Alejandro Nadal /24/10/2012
La teoría económica convencional tiene una idea absurda sobre
los orígenes del dinero. En el fondo es un disparate, pero tiene muchas
implicaciones en materia de regulación bancaria, reservas y política monetaria.
Lo más grave es que la gran mayoría de los economistas creen en la explicación
convencional de la ortodoxia sobre los orígenes del dinero.
La narrativa de la teoría dominante corre desde Adam Smith
hasta nuestros días. La historia es sencilla: en el principio los seres
humanos, por su propensión natural al intercambio, estuvieron involucrados en
operaciones de trueque. Poco a poco se percataron que los costos de cada
transacción eran muy elevados: el trueque requiere una doble coincidencia de
necesidades y, cuando esta condición no se cumple, la transacción no se puede
llevar a cabo. Por lo tanto, el trueque es una operación complicada y para
facilitar los intercambios se introdujo el dinero. Al pasar el tiempo, el
dinero evolucionó hasta llegar a las monedas acuñadas, el dinero fiduciario,
las tarjetas de crédito y los cajeros automáticos.
Para la teoría económica el dinero siempre ha sido una tecnología
de transacciones. En una magnífica pero equivocada metáfora, John Stuart Mill
afirmó (en sus Principios de economía política) que el dinero
es una máquina que permite realizar, de manera más cómoda, aquello que puede
realizarse sin ella. Esto significa que el instrumento monetario es accesorio y
no es esencial para realizar los intercambios: éstos pueden realizarse sin
ella, aunque con mayores dificultades. En consecuencia, en su programa de
investigación la teoría económica decidió que para analizar la esencia del
proceso de mercado había que hacer a un lado el dinero.
Desde el punto de vista de la teoría económica, lo que
siguió es un verdadero desastre: la introducción del dinero en la teoría
económica no ha sido una tarea fácil. La mejor demostración de que el
pensamiento económico neoclásico se perdió en un callejón sin salida al escoger
este enfoque es que la teoría más sofisticada sobre el mercado, la teoría de
equilibrio general, no tolera la presencia de la moneda. Este problema
(planteado en 1965 por Frank Hahn) se debe a que el dinero fiduciario no tiene
utilidad propia y para que funcione como medio de pago es necesario postular
que siempre tendrá un precio positivo, lo que simplemente esconde el problema
debajo de la alfombra.
Vale la pena señalar que la teoría de equilibrio general,
con todos sus muy importantes defectos, ha sido el principal instrumento para
defender los postulados del neoliberalismo. A la luz de lo que acabamos de
señalar, eso es un escándalo: el principal instrumento para justificar la
desregulación financiera es un modelo que describe (y muy mal) una ¡economía de
trueque!
En 1971 se demostró algo sorprendente: en un modelo de
trueque en el que las transacciones se llevan a cabo de manera descentralizada,
los intercambios no necesariamente se llevan a cabo. La razón es la misma que
hemos ya anunciado arriba, a saber que la doble coincidencia de necesidades no
siempre se verifica y eso lleva a un bloqueo en los intercambios.
La narrativa dominante sobre el origen del dinero quedó
hecha pedazos. Si el trueque generalizado y descentralizado no es posible,
entonces no se puede afirmar que primero fue el trueque y después vino la
moneda. Lo más importante es que quedó demostrado que el dinero no es una
tecnología para agilizar transacciones, sino que es la condición de posibilidad
de los intercambios. El análisis lógico demuestra que nunca hubo un mercado sin
dinero. El análisis antropológico e histórico revela una historia mucho más
interesante e inquietante.
En las obras de Michael Polanyi, de John Maynard Keynes y de
L. Randall Wray encontramos otro tipo de análisis en el que el trueque no
conduce al dinero. Polanyi explica con gran lucidez y elegancia cómo los
intercambios sin dinero constituían operaciones en un mercado que no
dominaba a la sociedad. Para Keynes el dinero como unidad de cuenta nace y se
desarrolla de manera conjunta con el endeudamiento, no con los intercambios.
Para Randall Wray las deudas privadas fueron acompañadas de instrumentos de
crédito elementales que fueron cristalizando una unidad de cuenta social.
De este modo, la estandarización de la unidad de cuenta es
una fase crucial en el surgimiento del dinero. El origen del dinero está en el
surgimiento de un sistema de deudas privadas que son reconocidas en una unidad
de cuenta que gradualmente adquiere reconocimiento social como una útil
referencia para el pago puntual y preciso de las deudas. En consecuencia, el
mercado es un espacio en el que los participantes buscan dotarse de medios de
pago medidos en la unidad de cuenta de referencia para pagar deudas. Aquí
encontramos el embrión de la acumulación capitalista: el mercado no es un
espacio para el trueque sino para la obtención de los medios de pago de deudas.
Se abre la puerta a una teoría monetaria de la producción.
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