lunes, 17 de septiembre de 2012

Las primeras 1.000 empresas detentan un poder reservado a las naciones

Robert G. Eccles · George Serafeim /16/09/2012

La globalización ha concentrado el poder económico en un grupo de grandes empresas que están en condiciones de cambiar el mundo a una escala históricamnete reservada a las naciones. Tan solo 1.000 empresas son responsables de la mitad del valor total de mercado de las más de 60.000 empresas del mundo que cotizan en bolsa. Virtualmente controlan la economía global.

Esta gran concentración de influencia debería ser el punto de partida de cualquier estrategia de cambio institucional hacia una sociedad sostenible.

Consideremos la rapidez con la que ha aparecido esta situación. En 1980 las 1.000 mayores empresas del mundo tenían unos beneficios de 2,64 billones $, o 6,99 billones en dólares del 2010, ajustados según el índice de precios al consumidor. Empleaban a unos 21 millones de personas directamente y tenían una capitalización total de mercado de cerca de 900.000 millones $ (2,38 billones en dólares del 2010), o 33 % del total mundial.

Hacia 2010 las 1.000 mayores empresas del mundo tenína unos beneficios de 32 billones $. Empleaban a 67 millones de personas directamente y tenían una capitalización total de mercado de 28 billones $. Esto supone un 49% del total de la capitalización mundial de mercado, habiendo descendido desde un 64 % respecto al 2.000, en el punto culminante de la burbuja de internet y antes de la crisis del 2008.

Asimismo hay una concentración substancial dentro de las primeras 1.000. Ochenta y tres empresas representan un tercio de los 32 billones $ de los beneficios del grupo. Las primeras 172 empresas representan cerca de la mitad de ellos. La 172ª mayor empresa, la petrolera rusa Rosneft Oil, tuvo una beneficio equivalente al PIB del 74º país del mundo, Uruguay.

Estas empresas y sus cadenas de aprovisionamiento tiene un impacto enorme sobre la sociedad tanto para lo bueno como para lo malo. Crean bienes y servicios para los clientes, riqueza para los accionistas y trabajos para millones de personas. También consumen ingentes cantidades de recursos naturales, contaminan el medioambiente local y global a un pequeño o ningún coste y, en algunos casos, limitan el bienestar de los empleados si los salarios y las condiciones de trabajo son inadecuados. Estas prácticas indeseables hacen insostenible esta sociedad a la que estamos acostumbrados.

Actualmente muchas empresas reconocen alguna responsabilidad hacia el mundo más allá de sus operaciones. Lo que es más, saben que si quieren continuara con un crecimiento tan rápido en los mercados en desarrollo -o, como diría Willie Sutton, « donde está el dinero »- puede que tengan que proporcionar más que bienes y servicios, por ejemplo mejoras en la sociedad civil allí donde más se necesitan: vivienda, salud y educación.

Las oportunidades de mercado, la presión de los competidores, la de los inversores y la reputación de la marca están consiguiendo en estas empresas lo que de otra forma solamente se conseguiría a través de la regulación y, puesto que la regulación la llevan a cabo las agencias nacionales, los aproximadamente 200 países del mundo tendrían que introducir y hacer cumplir regulaciones similares. Menudo quebradero de cabeza.

En vez de esto, el mismo mercado ha recorrido ya un largo trecho hacia la adaptación de la economía global al concentrar liderazgo de mercado y también moral en los 1.000 consejos de administración. El número 1.000 es algo arbitrario. Lo escogemos en parte porque es un número relativamente fácil de manejar y las instituciones de la sociedad civil y las ONGs se están volviendo cada vez más sofisticadas en las formas de hacer precisamente esto.

Los grandes inversores constituyen también un poderoso cuerpo electoral que pide un cambio. La riqueza está todavía más concentrada por lo que respecta a la gestión de activos que respecto a la de empresas. Los 500 mayores gestores de fondos tienen más de 42 billones $ en activos para gestionar. Los 10 primeros gestores de fondos representan un tercio de esta cantidad; los 50 primeros los dos tercios. Esto significa que un pequeño número de inversores institucionales podría ocasionar un gran cambio en los negocios. Están haciendo progresos.

Puede que muchas empresas consideren las prácticas sostenibles solamente como desventajas competitivas a corto plazo. Pero este no es necesariamente el caso. A través de innovaciones en procesos, productos y modelos de negocios, las 1.000 Globales pueden hacer más dinero mejorando su actividad en medidas clave de sostenibilidad – denominadas ESG (Environmental and Social issues and corporate Governance): medioambiente, asuntos sociales y gobernanza corporativa.

Los mismos informes financieros están cambiando lentamente, reflejando la importancia de estos indicadores no-financieros. Los informes integrales – la publicación de datos financieros y ESG en un solo documento – ayuda a las empresas a comprender de donde pueden venir las nuevas iniciativas y ayuda a los inversores a entender si una empresa se da cuenta de como está cambiando el mundo.

El cambio de comportamiento de estas 1.000 empresas ayudará al de millones de otras empresas, a medida que prácticas de negocios más saludables degoteen en sus cadenas de suministros y hacia la constelación de empresas privadas. Finalmente, la creación de una sociedad sostenible – una sociedad que atiende las necesidades de la generación actual sin sacrificar las de las generaciones futuras – requiere un comportamineto responsable por parte de cada individuo, siendo más fácil el cambio individual si las instituciones que estructuran nuestras vidas y nuestra sociedad allanan el camino.

Robert G. Eccles es profesor de gestión en la Harvard Business School y George Serafeim es profesor adjunto de administración empresarial en la  Harvard Business School.

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