Pedro Calvo /21/01/2013
El Banco Central Europeo (BCE) ha multiplicado su patrimonio por 2,5 veces desde 2007, mientras que la Reserva Federal estadounidense lo ha hecho en 3,1 veces. El dinero creado por las entidades monetarias ha buscado sostener los mercados y la economía.
El aún gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King -dejará el cargo el 30 de junio-, proclamó en su momento que los bancos centrales deben ser "aburridos". Muy a su pesar, la crisis no se lo está permitiendo.
En los seis últimos años, estas instituciones no sólo han llegado más lejos que nunca con sus herramientas más habituales, los tipos de interés, a los que han situado en los niveles más bajos de todos los tiempos, sino que han tenido que reinventarse a marchas forzadas y en tiempo real.
Han recurrido a políticas heterodoxas de distinto signo, bien mediante inyecciones de liquidez bancaria, bien con compras directas de deuda pública y privada, unas prácticas nada convencionales que han desembocado en unos balances hipertrofiados, los mayores de siempre. De media, los de los gigantes de la banca central han crecido un 300 por ciento desde agosto de 2007.
El más voluminoso de todos -ya lo era antes de la crisis- es el del Banco Central Europeo (BCE), que ha pasado en este periodo de los 1,19 a los 2,95 billones de euros, con periodos en los que ha superado los tres billones. Proporcionalmente, el que más ha crecido ha sido el de Suiza, puesto que ha engordado desde los 66.500 hasta los 412.000 millones de euros; es decir, se ha multiplicado por 6,2 veces.
Por su parte, las entidades que más dinero han creado mediante la compra de deuda en el mercado, la Reserva Federal (Fed) estadounidense y el Banco de Inglaterra, han sobredimensionado sus balances un 214 y un 306 por ciento, respectivamente. El quinto gran banco en discordia, el de Japón, también está ampliando su balance , aunque en su caso se trata de una política que comenzó antes de 2007.
Estos aumentos constituyen uno de los efectos colaterales de la crisis. De algún modo, los banqueros centrales han tirado de sus balances para cubrir los huecos dejados en los mercados. "Los bancos centrales han aumentado su balance para compensar el propio descenso del tamaño del mercado", confirma José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España.
Al mismo tiempo, estos cambios cuantitativos han modificado la estructura de los balances. Hace seis años, las operaciones principales de financiación, con las que el BCE aporta liquidez semanal a los bancos, suponían el 25% de su activo. Ahora, apenas representan el 2,6%. En cambio, las operaciones de liquidez a largo plazo solo suponían el 12,6%, mientras que ahora, tras los dos préstamos a tres años realizados en diciembre de 2011 y febrero de 2012, su peso ha subido al 35%.
Otro ejemplo: las compras de deuda pública por parte de la Fed, al amparo de sus políticas más heterodoxas, han convertido al banco central estadounidense en el mayor poseedor de bonos de EEUU del mundo -fuera de los fondos de la Seguridad Social norteamericana-. Desde comienzos de agosto de 2007, la cartera de títulos en manos de la entidad presidida por Bernanke se ha duplicado desde los 0,8 a los 1,66 billones de dólares -de 0,58 a 1,25 billones de euros-, por delante de países como China o Japón, que atesoran 1,1 billones de dólares -alrededor de 0,83 billones de euros-.
¿Significa entonces que la Fed está financiando al Tesoro norteamericano? No de manera directa, porque no es la pretensión principal de sus estímulos cuantitativos (QE). "Es una forma moderna de dar vueltas a la máquina de los billetes. La Fed lo contempla no como una herramienta al servicio de las finanzas públicas, sino como un instrumento no convencional de política monetaria, que sustituye temporalmente el bloqueo de los canales tradicionales y permite contrarrestar los riesgos de deflación", desgrana Jean Pisani-Ferry, director del think tank europeo Bruegel, en su libro El despertar de los demonios. La crisis del euro y cómo salir de ella.
Camino de ida... y vuelta
La combinación de unos mayores balances y de una composición más compleja supondrá un reto futuro para los banqueros centrales. O lo que es lo mismo, al actual camino de ida -engordar- le tendrá que seguir otro de vuelta -adelgazar-.
"Es evidente que los propios bancos centrales tendrán en un futuro que ajustar su balance , normalizarlo, aunque no será fácil ni rápido. Espero al menos que no suponga otro reto para la sostenibilidad de la futura recuperación cuando se produzca finalmente", avisa Martínez Campuzano. En concreto, el desafío que afrontarán consistirá en identificar cuándo podrán dar marcha atrás a las históricas medidas actuales y cómo venderán sus activos y qué ritmo. Su objetivo será doble: normalizar su política monetaria sin abortar la rec
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