Michael Roberts /30/12/12
El presidente Obama y la Cámara de Representantes de EE UU, de mayoría republicana, están enfrascados en una batalla para encontrar la manera de superar lo que se ha llamado "el abismo fiscal" ante el que se encuentra la economía de EE UU este año nuevo. El abismo fiscal es una metáfora que describe el aumento automático de diferentes impuestos y las reducciones en el gasto público que se aplicarán a partir de principios de 2013.
Sucederá a causa de toda una serie de recortes de impuestos y exenciones fiscales, que la administración Bush adoptó como medidas "temporales" y con caducidad anual a menos que el Congreso las renovase. Y hay otras medidas, como la exención de la contribución a la seguridad social de los empresarios –que se adoptó para evitar despidos-, así como otros recortes automáticos en el gasto acordados, que se aplicarán si el Presidente y el Congreso no se ponen de acuerdo en un plan para controlar el gasto y reducir la deuda pública el resto de la década.
Si el abismo fiscal entra en juego, se estima que se producirá un aumento neto de impuestos y reducciones en el gasto de más de 600 mil millones de dólares, el 4% del PIB. El miedo es que es un golpe tan grande a una economía que crece sólo un 2% anual en términos reales que, si se permite que ocurra, hundirá de nuevo a la economía de EE UU en la recesión.
La mala noticia para los hogares estadounidenses medios es que tanto el Presidente como el Congreso están de acuerdo en que el déficit fiscal anual del gobierno y el volumen de deuda del gobierno federal deben reducirse. La diferencia entre ellos es sólo acerca de si debe hacer principalmente subiendo los impuestos o recortando el gasto público.
Pero incluso en este caso la diferencia es mínima: el Presidente no quiere que los recortes de impuestos que expiran sean renovados para quienes ganan más de 250.000 dólares al año, mientras que los republicanos defienden que el recorte de impuestos sea renovado para todos. En términos prácticos la diferencia en el ahorro total del presupuesto es insignificante. El verdadero objetivo es demostrar al electorado que acaba de reelegir a Obama con el compromiso de mantener servicios públicos esenciales y hacer que los muy ricos paguen más equitativamente la parte que en justicia les toca que el Presidente es capaz de cumplir su promesa.
Sin embargo, la eliminación de los recortes de impuestos de Bush para quienes ganan más de 250.000 dólares al año solo afecta al 2% de los contribuyentes. El compromiso más probable estará alrededor de los 500.000 dólares. Por lo que no más del 1% pagará más en 2013 que en 2012.
Irónicamente, el gobierno de Obama propone un plan presupuestario a largo plazo que se traduciría en ¡una mayor reducción del déficit en 2020 que lo que proponen los republicanos! La razón es que, a pesar que los republicanos quieren grandes recortes del gasto público, defienden un aumento mucho menor de impuestos. Así que, como bajo los anteriores presidentes republicanos Reagan y Bush, el déficit fiscal sería mayor que con Clinton o, en su caso, Obama.
Los republicanos quieren diezmar los principales programas gubernamentales de asistencia social, programas como Medicare, Medicaid y los subsidios de desempleo y seguridad social. Unos programa que ya no dan abasto para satisfacer las necesidades de los cada vez más numerosos pobres, discapacitados y ancianos de Estados Unidos. Aun así, ahorrarían menos que los planes de Obama porque los republicanos no quieren reducir el gasto en defensa y seguridad interior.
Las propuestas de Obama protegen los programas sociales y en su lugar proponen una reducción significativa de los servicios en los llamados gastos discrecionales, como la educación, la defensa y los servicios generales, como los parques nacionales, medio ambiente, etc Por ejemplo, los servicios de salud mental han sido recortados por gobiernos anteriores y, como resultado, personas con enfermedades graves y peligrosas cometen más actos de violencia como la masacre de la escuela de Connecticut. Y sin embargo, ambos partidos planean más recortes del gasto federal en estas áreas, cuando en los presupuestos de los estados ya han sido eliminadas.
El gasto discrecional del gobierno federal se encuentra actualmente en su mínimo histórico y caerá aún más. Lo que significará que el gobierno federal no será capaz de prestar servicios públicos decentes a los estadounidenses en esta década y en el futuro. Recuerda el famoso aforismo del economista keynesiano radical JK Galbraith en 1960 de que en Estados Unidos hay "riqueza privada y miseria pública". Sólo que ahora, incluso la riqueza privada es inalcanzable para la mayoría de los estadounidenses.
Obama y el Congreso acabarán por llegar a un acuerdo chapucero que dejará a los pensionistas, los discapacitados, los enfermos, los desempleados y los trabajadores pobres de Estados Unidos en peor situación en esta década. Es inquietante leer en la columna del New Tork Times de Paul Krugman que dudaba angustiosamente sobre si Obama debería aceptar un acuerdo que "protegiera" Medicare y los subsidios de la seguridad social a costa de reducir las pensiones y los umbrales fiscales erosionados por la inflación anual al modificar su indexación del índice de precios al consumidor (CPI-U) a lo que se llama el índice encadenado (C-CPI-U).
U significa consumidores urbanos, es decir, el 87% de los estadounidenses. El índice encadenado ha crecido más lentamente que el índice estándar, ya que intenta dar cuenta de la sustitución en el gasto por alternativas más baratas en la cesta de la compra. La consecuencia de usar el IPC encadenado sería reducir el incremento anual de las pensiones y de los umbrales de impuestos en un 5% durante 12 años, golpeando al nivel de vida del hogar estadounidenses medio seis veces más que a los ricos. En el caso de una jubilación promedio, las pensiones futuras se reducirían un 10%.
Algunos keynesianos parecen dispuestos a aceptar un acuerdo tan chapucero. Es más, como economista demócrata Larry Summers reveló en un reciente artículo en el Financial Times, ni siquiera defienden un sistema impositivo progresivo en el que se pague más a medida que aumenten los ingresos o los beneficios empresariales, que son los más bajos desde 1945. Summers solo quiere aumentar un poco los impuestos sobre el patrimonio heredado y cerrar varias brechas legales que favorecen la evasión fiscal. Ninguna de estas medidas ayudarían a proporcionar ingresos suficientes para preservar los servicios públicos o a promover mayor "equidad".
Y el debate entre Obama y los republicanos sobre como reducir el gasto y la deuda públicas no aborda de modo alguno como conseguir que la economía de EE UU crezca más rápido y el paro se reduzca. La triste verdad es que si la economía de EE UU pudiese aumentar en términos reales en un 3-4% durante esta década, el déficit y la deuda públicas se reducirían y dejarían de crecer en relación con el PIB lo suficiente como para mantener las pensiones y Medicare en términos reales y evitar el abismo fiscal. Pero no hay propuestas sobre cómo hacerlo.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, seguro en su puesto tras la victoria electoral de Obama, ha defendido un nuevo programa de flexibilización cuantitativa (QE) proponiendo comprar más bonos del gobierno y cédulas hipotecarias hasta que el desempleo descienda de su nivel actual del 7,9% al 6,5% . Las propias estimaciones del FED son que no se lograría hasta mediados de 2015, dado el débil crecimiento económico. Pero incluso el 6,5% sería una tasa mucho más alta que la que existía antes de la crisis en 2007, que nunca superó el 5%. Para lograr incluso el 6,5% en 2015 se requeriría un crecimiento medio sostenido del empleo similar al del año de 220.000 puestos de trabajo mensuales. Si esa tasa mensual se redujera a 150.000, el objetivo del 6,5% no se alcanzaría ¡hasta el año 2018! De cualquier manera, el capitalismo en EE UU no podrá recuperar los niveles de empleo previos a la crisis en un futuro previsible.
La ley de Okun establece una relación obvia entre el crecimiento real del PIB y del empleo. Un artículo reciente demuestra que desde la salida de la Gran Recesión en EE UU, parece haberse modificado la relación existente antes de la crisis. La tasa de empleo es en la actualidad un 2,7% inferior a la que correspondería. Esta es una prueba más de que estamos en una Larga Depresión, diferente de las recesiones normales que se han sucedido desde 1960. Ha habido un cambio permanente en las magnitudes de la ley de Okun en lo que se refiere a EE UU y parece que 3 millones de trabajos se han perdido para siempre. (Ferrara y Mignon, “An assessment of the US jobless recovery through a non-linear Okun’s law”).
Ni las soluciones monetaristas ni las medidas keynesianas han podido relanzar la tasa de crecimiento o crear empleo hasta los niveles previos a la crisis. Por lo tanto, las medidas de austeridad previstas cualquiera que sea el acuerdo que se alcance para evitar el abismo fiscal no detendrán el aumento del ratio de deuda pública, que es el objetivo de la negociación sobre el abismo fiscal.
El abismo fiscal no es un golpe a la economía que escape al control de los responsables políticos. La decisión de imponer recortes automáticos del gasto y aumentos de impuestos es de los políticos, tanto republicanos como demócratas. No hay necesidad de hacerlo o de aprobar nuevas reducciones en los ingresos reales de los hogares medios y los servicios públicos.
Como lo resumió el antiguo economista convencional, hoy radical, Jeffrey Sachs, en un reciente artículo en el Financial Times (“Today’s challenges go beyond Keynes”, 17 de diciembre de 2012): "A diferencia del modelo keynesiano que asume una senda de crecimiento estable golpeada por crisis temporales, nuestro verdadero reto es que la propia senda de crecimiento tiene que ser muy diferente incluso de la del pasado reciente".
Según Sachs esta senda de crecimiento requiere un fuerte aumento de la inversión y una estrategia a largo plazo. Denuncia la incapacidad de la élite política de Estados Unidos para proponer semejante estrategia y aboga por la cooperación entre el gobierno y el sector capitalista para hacerlo. Pero mientras la rentabilidad de la inversión en el sector productivo capitalista sea el factor determinante a la hora de crear empleo y los ingresos de la mayoría de la población, la Larga Depresión continuará hasta que la rentabilidad vuelva a crecer lo suficiente. Así que la propuesta de Sachs es tan utópica como las soluciones monetaristas o las medidas keynesianos frente a la actual Larga Depresión.
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