Alberto Garzón Espinosa / 21 de julio del 2012
Podemos perfectamente
considerar que el gobierno de Rajoy es un gobierno vasallo que se limita a
obedecer el dictado de la llamada troika -Banco Central Europeo, Comisión
Europea y Fondo Monetario Internacional-, lo que significa que en la práctica
está asumiendo la estrategia económica de estas instituciones supranacionales.
Una estrategia que es ante todo ideológica, es decir, que persigue un
determinado modelo de sociedad. Concretamente un modelo de sociedad donde el
orden social se recompone a partir de un empobrecimiento de la mayoría de la
población y en beneficio de determinadas minorías (grandes fortunas) vinculadas
a la propiedad del capital financiero (bancos) y el gran capital productivo
(grandes empresas). Es decir, estamos asistiendo a una recomposición de las
clases sociales en nuestro país.
La estrategia tiene un
objetivo y dos principios fundamentales. El objetivo es recuperar el
crecimiento económico para poder volver a generar empleo a cualquier precio.
Los principios son la austeridad y las reformas estructurales. A su vez todas
las medidas económicas se pueden estructurar en tres ejes: la consolidación
presupuestaria, la confianza en los mercados internacionales de deuda y la
reestructuación de los fundamentos económicos. Este planteamiento sistemático
adolece de errores tan graves que podemos asegurar que es una estrategia
suicida, porque no responde a los problemas reales de la economía y de hecho
consigue agravarlos. Las consecuencias económicas y sociales serán brutales.
Hay que hacer notar que el
objetivo es consecuente con las preocupaciones de la población española, ya que
sufrimos una tasa de paro del 24’44%. Ahora bien, detrás de la estrategia
para lograr dicho objetivo hay una teoría económica (la teoría neoclásica) que
está basada en el pensamiento neoliberal y según el cual los problemas de
desempleo se derivan de un mal funcionamiento del mercado de trabajo, los
problemas de competitividad -y crecimiento económico- se deben a salarios
relativamente altos y los problemas de confianza de los mercados y financiación
de la economía real se deben a un exceso de gasto público y deuda pública. Y
sobre esos dogmas económicos diseñan sus estrategias y medidas económicas.
No puedo dejar de señalar que
esta estrategia de la troika es compartida obviamente por el Partido Popular,
pero también por el Partido Socialista. Obsérvese que fue el PSOE quien reformó
la constitución, junto con el PP, para institucionalizar la consolidación
presupuestaria y otorgar un rol prioritario a la confianza de los mercados (y
que parece el tronco de su pensamiento, como
se deduce de las declaraciones de su vicepresidenta). Asimismo también
fue el PSOE quién aprobó una reforma laboral en contra de los sindicatos y la
izquierda y quien comenzó a obedecer a la troika recortando en componentes
clave de la economía.
Desgraciadamente esta
estrategia tiene efectos que podemos observar ya en las economías griega y
portuguesa. En primer lugar, la austeridad y los intentos de
consolidación fiscal deterioran el crecimiento económico y destruyen
empleo. Hasta 2011 la locomotora de débil crecimiento era la inversión pública,
y desde los recortes la economía va en picado hacia la Gran Depresión. La
estrategia adecuada tiene que venir de la mano de estímulos económicos que sean
financiados por las instituciones europeas y por reformas fiscales altamente
progresivas, pero la troika no quiere hablar de ello por los efectos
redistributivos que tendría (desde los ricos hacia los pobres).
La fe de la troika y el
gobierno de Rajoy está puesta en el hipotético éxito de las reformas
estructurales. Basándose en la citada concepción neoclásica según la cual
el problema de las empresas y de la competitividad española es de tener un alto
coste salarial, lo que buscan es aprobar reformas del mercado de trabajo que
reduzcan los salarios. El FMI lo
reconoció abiertamente el mes pasado en su informe sobre España.
Creen que bajando los salarios las empresas podrán bajar el precio de sus
productos y siendo España más competitiva vía precio volverá el crecimiento económico
(en un escenario laboral, eso sí, de mayor precariedad y flexibilidad). Lo
cierto es que esta táctica hace aguas por todas partes. Ni los costes son
determinantes de la competitividad (en España se da la conocida Paradoja de
Kaldor) ni el desempleo es un problema salarial (lo es de demanda). Además, en
la medida que la demanda cae también se deterioran las empresas de la economía
nacional mientras se van salvando de la quema las grandes empresas exportadoras
-al menos mientras la demanda internacional se mantenga.
Por todo ello los intentos de dar
confianza a los mercados son absolutamente vanos. A los mercados (los
acreedores de la deuda privada y pública) no les interesa otra cosa que la
rentabilidad, y ésta solo es posible mientras la actividad económica se
mantenga. Dado que la austeridad y las reformas estructurales fracasan y
empeoran la capacidad del Estado y sujetos económicos privados de devolver sus
deudas, los mercados acentúan su presión. Algo que además se agrava por el
hecho de que no se controlan las actividades especulativas en los mercados de
deuda pública. Por eso la prima de riesgo crece a pesar delos
recortes.
Los problemas reales de la
economía española y la estrategia adecuada
Si lo que queremos es volver a
generar crecimiento económico lo que tenemos que hacer es preguntarnos por qué
se ha estancado el ciclo del capital y por qué las empresas no están
contratando trabajadores. En España tenemos problemas estructurales derivados
de un modelo productivo agotado -y que ha mantenido la economía virtualmente
durante una década- y problemas coyunturales debidos a las políticas de ajuste
neoliberal.
El problema estructural sólo
puede resolverse con un cambio del modelo productivo, detectando los sectores
exportadores en los que hay espacios de negocio y que sean compatibles con la
lucha ante la crisis ecológica y refortaleciendo la demanda interna a partir de
procesos de redistribución de la renta y riqueza. Será un proceso largo que
conllevará la necesidad de nacionalizar sectores estratégicos -las grandes
empresas que presten servicios básicos (sanidad, educación, energía, finanzas)-
y que tampoco se materializará en dos días. Se puede decir que España ha de
encontrar su lugar en el mundo, y esto dependerá a su vez de la dinámica de la
Unión Europea (el plan A sería una estrategia europea en este sentido, y el
plan B una alianza entre países europeos que compartan problemas económicos).
El problema coyuntural
requiere atender a las demandas de las empresas españolas, y que no son los que
el gobierno pretende hacer ver. Basta ver los datos estadísticos del BCE
obtenidos en la memoria
2012 del Consejo Económico y Social. El principal problema de las
empresas españolas es la falta de demanda, lo que significa que hay que
distribuir rentas y riqueza y hacer planes de inversión pública bien diseñados.
Eso es así porque los ricos consumen proporcionalmente menos que los más
pobres, de modo que un proceso de redistribución conllevaría incrementos del
consumo total y por lo tanto de las ventas de las empresas -lo que dinamizaría
el empleo. El segundo problema es la falta de financiación, que no está
llegando porque los bancos tienen enormes agujeros financieros que están siendo
tapados con dinero público -a
través de falsos rescates como el impuesto por el memorándum-, y que se
resolvería con una banca pública bien consolidada y con liquidez financiada
desde el Banco Central. El resto de problemas son de orden menor. Por ejemplo,
el problema en España no es ni de cualificación laboral, ni de regulación, ni
de coste salarial (salvo, quizá, en algún sector muy presionado por la
competencia). Esos son problemas falsos que crea el gobierno y la troika para
justificar su estrategia y el desmantalamiento del Estado del Bienestar.
En definitiva, sí hay
alternativas a este desastre económico. La crisis hay que pagarla porque el
ajuste capitalista lo exige, pero la cuestión política está en quién lo paga.
Ahí es donde entra la política y el enfoque de clases sociales. Las
alternativas no son gratis pero son las que nos pueden permitir escapar del
abismo al que inevitablemente nos conducen la troika y sus vasallos.
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