Juan Torres López /10/06/2012
Desde que empezó la crisis,
sus verdaderos causantes han conseguido evadir sus responsabilidades y hacer
que quienes la sufren incluso se sientan como los culpables y que paguen sin
rechistar los platos que otros han roto.
Los bancos españoles fueron
los primeros responsables de lo que ha ocurrido en nuestra economía al haber
financiado una burbuja inmobiliaria irracional y a una clase empresarial (si es
que se la puede llamar así) que no ha hecho más que dar un pelotazo detrás de
otro a base de endeudamiento, de favores administrativos, de empleo precario y
de fraude fiscal.
Los bancos han sido el
mecanismo utilizado para evadir impuestos y para sacar hacia paraísos fiscales
miles de millones de euros, y han obtenido los beneficios más altos del planeta
a base de engaños y mil modos de estafas que han arruinado a miles de familias,
que ahora se desgañitan para tratar de paliar su quebranto en los juzgados sin
que los gobiernos hagan nada por apoyarles.
Los bancos españoles
endeudaron artificialmente a familias y empresas para hacer negocio fácil y se
endeudaron ellos al mismo tiempo, dando lugar así al auténtico problema de
deuda privada que tiene España en estos momentos.
Los bancos españoles
utilizaron su dominio sobre los medios de comunicación para hacer creer que su
situación era saludable y que no tenían problemas patrimoniales. Y gracias al
poder político que vienen acumulando desde el franquismo, y que ahora se
traduce en partidos políticos esclavos de los préstamos multimillonarios que
les conceden sin obligarles a devolverles, consiguieron que se aprobaran las
medidas necesarias para salir del hoyo en el que han dejado al sistema
financiero por la vía de quedarse con el mercado que ocupaban las cajas de
ahorros. Pero a costa de seguir sin financiar a empresas y consumidores y de
sumir a la economía española en una verdadera depresión.
Los bancos han obtenido los
beneficios más elevados de toda nuestra economía pero los han obtenido
arruinando a miles de empresas, destruyendo millones de empleos y facilitando
el fraude fiscal y la corrupción política. Ahora, su situación se hace
insostenible y tratan de que la paguemos los demás.
Los dirigentes del Banco de
España han sido cómplices de ese desastre. Dedicados a pontificar sobre la
necesidad de bajar salarios y de echar abajo las ya de por sí débiles
estructuras de bienestar, han hecho la vista gorda ante el aumento del
endeudamiento y de la pérdida progresiva de solvencia de la banca, y no solo de
las cajas de ahorros. No oyeron ni a sus propios inspectores cuando éstos
denunciaban lo que estaba pasando antes de que la crisis estallara, cuando ya
habían empezado a detectar lo que se venía encima.
Los dirigentes de los partidos
políticos mayoritarios son también corresponsables de lo que ha sucedido,
aunque haya sido en medida diferente, pues incluso hasta algunos más radicales
han mantenido hasta el último momento en Bankia y en otras cajas a sus
representantes aliados con quienes han provocado el desastre, o han tenido
dirigentes imputados. Todos ellos han alimentado un modelo de crecimiento y de
gestión, sobre todo en los ayuntamientos y comunidades autónomas, vinculado a
la obtención de plusvalías inmobiliarias, o tienen deudas millonarias con los
bancos que nunca terminan de pagar, sin que el Tribunal de Cuentas u otros
órganos jurisdiccionales hagan nada definitivo por evitar la corrupción que les
rodea.
Es verdad que hay políticos
honestos y que los partidos son necesarios siempre, pero eso no impide
denunciar que sus dirigentes han generalizado una política de despilfarro en la
administración pública, y de corrupción muy extendida, al mismo tiempo que
reducían los ingresos que precisan los servicios públicos esenciales sin los
cuales ni hay bienestar mínimo ni incluso democracia posible.
Y a estas responsabilidades
habría que añadir las de algunos grandes empresarios, y las de otras
autoridades, magistrados o incluso las del propio Jefe del Estado, que no han
sabido estar a la altura de las circunstancias ni actuar con probidad cuando se
le piden sacrificios enormes a la población.
Ahora bien. Si todas estas
responsabilidades se han dado no ha sido solo como consecuencia de que se hayan
multiplicado las conductas personales condenables. No. Estas ha ocurrido en un
grado ya tan desastroso porque lo que ha fallado es nuestra armadura
institucional, nuestro sistema político y, concretamente, nuestra propia
Constitución, que no está sirviendo para que los ciudadanos disfrutemos de los
derechos que nos reconoce ni para impedir las tropelías que a la inmensa mayoría
nos avergüenzan.
Tenemos efectivamente derechos
que no nos dejan ejercer, obligaciones que no cumplimos, tribunales que no
investigan ni juzgan, delincuentes que no son perseguidos, o incluso culpables
que no tienen que cumplir las condenas.
España lleva meses sacudida
por especuladores, y bajo la amenaza más grave que ha sufrido en los últimos
decenios, pero el empeño del gobierno es salvar a los bancos, se niega a
investigar quién ha provocado el roto que hemos de pagar los españoles y se
dedica a dividir y desprestigiar a los propios españoles y a sus propias
instituciones. Millones de españoles contemplan con estupor que haya dinero sin
límite para los bancos y no para los servicios públicos que necesitan, y el Rey
se va a hacer las américas con los responsables de las empresas que más dinero
han defraudado a las arcas nacionales, que más empleo han destruido y que más
responsabilidad tienen en el desencadenamiento de la crisis tan singularmente
aguda que vivimos en el contexto del descalabro financiero internacional. Y
mientras todo esto sucede, los medios de comunicación de mayor impacto de
dedican a difundir programación basura, silencian a las voces y los debates más
críticos, se criminaliza la indignación y se permite que los partidos políticos
hagan en el gobierno lo contrario de lo que dicen a los ciudadanos que van a
hacer cuando se presentan a las elecciones.
¡Claro que España necesita un
rescate! Pero no en forma de préstamo que vaya directamente a los bancos y que
paguemos los ciudadanos, como están negociando. No. Lo que España necesita es
rescatarse a sí misma de quienes la han llevado al desastre: creando una
Comisión de la Verdad que depure responsabilidades, impulsando una nueva
mayoría social y política capaz de conseguir en las elecciones que salgan del
Parlamento los culiparlantes y los políticos comprometidos con quienes han
provocado la situación en la que estamos, y que desde allí abra un debate
realmente democrático sobre nuestra institucionalidad, sobre cómo es mejor
organizar nuestro Estado, nuestra economía y nuestra sociedad para que no
vuelvan a producirse los desmanes y las barbaridades que nos han situado al
borde del abismo y que con tanta razón están llenando de rabia e indignación a
las personas decentes, con independencia de su ideología o de sus creencias.
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