Daniel Reventós /30/09/2012
Es un estúpido y viejo mantra:
la política económica que se hace es la única posible. No hay otra opción, no
hay alternativa. Utilizó la expresión en un sentido campanudo el darwinista
social y liberal Herbert Spencer hace más de un siglo y medio, pero fue
Margaret Thatcher quien la llevó a la fama. Hasta fue conocida como Thatcher
"Tina" (there is no alternative). Es la absurda idea según la cual
las decisiones económicas son exclusivamente técnicas.
Cualquier decisión,
según este sedicente razonamiento, es producto de la conclusión que la técnica
nos aconseja. Fue John Kenneth Galbraith uno de los muchos que escribió ya hace
algunos años contra semejante pretensión: "[L]a economía no existe aparte
de la política, y es de esperar que lo mismo siga sucediendo en el
futuro." [1] Pero el supuesto argumento de "no hay
alternativa" tiene muchos adeptos. Es así porque se repite sin cesar desde
gobiernos, algunos medios académicos y muchos medios de comunicación, y hasta
parece que a veces lo lamentan.
La política económica, tal
como indica el orden de las palabras, es primero política y después económica.
No hay nada más falso que las cantinelas más repetidas por casi todos los
gobernantes europeos: "son las medidas que el país necesita", "son
necesarios estos sacrificios para salir pronto de la crisis", "la
situación económica impone estas desagradables medidas", "todos
debemos sacrificarnos para salir adelante", etc., etc. Ni una medida de
política económica mínimamente importante es neutral en un sentido preciso: que
perjudica o beneficia a toda la población. Toda medida de política económica
perjudica a unos sectores sociales y beneficia a otros. Ejemplos, meros
ejemplos: bajar los impuestos a los más ricos, congelar o bajar las pensiones,
facilitar y abaratar los despidos laborales, gravar con aranceles productos
extranjeros, bajar el sueldo de los trabajadores del sector público, destinar
menos recursos a la educación pública, introducir el copago sanitario, idear
unos presupuestos públicos de austeridad en plena recesión… ¿Es difícil
descubrir quien gana y quien pierde en cada uno de estos casos? Cosa bien
distinta es la (supuesta) justificación que se da en cada caso por parte de los
responsables gubernamentales. Primero se decide a qué sectores sociales va a
favorecerse y después se instrumentan los medios económicos que hará posible lo
primero. En palabras de Joseph Stiglitz: "El gobierno tiene la potestad de
trasladar el dinero de la parte superior a la inferior y a la intermedia y
viceversa" [2].
Si existe confusión, o se
quiere sembrarla más bien, con lo que realmente es una política económica,
también la hay con lo que es el "mercado". Sin ninguna duda, ambos
términos están muy relacionados. Para empezar no existe el mercado en singular.
Existen muchos mercados y con características muy diferentes entre ellos. El
mercado semanal de muchos pueblos y el mercado de los artículos de alta
montaña, poco si algo tienen que ver. El mercado de libro de viejo y el mercado
financiero (si aquí también está justificado hablar en singular) menos aún
tienen en común, etc. La configuración de un mismo mercado varía también
históricamente, claro está. La ley Glass-Steagall, vigente de 1933 a 1999 en
EEUU, configuró unos mercados financieros harto diferentes a los modelados por
la ley Gramm-Leach-Bliley que sucedió a la anterior. El mismo mercado
tenía unas prohibiciones o no las tenía antes y después de esta ley. Tenía una
configuración política distinta en uno y otro momento.
Todos los mercados,
absolutamente todos, están configurados políticamente y son producto de la
intervención del Estado, mediantes legislaciones, normas, decretos y
regulaciones. Cualquier mercado es el resultado de opciones políticas que se
concretan en determinados diseños institucionales y reglamentaciones jurídicas.
El economista Dean Baker
plantea la misma cuestión en otros términos. Para Baker la idea tan extendida
de que la derecha sería partidaria de la "desregulación" del mercado
y la izquierda sería, por el contrario, partidaria de la "regulación"
es completamente falsa. Este economista afirma que
"[L]a derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector
público se implique en la economía. La diferencia radica en que los
conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que
redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia
está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas
intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen
el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento
natural del mercado".
Algunos ejemplos de la
configuración política de los mercados: en un mercado laboral puede haber o no
salario mínimo interprofesional, posibilidad de despido libre o determinados
requisitos más o menos severos para el despido. Y otros: la ley puede permitir
en determinados mercados la existencia o no de monopolios y oligopolios. Y aún
otro ejemplo más concreto: si Bill Gates no tuviera la cesión por parte del
gobierno de Estados Unidos del monopolio sobre Windows en el mercado del
software, no sería tan rico. En el escrito citado de Dean Baker: "Sin el
monopolio creado por la protección de los derechos de autor, cualquiera en
cualquier lugar del mundo podría bajarse instantáneamente los programas de
Microsoft sin coste alguno". Sea dicho de pasada: la innovación está
reñida con los monopolios. Recuérdese que Microsoft, por seguir con este
monopolio, no ha sido la empresa que haya inventado el primer navegador, ni la
primera hoja de cálculo, ni el primer procesador de textos, ni el primer
reproductor de productos audiovisuales, ni el primer motor de búsqueda… Las
oligopólicas compañías farmacéuticas, otro conocido caso, gastan más en
mercadotecnia que en investigación puesto que los precios de los fármacos son
tan superiores a los costos de producción que sale a cuenta dedicar recursos a
convencer (o comprar) a médicos para que recomienden determinados fármacos. Las
compañías oligopólicas de las tarjetas de crédito obtienen una comisión de los
comercios, cuando un cliente paga por este medio, superior al dinero que
obtiene el comerciante por la misma transacción. Poco tiene que ver eso con la
investigación y la innovación y mucho con la llamada búsqueda de rentas [3].
Y la lista es mucho más larga.
La actual configuración
política de los mercados explica perfectamente que los ricos sean cada vez más
ricos antes y durante la crisis económica, junto al hecho de que la mayor parte
de la población sea cada vez más pobre. No es la primera vez que recurro a los
datos de los informes World Ultra Wealth Report. Muy recientemente
se ha publicado el informe correspondiente a 2012-13. Cabe recordar que este
informe entiende por Ultra High
Net Worth Individuals (UHNWI), es decir, individuos con altísimo valor neto, a
los que tienen activos superiores a los 30 millones de dólares. En el bien
entendido que no se contabilizan entre esos activos la primera residencia, los
bienes consumibles, los bienes coleccionables y los bienes de consumo duradero.
Es decir, se trata de evaluar en estos informes lo que estos ricos tienen como
efectivo y en activos fácil y rápidamente convertibles en líquido. Se trata,
como resulta evidente, de personas con una riqueza real muy superior a los 30
millones de dólares. Los 30 millones de dólares que definen a un UHNWI son pues
de bienes inmediatamente convertibles en efectivo. Pues bien, en el
reciente informe 2012-13 apenas ha habido cambios en el año 2012 respecto al
año anterior. En total el informe contabiliza 187.380 UHNWI en todo el mundo
(un 0,6% más que el año anterior) y una riqueza conjunta de 25,7 billones de
dólares (un 1,8% menos que el año anterior). Algunas precisiones son
interesantes. Dentro de estos 187.380 hay diferencias también muy grandes. Los
sujetos que tienen unos activos, tal como se han definido un poco más arriba,
superiores a mil millones de dólares suman 2.160 en todo el mundo. Estos 2.160
no son el 1% más rico, ni el 0,1%, son exactamente el 0,00003% de los 7.000
millones que formamos la humanidad. Tienen unos activos acumulados (recuérdese la
restrictiva definición) de 6,2 billones de dólares (el PIB del Reino de España
es aproximadamente de 1,4 billones de dólares). En el año 2012 los situados en
esta franja privilegiada han aumentado un 9,4% y su riqueza conjunta lo ha
hecho un 14% [4]. No puede decirse lo mismo, ni en términos
remotamente proporcionales, de la mayoría de la población. Las terribles
consecuencias sociales y psicológicas para muchísimas personas causadas por el
empobrecimiento de porcentajes altísimos de la población ya es irreversible. De
aquí que muchos prefieran hablar de la desigualdad en privado. Como Mitt
Romney, por ejemplo. El candidato ultraderechista a la presidencia de EEUU dijo
en un programa de televisión el pasado 11 de enero: "Creo que lo mejor es hablar de la desigualdad
en lugares discretos."
Las grandes desigualdades no
son producto de la crisis. La crisis las acentúa, pero la configuración
política de los mercados que ha posibilitado las grandes desigualdades es
anterior a la crisis. Un par de datos, el primero referido a EEUU y el segundo
al Reino de España, que muestran la magnitud de la catástrofe. Primero, justo
antes de la crisis, en el 2007, "el 0,1 por ciento más rico de EEUU
recibió en un día y medio aproximadamente lo que el 90 por ciento inferior recibió
en un año" [5]. Segundo, la participación de los salarios
en el PIB ha sido menguante en el Reino de España desde el año 1981 (73%) al
2012 (57,3%), y la Comisión Europea calcula que para 2013 la participación será
del 56,3%. Esta realidad, quiénes son sus causantes y beneficiarios, quiénes
sus perdedores… resulta cada vez más evidente para las poblaciones que
principalmente en Europa, "el enfermo del planeta (…) que está a la vanguardia
de la idiocia organizada", protestan, luchan y expresan su
malestar. Atenas, Lisboa, Bilbao, Barcelona, Roma, Madrid… no en todas partes
de forma igual (ojalá las cosas fueran tan sencillas), pero las poblaciones que
sufren las políticas económicas y las configuraciones políticas actuales de los
mercados lo comprenden, lo ven. ¿Cómo es que la mayor parte de gobernantes (o
dicen que) no lo ven? De las posibles respuestas, hay dos de muy destacadas.
Una la menciona, por ejemplo, Paul Krugman cuando se refiere a la atención que
recibe la "gente muy seria", un tipo de humanos muy particulares
definidos por este autor como "personas que expresan opiniones que son
consideradas razonables por los que mueven los hilos" [6].
Pero quizás mejor es aún la que ya hace años señaló Upton Sinclair: "Es difícil que un hombre comprenda algo,
cuando su salario depende de que no lo comprenda."
Notas:
[1] John
K. Galbraith, Historia de la economía, Ariel, Barcelona, 2007.
[2] Joseph
Stiglitz, El precio de la desigualdad, Taurus, Madrid, 2012.
[3] La
"búsqueda de rentas" no produce riqueza añadida y es un mecanismo por
el cual la renta cambia de manos. Se puede realizar mediante leyes, facilidades
concedidas por los gobiernos, etc. Los ricos han captado muchas rentas de la
mayoría de la población gracias a las legislaciones que han logrado imponer
mediante, aunque no de forma única, los muchísimos cabilderos que actúan cerca
de los legisladores para ese fin.
[4] Este enriquecimiento no
tiene nada que ver en la inmensa mayoría de casos con mérito alguno. Véase, por
ejemplo, George Monbiot, "Mitt
Romney and the myth of self-created millionaires", The
Guardian, 24-9-12, que puede leerse traducido enSin Permiso en
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5287.
[5] Pueden
consultarse los datos que cita Stiglitz enwww.cbo.gov/sites/default/files/cbofiles/ftpdocs/115xx/doc11554/averagefederaltaxrates2007.pdf
[6] Paul
Krugman, ¡Acabad ya con esta crisis!, Crítica, Barcelona, 2012.
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