jueves, 3 de enero de 2013

¿Krisis? Alemania en el centro de la turbulencia económica

Del 'capitalismo renano' a la libertad de capitales / El último dato de desempleo alemán, el más bajo de los últimos 20 años, invita a pensar en las carácterísticas del modelo de acumulación con el que de momento este país está sorteando las peores consecuencias de la crisis.

Isidro López /26/12/2012

Buena parte de la tipología de la crisis del euro tiene que ver con cambios políticos de muchísimo calado en la Alemania postunificación de principios del siglo XXI. Las tradicionales estructuras del capitalismo corporativista renano que consistían en grandes entramados financiero-industriales controlados por las élites industriales alemanas pero participadas en gran medida por los poderosísimos sindicatos fordistas alemanes han saltado por los aires.

Los capitalistas industriales alemanes llevaban desde los años ‘60 intentando “puentear” las redes financiero-industriales de crédito buscando financiarse en los mercados de eurodólares de Londres. A estas élites industriales, el pacto social fordista les servía para que socialdemocracia y sindicatos mantuvieran los niveles de conflictividad obrera en niveles controlables pero era percibido como una carga a la hora de maximizar sus tasas de beneficio.

La pieza política clave de esta operación es la Agenda 2010 promovida por la socialdemocracia de Schröder y, atención, los verdes, que mediante reformas fiscales y desregulaciones de los movimientos cruzados de capital deshacen estos holdings “fordistas”. Este proceso consiste en que las finanzas transnacionales presionan para producir estructuras financieras “abiertas” en las que pueden entrar, recoger beneficios y salir. Este tipo de estructuras se oponen diametralmente a aquéllas que vinculan de manera estable a redes de agentes y élites con territorios productivos y sectores económicos.

En la destrucción de este segundo tipo de estructuras financieras (de “voz” que diría Hirschmann, frente a las de “salida”) suceden dos tipos de cosas interrelacionadas. Por un lado, se libera una enorme masa de capitales de su vinculación con los ciclos manufactureros locales, se calcula que entorno al billón de euros (el PIB de España), para invertir en los mercados financieros. Con ello nace toda una élite de yuppies financieros globalizados de una tipología social muy diferente a la del capitalista “renano” capitán de la industria que toma posiciones en el sistema político.  Por otro lado, y menos conocido, en este mismo movimiento Alemania pierde el control de sus centros productivos más estratégicos y el capital financiero transnacional, especialmente hedge funds americanos, se hace con el control del 50% de las empresas más importantes del DAX (el equivalente al IBEX) imponiendo la severísima disciplina de beneficios llamada shareholder value. Resumiendo, ésta consiste en que si hay que echar a 40.000 trabajadores para salvar el dividendo, se les echa. Es decir, en este proceso Alemania pierde el control de sus activos de mayor calidad y capacidad de gobierno de sus relaciones capital-trabajo. 

La masa de capitales liberados en este proceso va a tener dos destinos. Por un lado, se va a invertir masivamente en las burbujas patrimoniales de España y EE UU,  especialmente activos subprime, generando el germen de la abismal crisis bancaria en stand by que vive Alemania hoy. Y, por otro, se va a acelerar el proceso de deslocalizaciones a los países del Este aprovechando las vías de inversión y explotación de trabajo barato que las brutales políticas de terapía de shock de la Unión Europea y el FMI habían abierto en los ‘90.A partir de aquí, se va a lanzar un feroz ataque a la fuerza de trabajo alemana apoyándose en la tradicional concertación de los sindicatos mayoritarios con las políticas de Estado. Alemania es el único país de la OCDE donde los salarios reales han caído durante siete años seguidos (2000-2007), a la vez que su tradicional productividad se desplomaba, entre otras cosas, por la adopción de jornadas más largas sin aumentos de la intensidad tecnológica con el mismo salario introducidas con el beneplácito de los sindicatos. Como cabía esperar, la respuesta ha sido la pérdida de tres millones de afiliados a los sindicatos en un decenio. 

La crisis bancaria y la crisis social en ciernes, son dos buenas razones que explican que Alemania haya querido aliarse con las finanzas para gestionar políticamente la crisis del euro a cambio de la obtención de la posibilidad de financiarse barato en los mercados de capital. Las consecuencias son evidentes, se desplaza a futuro el ajuste bancario y se contiene, mediante el gasto público, el derrumbe de la mastodóntica clase media fordista alemana. 

Para terminar, no se trata de exculpar a Alemania por unas políticas europeas que siempre han tenido como objetivo no hacerse cargo de ninguna obligación de redistribución a escala continental, una escala en la que sí ha controlado la acumulación de capital, sino de recomponer las cadenas demando que impone la financiarización para luchar mejor contra ellas. 

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