George Montbiot /20/01/2013
Como deben de sangrar por nosotros. En el año 2012, las cien personas
más ricas del mundo se enriquecieron 241.000 millones de dólares más [1]. Su
riqueza se estima ahora en 1,9 billones de dólares, sólo un poco menos que el
PIB del Reino Unido.
Esto no es consecuencia del azar. El aumento de las fortunas de los
super-ricos es resultado directo de medidas políticas. He aquí unas cuantas: la
reducción de las tasas impositivas y de la aplicación de la fiscalidad; la
negativa de los estados a recuperar una porción de los ingresos procedentes de
los minerales y la tierra; la privatización de activos públicos y la creación
de una economía de cabinas de peaje; la liberalización salarial y la
destrucción de la negociación colectiva.
Las medidas políticas que hicieron tan ricos a los monarcas globales son
aquellas medidas que nos están exprimiendo a todos los demás. No es esto lo que
la preveía la teoría. Friedrich Hayek, Milton Friedman y sus discípulos – en
mil escuelas de negocios, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y más o menos todos
los gobiernos modernos – han argumentado que cuanto menos graven fiscalmente
los estados a los ricos, menos defiendan a los trabajadores y redistribuyan la
riqueza, más próspero será todo el mundo. Todo intento de reducir la
desigualdad dañaría la eficiencia del mercado, impidiendo que la marea
ascendente elevase a todos los barcos [2]. Sus apóstoles han llevado a cabo un
experimento global durante 30 años y los resultados están hoy a la vista.
Fracaso total.
Antes de seguir, debería señalar que no creo que el crecimiento
económico perpetuo sea sostenible o deseable [3]. Pero si tu objetivo es el
crecimiento – un objetivo que todo gobierno dice subscribir –, no se puede
organizar mayor desaguisado en lo tocante a eso que liberando a los super-ricos
de las restricciones establecidas por la democracia.
El informe anual del pasado año de la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) debería haber supuesto una necrológica del
modelo neoliberal desarrollado por Hayek y Friedman y sus discípulos [4].
Muestra inequívocamente que sus políticas han logrado resultados opuestos a los
que preveían. A medida que las políticas (recortar impuestos a los ricos,
privatizar activos del Estado, desregular el mercado de trabajo, reducir la
seguridad social) comenzaban a dar dentelladas de los años 80 en adelante,
comenzaron a caer las tasas de crecimiento y el desempleo a aumentar.
El notable crecimiento de los países ricos durante la década de los años
50, 60 y 70 se hizo posible gracias a la destrucción de la riqueza y el poder
de la élite, como resultado de la Depresión y la II Guerra Mundial. Su bochorno
otorgó al 99% restante una oportunidad sin precedentes de exigir
redistribución, gasto público y seguridad social, todo lo cual estimuló.
El neoliberalismo fue un intento de invertir el sentido de estas
reformas. Generosamente financiado por millonarios, sus defensores tuvieron un
éxito asombroso: en lo político. [5]. En lo económico, fracasaron.
A lo largo y ancho de los países de la OCDE, los impuestos se han vuelto
más regresivos: los ricos pagan menos, los pobres pagan más [6]. El resultado,
sostenían los neoliberales, sería que aumentarían la eficiencia económica y la
inversión, enriqueciendo a todos. Sucedió lo contrario. Mientras disminuían los
impuestos a los ricos y las empresas, cayó la capacidad de gasto, tanto del
Estado como de la gente más pobre, y se contrajo la demanda. El resultado fue
que descendieron las tasas de inversión, en consonancia con las expectativas de
crecimiento de las empresas [7].
Los neoliberales insistieron también en que la desigualdad irrestricta
en ingresos y los salaries flexibles reducirían el desempleo. Pero a lo largo y
ancho del mundo rico, tanto la desigualdad como el desempleo se han disparado
[8]. El reciente salto del desempleo en la mayoría de los países desarrollados
– peor que el de cualquier recesión previa de las últimas tres décadas – se vio
precedido de la cuota en proporción de los salarios en el PIB más baja desde la
II Guerra Mundial [9]. Salta hecha trizas la teoría. Fracasó por la misma razón
evidente: los bajos salarios deprimen la demanda, lo cual deprime el empleo.
Conforme se estancaban los salarios, la gente complementaba sus ingresos
endeudándose. El aumento de la deuda alimentó a los bancos desregulados, con
consecuencias de las que todos somos conscientes. Cuanto mayor se vuelve la
desigualdad, descubre el informe de la Naciones Unidas, menos estable es la
economía y más reducidas sus tasas de crecimiento. Las medidas políticas con
las que los gobiernos neoliberales tratan de reducir su déficit y estimular su
economía son contraproducentes.
La inminente reducción en el tramo superior del impuesto sobre la renta
en el Reino Unido (del 50% al 45%) no supondrá un impulso para los ingresos del
Estado o la empresa privada [10], pero enriquecerá a los especuladores que
hicieron venirse abajo la economía: Goldman Sachs y otros bancos están ahora
pensando en retrasar el pago de sus incentivos para aprovecharse de ello [11].
La ley de bienestar social aprobada por el Parlamento la semana pasada
no ayudará a aclarar el déficit o estimular el empleo: reducirá la demanda,
suprimiendo la recuperación económica. Lo mismo vale para el tope puesto a los
sueldos del sector público. “Volver a aprender algunas antiguas lecciones sobre
justicia y participación”, afirma la ONU, “es la única forma de acabar
superando la crisis y proseguir por una senda de desarrollo económico
sostenible”. [12]
Como he dicho, no tengo favorito en esta carrera, salvo la creencia de
que nadie, en este océano de riquezas, debiera ser pobre. Pero observando
atónito las lecciones desaprendidas en Gran Bretaña, Europa y los Estados
Unidos, me llama la atención que toda la estructura del pensamiento neoliberal
sea un fraude. Las demandas de los ultrarricos se han vestido de teoría
económica sofisticada y se han aplicado independientemente de su resultado. El
completo fracaso de este experimento a escala mundial no es impedimento para que
se repita. Esto no tiene nada que ver con la economía. Tiene absolutamente que
ver con el poder.
Notas:
[1] http://www.bloomberg.com/news/2013-01-01/billionaires-worth-1-9-trillion-seek-advantage-in-2013.html
[2] Milton Friedman y Rose Friedman, 1980, Free to Choose,
Secker & Warburg, Londres [Libertad de elegir, Grijalbo, Barcelona,
1992].
[3] Para una vision alternativa, véase Tim Jackson, 2009, Prosperity
Without Growth [Prosperidad sin crecimiento, Icaria, Barcelona,
2011], Sustainable Development Commission, http://www.sd-commission.org.uk/data/files/publications/prosperity_without_growth_report.pdf
[4] UNCTAD, 2012, Trade and Development Report: Policies for
Inclusive and Balanced Growth,http://unctad.org/en/PublicationsLibrary/tdr2012_en.pdf
[5] Véase David Harvey, 2005, A Brief History of Neoliberalism,
Oxford University Press [Breve historia del neoliberalismo, Akal,
Madrid, 2007].
[6] Informa la ONU: “El efecto conjunto de estos cambios en la
estructura fiscal hizo más regresivos los impuestos. Desde luego, un examen de
las reformas fiscales de los países de la OCDE no encontró un solo país en el
que el sistema fiscal se volviera más progresivo (Steinmo, 2003: 223)”, UNCTAD,
2012, como supra.
[7] “La redistribución por medio de medidas fiscales puede por tanto
darse en interés de la sociedad en su conjunto, especialmente allí donde la
desigualdad es especialmente pronunciada como en muchos países en desarrollo.
Apoya esto la experiencia de los países desarrollados, pues las tasas de
inversión no eran más bajas – sino desde luego a menudo más altas – en las
primeras tres décadas de la época de postguerra, aunque los impuestos sobre beneficios
y los tramos superiores eran más elevados que después de las amplias reformas
fiscales aplicadas posteriormente. Hay fuertes razones para creer que la
disponibilidad de los empresarios a invertir en una nueva capacidad productiva
no depende primordialmente de los beneficios netos en un determinado periodo
temporal sino en sus expectativas respecto a la futura demanda de bienes y
servicios que pueden producir con capacidad adicional. Esto resulta de especial
importancia cuando se considera el efecto conjunto de un aumento de los
impuestos empresariales. Siempre y cuando los ingresos fiscales más elevados se
utilicen para gasto adicional del Estado, mejorarán las expectativas de las
empresas de crecimiento de la demanda. Este efecto de demanda es independiente
de si los gastos adicionales del Estado adoptan la forma de consumo del Estado,
inversión pública o transferencias sociales. Cuando el nivel de la inversión
fija se mantiene como resultado de expectativas de demanda favorable, subirán
los beneficios brutos, y generalmente también los beneficios netos, no obstante
el aumento inicial de impuestos. En ese proceso, se crearán ingresos y empleo
adicionales para la economía en su conjunto”, UNCTAD, 2012, como supra.
[8] “La proposición de que una mayor flexibilidad del nivel salarial
agregado y los salarios medios más bajos es necesaria para impulsar el empleo,
pues conduce a la substitución de trabajo por capital en la economía en su
conjunto, puede refutarse directamente, dada la fuerte correlación positiva
entre inversión en la formación de capital fijo bruto (FCFB) y la creación de
empleo que existe en los países desarrollados (gráfico 6.3). Esta correlación
contradice el modelo neoclásico: en el mundo real, las empresas invierten y
desinvierten en capital y trabajo a la vez, y el nivel de su inversión depende
del estado conjunto de sus expectativas de demanda. Esto implica que, en el
contexto macroeconómico, capital y trabajo se pueden considerar substitutos
solo en una medida muy limitada”, UNCTAD, 2012, como supra.
[9] “Justo antes del último y enorme salto del desempleo en los países
desarrollados – de menos del 6% en 2007 a cerca del 9% en 2010-2011? la proporción de los salarios en el conjunto del PIB había caído a
su nivel más bajo registrado desde el final de la II Guerra Mundial (es decir,
al 57%, de más de un 61% en 1980). Esto debería suponer una llamada de alerta.
Si el desempleo asciende más que durante cualquier otra recesión ocurrida en
las últimas tres décadas, aunque la parte de los salarios en el PIB haya
descendido, debe haber algo fundamentalmente errado en una teoría económica que
justifica el aumento de la igualdad principalmente en términos de la necesidad
de atacar un desempleo persistente”, UNCTAD, 2012, como supra.
[10] Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Stefanie Stantcheva calculan que
el nivel óptimo del tramo superior del impuesto sobre la renta (para maximizar
ingresos) se encuentra entre el 57 y el 83%. Piketty, Saez y Stantcheva, 2011, Optimal
taxation of top labor incomes: A tale of three elasticities, National
Bureau of Economic Research, Cambridge, MA. http://www.nber.org/papers/w17616
[11] Patrick Jenkins, “Goldman Eyes Tax Delay on UK Bonuses”, Financial
Times, 14 de enero de 2013.
[12] UNCTAD, 2012, como supra.
George Monbiot es uno de los periodistas medioambientales británicos
más consistentes, rigurosos y respetados, autor de libros muy difundidos
como The Age of Consent: A Manifesto for a New World Order y Captive
State: The Corporate Takeover of Britain, así como de volúmenes de
investigación y viajes como Poisoned Arrows, Amazon Watershed y No
Man's Land.
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