran Bretaña y Suecia, tienen una
elevada inflación. El hecho de que hubiera un riesgo de elevada inflación no
tiene por qué concluirse que la salida del euro en España conduciría a una
inflación elevada que afectara la eficiencia de la economía española.
Una última observación. Es de
una enorme torpeza que ninguno de los dos partidos mayoritarios, con capacidad
de gobernar a España haya amenazado con salirse del euro. Lo que menos desean
Alemania y su banca es que España salga del euro. El Estado español debería
utilizar tal amenaza como baza negociadora en sus discusiones con la troika. El
hecho de que no lo haga muestra su grado de dependencia.
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