Alejandro Nadal /27/06/2012
La Conferencia de Naciones
Unidas sobre Desarrollo Sustentable (CNSD), mejor conocida como Río+20, vino y
se fue. Pudo haber sido un acto importante. En lugar de ello, estableció un
nuevo estándar en cómo hacerse irrelevante. La receta es sencilla: pretenda
usted que nunca ha oído hablar de la crisis global.
El documento final de la UNCSD
no menciona ni una sola vez la crisis económica y financiera global. Poco
importa que la crisis ya se ha convertido en la Segunda Gran Depresión. De
alguna manera, los funcionarios del Programa de Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente (PNUMA) consideraron que ese tema no era relevante en una conferencia
sobre sustentabilidad.
El PNUMA buscó sacar adelante
su iniciativa sobre la economía verde. En el informe presentado en Río se le
define como una economía en la que aumenta el bienestar, disminuye la pobreza y
mejora el medio ambiente. Se trataría de una economía socialmente incluyente,
con bajas emisiones de gases invernadero y gran eficiencia en el uso y manejo
de recursos.
Para transitar hacia una
economía verde se necesita invertir el 2 por ciento del PIB mundial (anualmente
entre 2010-2050) en 10 sectores clave. Es una cantidad importante. ¿Dónde se
pueden encontrar esos recursos? El PNUMA responde sin rubor: en el sector
financiero. Según esta agencia el sector financiero tiene a su disposición una
montaña de recursos y cada vez está más interesado en una cartera de
inversiones que minimiza el costo ambiental y social, al mismo tiempo que
capitaliza con tecnologías verdes.
La amistad del PNUMA con el
sector financiero se confirma cuando se mencionan los mercados e instrumentos
que ahora estarían del lado de la justicia y la salud ambiental: bonos verdes,
bonos de carbono, REDD+, y activos depropiedad verde, etc. Ahí está: la
financiarización de la naturaleza. Nunca se le ocurrió a los funcionarios del
PNUMA que el desarrollo de estosmercados novedosos proviene de la búsqueda
de espacios de rentabilidad en un mundo en el que la economía real permanece
estancada.
El PNUMA en Río ha buscado
tapar el sol con un dedo. Ha querido ignorar el hecho de que el sector
financiero es el epicentro de la crisis global. El colapso de la economía
mundial se mantiene en buena porque la opacidad de las operaciones financieras
aceleró el contagio al principio y ahora impide reactivar el mercado
interbancario.
Tiene razón el PNUMA: el
sector financiero ha crecido mucho en los últimos veinte años. Pero ¿no se les
ocurre que eso es precisamente un signo de la patología de la economía global?
El estancamiento de los salarios desde hace tres décadas explica el creciente
endeudamiento de las familias. La demanda agregada estuvo impulsada por el
endeudamiento y eso, a su vez, explica cómo se llevó a cabo un proceso de
redistribución de la riqueza de los más pobres a los más ricos. Instrumentos
como las tarjetas de crédito, los préstamos para estudiantes o para automóviles
fueron verdaderas aspiradoras para succionar recursos de los hogares y
llevarlos a los bancos.
Uno de los factores que
explica la expansión del sector financiero es su inclinación a introducir
innovaciones que hicieron las operaciones del sector más opacas, disfrazaron
riesgos, aumentaron la propensión a la volatilidad e incrementaron los niveles
de apalancamiento. La bursatilización convirtió a muchas operaciones en zona
vedada para los reguladores y agencias de supervisión. La autorregulación sólo
proporcionó la ilusión de que se estaba haciendo algo para frenar abusos.
Un punto fundamental que el
PNUMA no puede entender: una proporción significativa de la montaña derecursos en
manos del sector financiero es riqueza contable. Proviene de un típico proceso
de inflación de activos, o si se prefiere, de una burbuja. La crisis es la
forma en la que se destruye ese patrimonio que sólo existe en la contabilidad.
Para analistas como Nouriel Roubini o Dean Baker, al proceso deflacionario aún
le falta mucho para completar su tarea.
Es más, una parte de esos
recursos financieros proviene de las operaciones de creación monetaria de los
bancos. Por ejemplo, con sus préstamos los bancos de la Unión Europea han
creado billones (castellanos) de euros de la nada, o como dicen, ex nihilo. Y
sólo una fracción minúscula de esos créditos estuvo respaldada por depósitos.
El globo gigante todavía está desinflándose.
El PNUMA debería estudiar con
seriedad la relación entre los sectores financiero y real de la economía. Los
canales de transmisión entre estos sectores son críticos para el mantenimiento
de la estabilidad macroeconómica. En nuestros tiempos las operaciones en el
sector financiero han propagado y amplificado la turbulencia y han puesto de
rodillas a la economía real. Caray, hasta una organización tan conservadora
como el Comité de supervisión de bancos de Basilea (dependiente del Banco de
pagos internacionales) se preocupa por estos temas. ¿Por qué los funcionarios
del PNUMA no pueden hacer lo mismo?
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