«Mientras hacíamos la película, ocurrieron cosas que se describen en la novela, Rupert Murdoch recibió un tartazo en la cara, y por supuesto el movimiento Ocupa Wall Street, cuando acabamos de rodar...Mi película es contemporá-nea, mientras que el libro de DeLillo es profético...No pude evitar pensar en Karl Marx al hacer la película»
«..Hay un tema importante, uno que no he tratado antes: el dinero. El poder del dinero, cómo da forma al mundo... Para hacerlo, no tuve que investigar en el mundo de las finanzas. Sus agentes se pueden ver en todas partes..» (David Cronenberg).
11/10/2012
«..Hay un tema importante, uno que no he tratado antes: el dinero. El poder del dinero, cómo da forma al mundo... Para hacerlo, no tuve que investigar en el mundo de las finanzas. Sus agentes se pueden ver en todas partes..» (David Cronenberg).
11/10/2012
Después de dejar atrás su
etapa terrorífica como paladín de la«Nueva Carne» (con filmes memorables como
«Videodrome», «La mosca» o «Inseparables»), estrenar dos thrillers brutales
como «Una historia de violencia» y «Promesas del Este», y hasta haber sentado
en el diván a Freud y Jung en «Un método peligroso», el director canadiense
vuelve a reinventarse en«Cosmopolis», filme basado en la novela de Don DeLillo
y que narra el agónico viaje a través de la noche y en limusina de un cachorro
de Wall Street (Robert Pattinson) en lo que pretende ser una metáfora sobre la
decadencia de la sociedad capitalista actual. Tras su paso por el Festival de
Cannes, hoy llega a la cartelera española.
-¿Cómo se aproximó al mundo de
DeLillo?
-Había leído varios de sus
libros: «Libra», «Underworld», «Running Dog»… me gusta mucho su trabajo, aunque
sea algo estadounidense y yo sea canadiense. Los estadounidenses y los europeos
piensan que los canadienses son como una versión con mejores modales y algo más
sofisticada que los estadounidenses, pero es algo mucho más complicado. En
Canadá no tuvimos revolución, ni esclavitud, ni guerra civil. Aquí solo la
policía y el ejército llevan armas, no existe esa violencia armada entre los
civiles, y tenemos un profundo sentido de comunidad y de la necesidad de que
todo el mundo tenga unos ingresos mínimos. Los estadounidenses nos ven como un
país socialista. Con los libros de DeLillo es algo distinto, puedo capturar su
visión de América, la hace comprensible y me puedo identificar con ello.
-¿Quiso escribir el guión
usted mismo?
-Totalmente. ¿Y sabes qué? Lo
hice en seis días. Algo sin precedentes en mi carrera. De hecho, empecé
copiando todos los diálogos, sin cambiar nada, en mi ordenador. Tardé tres
días. Cuando terminé pensé: «¿Hay suficiente para una película? Creo que sí».
Pasé los siguientes tres días llenando huecos entre diálogos y así, conseguí un
guión. Se lo envié al productor Paulo Branco, quien primero dijo: «Muchas
prisas». Pero al final le gustó y seguimos adelante.
Diálogos increíbles
-¿Qué le convenció de que la
novela se podía convertir en una película y de que quería dirigirla?
-Sus increíbles diálogos.
DeLillo es famoso por eso, pero los diálogos en «Cosmopolis» son especialmente
brillantes. Algunas veces se los ha calificado de «pinterescos», o sea, al
estilo de Harold Pinter, pero creo que también se puede hablar de un estilo
DeLillo. Con la particularidad de que Pinter es escritor de teatro, su
virtuosismo con los diálogos es más evidente, pero en lo que se refiere a novelas,
la obra de Don muestra claramente poder expresivo.
-Tanto la novela como la
película se desarrollan en Nueva York, pero de maneras ligeramente distintas.
-Sí, el libro da detalles
geográficos meticulosos, mientras que en la película es algo más abstracto. En
la novela, la limusina del protagonista Eric Packer cruza Manhattan de este a
oeste por la calle 47. Muchos lugares descritos en el libro ya no existen, por
lo que ese Nueva York se ha convertido en un lugar casi imaginario. Para mí,
aunque la película está situada inequívocamente en la Gran Manzana, es una
versión de la ciudad muy subjetiva, pues estamos dentro de la mente de Eric
Packer y la capta de forma aislada de las realidades de la calle, ya que es un
tipo que realmente no entiende a la gente, a la ciudad. Por tanto pensé que era
legítimo crear una visión más abstracta, aunque sea realmente Nueva York lo que
ves tras los cristales del coche.
-¿Fue un problema para la
película que la novela fuese publicada diez años atrás, con una sociedad
americana muy distinta a la de ahora?
-No, porque la novela es
sorprendentemente profética. Y mientras hacíamos la película, ocurrieron cosas
que se describen en la novela, Rupert Murdoch recibió un tartazo en la cara, y
por supuesto el movimiento Ocupa Wall Street, cuando acabamos de rodar. Tuve
que cambiar muy pocas cosas para hacer la historia contemporánea. No sé si
DeLillo posee acciones, pero debería, tiene una gran percepción de lo que
ocurre en cada momento y de cómo saldrán las cosas. La película es
contemporánea, mientras que el libro es profético.
-¿Aborda la lectura de un
libro de forma distinta cuando sabe que se va a convertir en una película?
-Nunca me había pasado, no leo
libros pensando en si podrían ser una película. No es lo que suelo buscar,
simplemente leo porque me gusta. Se cargaría la diversión. Pero esta vez, me vi
haciendo dos cosas a la vez, leyendo como lector de una buena novela, y como
director pensando si hay suficiente material para una película. Por supuesto,
una vez que hay una adaptación, consigues la fusión de las sensibilidades de
dos autores, en este caso, DeLillo y yo. Fue lo mismo con Ballard («Crash») o
Stephen King («La zona muerta»). Es como un hijo, necesitas dos personas, y al
final la película termina pareciéndose un poco a sus padres. No pude evitar
pensar en Marx al hacer la película, aunque solo sea porque se escucha la
primera frase del Manifiesto Comunista en ella, «un espectro se cierne sobre el
Europa».
El poder del dinero
-Solo que ahora no se trata
solo de Europa sino de todo el mundo occidental, ¿no?
-Claro. Pero hay un tema
importante, uno que no he tratado antes: el dinero. El poder del dinero, cómo
da forma al mundo... Para hacerlo, no tuve que investigar en el mundo de las
finanzas. Sus agentes se pueden ver en todas partes. Están en televisión, en
los documentales, en los periódicos. Hacen y dicen lo que escribió DeLillo, sus
patrones de comportamiento son iguales que los de Eric Packer. Para mí, la
referencia a Marx no es trivial. En el «Manifiesto Comunista», Marx escribe
sobre el modernismo, sobre la época en que el capitalismo alcanzará tal grado
de expansión que la sociedad será demasiado rápida para la gente, y en la que
lo fugaz y lo impredecible gobernará. ¡En 1848¡ Y eso es exactamente lo que ves
en la película. A menudo me pregunto que habría pensado Karl Marx de la
película, porque muestra muchas cosas que él imaginó.
-Gran parte de la producción
tuvo lugar en Toronto. ¿Cómo eligió los escenarios?
-Extrañamente, la calle 47 se
parece bastante a algunas calles de Toronto. Creamos el espacio de la película
uniendo elementos reales de Nueva York con otros de Toronto, donde rodamos las
escenas de interior. No podíamos rodar toda la película dentro de una limusina
real, tuvimos que recrear escenas en el estudio para poder mover la cámara. Por
tanto lo que ves de el frente, son tomas traseras. Lo principal fue la limusina
misma, que no es tanto un coche como un estado mental: estar dentro de la
limusina es estar en la cabeza de Eric Packer. Eso es lo que importa.
-¿Y cómo fue el proceso de
casting?
-Curiosamente, como en el caso
de «Un método peligroso», los actores no fueron los que tenía en mente. En
ambos casos, fue parte de la reinvención constante de la película. Al principio
Colin Farrell iba a interpretar al protagonista, y Marion Cotillard iba a ser
Elise, la mujer de Packer. Pero Farrell tenía una agenda que no le permitía
hacerlo, y Marion Cotillard estaba embarazada. Así que cambié el guión,
ajustándolo a un actor más joven, algo más fiel al libro, y por supuesto su
mujer debía tener menos años también. Es mucho mejor así. El verdadero problema
es cuando has buscado la financiación en base al nombre de un actor y este
abandona el proyecto, no es un problema artístico sino de dinero.
-¿Pensó en Robert Pattison al
momento?
-Sí. Su trabajo en la saga
«Crepúsculo» es interesante, aunque por supuesto cae dentro de cierto
estereotipo. También vi «Sin límite» y «Recuérdame», y me convencí de que podía
ser Eric Packer. Es un papel duro, aparece en cada toma, y creo que nunca había
hecho una película con un actor que literalmente no abandona la pantalla en
ningún momento. La elección de un actor es cuestión de intuición, no hay reglas
ni instrucciones para ello.
La «limo» de Pattinson
-Insististió en que los
actores dijeran sus partes tal como estaban escritas.
-Sí. Puedes hacer una película
de forma que permita a los actores improvisar, grandes directores lo han hecho
con éxito, pero yo tengo una perspectiva distinta. No creo que sea trabajo de
los actores escribir diálogos. Especialmente en esta película, ya que los
diálogos de DeLillo son la razón principal por la que quise hacerla. Dicho eso,
los actores tuvieron un amplio margen en cuanto al tono y el ritmo. Fue algo
interesante en particular para Robert Pattison, en cuya limusina van a
apareciendo distintos personajes, interpretados por actores muy diferentes. Eso
le hizo actuar de manera distinta según quien tuviera en frente.
-¿Intentó rodar la película
cronológicamente?
-Tanto como me fue posible.
Fue así con casi todas las escenas de la limusina. Paul Giamatti vino al final
y la última escena que rodamos, es la última escena de la película. A veces
hubo impedimentos técnicos, pero en su mayor parte, conseguí respetar la
cronología mejor que en mis últimas películas. Dado que la historia se
desarrolla en un día, pero siguiendo una evolución compleja, fue especialmente
beneficioso trabajar así.
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