09-01-2012
«Dejemos nuestra posición absolutamente clara», dijo el presidente Jimmy Carter durante su último discurso del Estado de la Unión. «Cualquier intento de una fuerza externa para hacerse con el control de la región del golfo Pérsico y, por tanto, poner en peligro el flujo de petróleo, será considerado como un asalto a los intereses vitales de EEUU y será repelido por todos los medios necesarios, incluida la fuerza militar». Corría el año1980 cuando Carter enunció su doctrina como reacción al triunfo de la Revolución Islámica en Irán y la invasión soviética de Afganistán pero, desde entonces, esa idea ha guiado los pasos de Washington en una región que produce casi el 20% del crudo mundial.
La doctrina Carter está viva, como ha demostrado la respuesta estadounidense a la amenaza de Teherán para bloquear el estrecho de Ormuz si Occidente acaba imponiendo un embargo a las importaciones de crudo iraní.
«Cualquiera que amenace con sabotear la libertad de navegación en un estrecho internacional está claramente fuera de la comunidad de naciones», dijo esta semana una portavoz de la Marina estadounidense. «No toleraremos ninguna interrupción», añadió. Al clima de tensión en la zona han contribuido las maniobras con las que Irán ha querido exhibir su músculo militar, así como las advertencias lanzadas desde Teherán al portaviones estadounidense USS John Stennis para que no vuelva al golfo Pérsico.
Ninguna de las partes parece interesada en una guerra, pero la dinámica actual se ha vuelto imprevisible. «Una guerra sería demasiado costosa para ambas partes, pero hay un riesgo significativo de que un error de cálculo pueda poner en marcha una escalada difícil de controlar», asegura Suzanne Maloney, analista del Brookings Institute. Uno de los problemas que se atisban para lograr la distensión es la falta de un canal fluido de comunicación entre ambas partes.
Suiza es el representante de los intereses de EEUU en la capital iraní desde que Washington evacuara su embajada tras la crisis de los rehenes en 1979, pero como asegura Maloney, «no hay entre ambos países una línea caliente de comunicación directa como la que existió con la Unión Soviética durante la guerra fría». Y Occidente no parece dispuesto a recular en su estrategia para forzar al régimen islámico a detener su programa de enriquecimiento de uranio, estrangulándolo económicamente, pese al riesgo a que se disparen los precios del petróleo.
La Administración de Obama se ha dejado arrastrar por la beligerancia del Congreso, una postura que suele dar buenos réditos en año electoral, y a final de año aprobó sanciones sin precedentes contra los bancos extranjeros que operan con el Banco Central iraní, el conducto para la mayoría de transacciones de la compra de petróleo. No entrarán en vigor hasta dentro de seis meses, pero Obama, que no quiere verse obligado a sancionar a sus aliados asiáticos, como Japón, Corea del Sur o la India, los principales consumidores del petróleo iraní junto a China, está presionándoles para que reduzcan su dependencia energética de Irán.
Tampoco recula la UE, dispuesta a embargar a fin de mes todas las importaciones de petróleo persa. Esta «guerra económica», como la ha tildado el régimen de Mahmud Ahmadineyad, está llamada a poner a la economía iraní contra las cuerdas. La moneda local, el rial, está en caída libre, así como el consumo, mientras la inflación no deja de crecer.
«Este es un régimen, sin embargo, capaz de sobrevivir en circunstancias mucho más adversas. Aunque en los últimos tres años ha registrado ingresos épicos gracias a la venta de hidrocarburos, durante el auge de la guerra con Irak los ingresos fueron menos de una décima parte de los actuales», asegura Maloney.
El principal riesgo al que se enfrenta Ahmadineyad es que el colapso económico propulse una nueva revuelta popular contra el régimen. Este es el escenario soñado en las cancillerías occidentales, empezando por Israel, el país que ha logrado convertir su paranoia particular en una obsesión global. El nerviosismo por la posibilidad de que estalle una guerra en los precios del petróleo, en un momento en que la recesión sobrevuela Europa y EEUU, empieza a salir del estancamiento.
Tanto Occidente como Irán están jugando con fuego. Cuando al perro se le acorrala, acaba mordiendo y, como demostró EEUU, al acudir al rescate de Kuwait en la primera guerra del Golfo o al escoltar a los petroleros kuwaitís tiroteados por la Armada iraní a finales de la guerra Irán-Irak, la doctrina Carter es algo más que un legajo olvidado de la historia. Un 18% del petróleo estadounidense transita cada día por el estrecho de Ormuz.
El Periódico
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