Alejandro Nadal
Si el sino fatal del capitalismo está marcado por la acumulación de capital y la expansión económica, ¿qué significa ingresar en una etapa de estancamiento secular?
El tema del estancamiento secular recuperó su brillo con una alusión que hiciera Lawrence Summers, economista clave del establishment, en 2013. Pero esta referencia conduce necesariamente a una reflexión más seria sobre la evolución de una economía capitalista, más allá de los mitos y dogmas en los que sigue creyendo Summers.
En 1938 Alvin Hansen introdujo esta noción en su libro sobre la recuperación económica después de la Gran Depresión. Para Hansen la esencia del estancamiento secular se integra por recuperaciones enfermas que mueren en su infancia y depresiones que se nutren a sí mismas y que dejan atrás una estela de desempleo inamovible. Pareciera que Hansen estuviera hablando hoy sobre la crisis y la muy frágil recuperación.
En la actualidad la muy débil recuperación se atribuye con frecuencia a la torpe política macroeconómica adoptada para afrontar la crisis, en especial la política de austeridad en Europa. Pero los efectos tan profundos de la crisis son una señal de que sus raíces están en tendencias de largo plazo en las economías capitalistas y no tanto en un problema de coyuntura (la crisis de las hipotecas sub-prime).
La visión de Hansen sobre la evolución de la economía estadunidense se basa en una perspectiva de largo plazo. En el siglo XIX la expansión de la frontera hacia el oeste sostuvo la inversión y la acumulación: el crecimiento de la red ferrocarrilera proporcionó un espacio adecuado a la expansión de la inversión. Al final de ese siglo la extensión de la frontera se agotó y la inversión comenzó a transitar hacia otra oleada de innovaciones. La locomotora de vapor cedió su lugar al complejo automotriz y a la electrificación y arrancó otro ciclo de acumulación de capital. Durante la década de los años 1920-29 estas innovaciones mantuvieron la demanda y el crecimiento, pero su capacidad para conservar el dinamismo de la economía se fue agotando gradualmente. Un factor adicional fue la caída en la tasa de crecimiento demográfico. El detonante de la crisis de 1929 estuvo en las finanzas y la especulación, pero los efectos abarcaron toda la economía. La razón es que las raíces de la crisis eran más profundas y se relacionaban con el agotamiento de estas industrias como estímulo del crecimiento.
Si las raíces de la crisis tienen que ver con fenómenos de largo plazo, como la acumulación de capital, eso significa que debemos fijar la atención en variables como la tasa de ganancia y las estructuras de mercado. Una referencia clave para pensar la crisis actual es la obra de Josef Steindl. Su libro Madurez y estancamiento en el capitalismo americano fue publicado en un momento (1952) en el que era poco usual invocar las leyes de la dinámica capitalista para examinar el tema del estancamiento.
La obra de Steindl es de gran relevancia por vincular la teoría de la inversión (un tema macroeconómico) con temas de organización industrial (a nivel rama de actividad). En su análisis la tendencia a la concentración del poder económico y a la consolidación de oligopolios concentrados en casi todas las ramas de actividad económica conduce a niveles cada vez más fuertes de capacidad ociosa, lo que refuerza la caída de la inversión en la economía real. El círculo vicioso se cierra cuando la reducción en la inversión restringe todavía más la presión competitiva y se recrudece la tendencia a la concentración.
Dos consecuencias tiene este proceso de creciente concentración de poder económico. Primero, promueve la reducción de salarios porque la clase capitalista reduce costos para contrarrestar el desplome de las ganancias. Esto es un gran motor de la desigualdad que observamos en la economía global en la actualidad y una fuente de la deficiencia crónica en la demanda agregada. Segundo, se impulsa la expansión del capital financiero que busca oportunidades de rentabilidad en la especulación. Aquí encontramos una de las razones por las que el capital financiero se ha separado por completo de las necesidades del capital industrial.
El proceso de globalización es más complejo de lo que deja ver el análisis de Steindl. Pero los altísimos niveles de capacidad instalada ociosa en la industria mundial (que alcanza niveles de 30-40 por ciento en promedio) parecerían corroborar sus planteamientos. Y la presencia cada vez más frecuente de burbujas (episodios de inflación en los precios de los activos) como mecanismo para mitigar la deficiencia crónica en la demanda agregada, también parece confirmar en líneas generales su análisis sobre fragilidad financiera (que anticipa el análisis de Minsky). La crisis sobreviene cuando las burbujas ya no sirven para financiar o reciclar deudas.
La lección es que los desequilibrios macroeconómicos no se resuelven de forma automática en el capitalismo. El estancamiento es resultado de las contradicciones internas del capital y no un producto de choques externos.
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