Alejandro Nadal 03/10/2012
La necesidad de interpretar la crisis responde a un instinto de supervivencia. Es obvio que de su interpretación depende la respuesta de política económica. Pero hay algo más importante: también de su comprensión dependen las estrategias y formas de lucha en contra del neoliberalismo global. Sin un conocimiento claro de sus orígenes y alcances, es muy difícil identificar los objetivos de la lucha política.
Desde que estalló la crisis global en 2007 se han sucedido diversas interpretaciones sobre su génesis y su naturaleza. Casi todos los esfuerzos por analizarla se han centrado en el sector financiero. Aquí hay dos grandes corrientes. La primera es la de la derecha neoliberal: la culpa la tiene el gobierno. Las huellas de su negligencia y proclividad al despilfarro se encuentran en una política monetaria poco rigurosa que mantuvo tasas de interés demasiado bajas por muy largo tiempo. Para el caso de Estados Unidos esta visión pretende ignorar la forma en que la Reserva Federal buscó mantener burbujas en los precios de activos para ayudar a mantener un nivel adecuado de la demanda agregada. La evolución en Europa es distinta, pero en el fondo siempre emerge el gobierno como el gran culpable de una crisis generada en y por el sector privado. La receta de política económica es, por lo tanto, más neoliberalismo (por ejemplo, más flexibilidad en el mercado laboral) y menos gobierno.
Existe una variante de esta línea de análisis: la crisis se genera por una falla regulatoria. El detonador fue el rompimiento de la estructura regulatoria heredada de los años 30. Eso condujo a un excesivo apalancamiento en el sector financiero, tanto en el bancario como en el no bancario. La auto-regulación en el sector financiero llevó también a una absurda dispersión de riesgos a través de la bursatilización, lo que sembró bombas de tiempo en todo el mundo. Los bancos y el sector financiero llevaron al sobrendeudamiento a todo tipo de agentes y con todo tipo de productos. Otra vertiente de este tipo de análisis se relaciona con el sistema monetario internacional y con la capacidad de Estados Unidos para mantener un déficit comercial por tiempo indefinido. La respuesta de política económica consistiría en una más efectiva regulación del sistema financiero.
En realidad, la historia económica de los últimos 80 años demuestra que las raíces de la crisis van mucho más allá del sector financiero. Durante el periodo 1945-1975 la economía mundial mantuvo un fuerte ritmo de crecimiento sostenido. El soporte de ese proceso fue la presencia de una demanda efectiva que mantenía la venta segura de mercancías. A su vez, la demanda efectiva se apoyaba en la evolución favorable de los salarios (éstos siguieron de cerca al crecimiento de la productividad). Por último, el sistema financiero se mantuvo bajo un sistema regulatorio que controlaba la especulación o por lo menos la separaba de la inversión real.
Ese modelo económico se rompió en la década de los años setenta. Primero la tasa de ganancia comenzó a declinar a finales de los años 60. El capital buscó contrarrestar dicha evolución negativa con la reducción de costos laborales, rompiendo así el vínculo entre aumentos de productividad y salarios. En 1973 comienza un largo periodo de estancamiento de los salarios reales. En Estados Unidos el endeudamiento de los hogares permitió sostener el crecimiento de la demanda agregada. El salario dejó de ser la clave de la reproducción de la fuerza de trabajo. El modelo tuvo que mantener constantes procesos cíclicos de inflación en los precios de diversos activos (acciones y títulos de empresas, bienes raíces). Esas burbujas terminaron por reventar. En Europa la secuencia es algo diferente, pero mutatis mutandis el resultado fue una marcada deficiencia en la demanda agregada, desequilibrios internacionales y endeudamiento.
Entre 1971 y 1991 el capital también se desplazó hacia la especulación y forzó la desregulación financiera en todo el mundo. La causa se encuentra en la caída de la tasa de ganancia y en los conflictos de distribución que esto generó.
Las distintas interpretaciones de la crisis son importantes. De ellas depende que se cuestione el modelo neoliberal o sólo una de sus facetas (por ejemplo, la regulación financiera). Es más, de la interpretación de la crisis depende que se cuestione el mismo sistema capitalista que parece recrearse en una larga sucesión de crisis. ¿Hay que buscar una alternativa al neoliberalismo o también al capitalismo? Es evidente que estas preguntas son muy importantes. En México la izquierda electoral o institucional no ha querido ni asomarse a estas interrogantes. En la coyuntura actual eso le ha impedido diseñar una opción alternativa creíble de política económica, lo que acarrea múltiples consecuencias negativas.
Para fijar un derrotero de lucha es indispensable conocer el terreno, dice Sun Tzu en El Arte de la guerra. Habría que añadir que en política lo peor que puede pasar es equivocarse de enemigo.
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