Alejandro Nadal /21/11/2012
En los orígenes y marco
institucional de la unión monetaria europea se encuentran los elementos para
interpretar la crisis. Lo cierto es que nunca antes en la historia se había
intentado establecer una moneda común sobre bases tan erradas. El resultado fue
una bomba de tiempo. En el capitalismo las crisis son la norma y la detonación
no se hizo esperar.
Hay que señalarlo desde el
principio: en la creación del euro hay un rompimiento, sin paralelo en la
historia, entre el control de la creación monetaria y el poder soberano de los
Estados.
Para variar, la teoría
económica convencional contribuyó lo suyo para preparar el terreno. El llamado
paradigma de la zona monetaria óptima (ZMO) es una pieza fundamental en todo
este embrollo. Este instrumento se origina en los trabajos de Robert Mundell
(otro premio Nobel de economía) y se usa para analizar las ventajas y
desventajas de adoptar una moneda común. Las ventajas se expresan en términos
de la reducción en los costos de transacción, mientras que las desventajas se
encuentran en las dificultades para realizar ajustes. Esta teoría descansa en
bases equivocadas.
La teoría de la ZMO sostiene
que una unión monetaria se justifica cuando las desigualdades entre economías
son lo suficientemente débiles como para ser manejadas por una política
monetaria común. De acuerdo con este razonamiento, se proponen cuatro
principios para determinar si las asimetrías son manejables o no. Los primeros
dos requisitos son la movilidad laboral y la ausencia de restricciones a la
circulación de capitales. Otro elemento es que la evolución de las economías
que consideren ingresar a la unión monetaria debe ser comparable: en especial,
los ciclos económicos deben ser similares. De lo contrario, el nuevo banco
central no podría aplicar una política macroeconómica coherente (tendría que
promover el crecimiento en una región al tiempo de moderarlo en otra con los
mismos instrumentos). A principios de los años noventa se consideró que un
grupo de países de la Unión Europea cumplía con esos tres principios.
Otro criterio utilizado para
considerar la creación de una unión monetaria es el de las transferencias
fiscales. La política fiscal desempeña un papel fundamental en la reducción de
las asimetrías en una región, y por ello la propia teoría de la zona monetaria
óptima aconseja la existencia de un espacio fiscal común, en paralelo al
espacio de la unión monetaria. Pero en el caso de la unión monetaria europea
este vínculo entre el poder soberano, la creación monetaria y la política
fiscal se rompió. Mientras la política monetaria se transfería a un órgano
supranacional que no rinde cuentas a nadie, la política fiscal quedó relegada
al nivel nacional. Para rematar, se separaron las funciones de tesorería que
los bancos centrales podían desempeñar y se restringió la posibilidad de
recurrir a déficits fiscales. De golpe, los estados miembros perdieron la
capacidad de recurrir a la autoridad monetaria para financiar su deuda y
quedaron sometidos a la disciplina de los agentes financieros privados.
Ahora bien, la propaganda
política del neoliberalismo considera que esto es algo positivo. Su argumento
está basado en una teoría económica que sostiene que el mercado es un mecanismo
auto-regulado y que el dinero es un invento de los agentes económicos (léase, el
sector privado) para reducir los costos de transacción asociados al trueque. El
corolario de todo esto es que es necesario evitar que la política contamine las
decisiones puramente técnicas que deben regir la política monetaria.
Pero ni los mercados se auto-regulan,
ni el dinero fue un invento de los agentes del sector privado, ni es cierto que
la estabilidad macroeconómica se mantenga a través de la separación entre
fiscalidad y soberanía monetaria. El rompimiento entre política monetaria y
política fiscal se justificó (en contra de lo que afirmaba la propia teoría de
la ZMO) porque en la ideología neoliberal la fiscalidad no desempeña una
función importante debido a que sus efectos se cancelan por las expectativas de
los agentes. En este tema el contraste entre Mundell y Lucas no puede ser más
evidente. La verdad es que siempre se ha sabido que la teoría de las
expectativas racionales es un engendro absurdo y que como guía de la política
macroeconómica responde a un enfoque estrictamente ideológico. En la creación
del euro esta pseudo-teoría sirvió para justificar un marco institucional
aberrante.
Los orígenes del dinero no
están relacionados con una pretendida innovación técnica del sector privado
para minimizar los costos de transacción. La antropología, la historia y la
numismática enseñan que el dinero surge relacionado con sistemas de deuda y,
sobre todo, con el poder soberano para fijar impuestos que sólo podían ser
pagados en la moneda de curso legal. Esto es lo que explica la estrecha
relación entre poder soberano y regulación monetaria. Los arquitectos de la
unión monetaria europea rompieron este vínculo y sentaron las bases de la
crisis actual.
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