El 14 de noviembre pasado el FMI dio su «aprobación»
a los controles de capital, argumentando que «la globalización financiera puede
inducir a crisis financieras y a movimientos de divisas económicamente
desfavorables». Y hace solo ocho días —el 26 de diciembre— recomendó
públicamente emprender un conjunto de reformas para asegurar crecimiento con
inclusión social en nuestro país.
Mi experiencia con las misiones del FMI
¿Ha cambiado el FMI? La recomendación del uso de impuestos y otras
restricciones a la entrada de capitales para evitar la apreciación de nuestra
moneda, es una medida sensata para un país con un escaso desarrollo industrial
y con exportaciones predominantemente primarias. Asimismo, proponer un
crecimiento con inclusión social es sugerir un cambio en el estilo de
crecimiento, dejar el estilo de crecimiento extractivista para optar por un
crecimiento inclusivo. Pero cuidado, el FMI no ha cambiado. ¿No es está acaso
recomendando recortes fiscales a los países endeudados de la periferia europea
para salir de la crisis?
Soy de los que piensan que el FMI y el Banco Mundial fueron los
responsables de la «década perdida» por casi todos los países
latinoamericanos endeudados en los años ochenta. Estas mismas instituciones
participaron de distintas maneras en la renegociación de la deuda que, en el
caso de Perú, significó la acumulación de sus servicios en la primera década de
este siglo hasta alcanzar un promedio de 3.5% del PBI. Eran los años del
gobierno de Alejandro Toledo, quien había ofrecido incrementar los gastos en educación
y los sueldos de los maestros. El país gastaba más en servicios de la deuda
externa que en educación.
Tuve la oportunidad de participar en reuniones con miembros de la
misiones del FMI en los primeros años del gobierno de Toledo y recuerdo que escuché
asombrado su recomendación de reducir los gastos fiscales para generar un
superávit primario de 1.5% del PBI. Este absurdo era indispensable según el FMI
para lograr la estabilidad macroeconómica y cumplir con los acreedores de la
deuda externa. Es importante recordar que Fujimori dejó una economía en
recesión y un déficit fiscal de cerca del 3% del PBI.
Cuestioné tajantemente esta política recesiva del FMI; y, en su lugar,
propuse iniciar el prepago de la deuda externa y reperfilar sus servicios, desarrollando
un mercado de deuda interna en soles, junto a otras medidas. La idea era
bajar el peso de los servicios de la deuda a menos de 2% para liberar recursos
y destinarlos al aumento de los gastos en educación y salud. (Las
contribuciones que hice durante mi paso por el MEF en los años 2001 a 2004
pueden verse en mi libroReglas y Sostenibilidad de la Política Fiscal,
publicado por el Fondo Editorial de la PUCP).
Las propuestas ideológicas del
FMI
El FMI no ha renunciado a sus
propuestas ideológicas. Sigue patrocinando el libre comercio para países como
el nuestro, desconociendo la experiencia histórica de los países desarrollados.
También sigue creyendo en el libre movimiento de capitales, solo que ahora
sostienen que este requiere «un determinado umbral de desarrollo institucional
financiero y de gobierno que los países emergentes no lo tienen».
Por otro lado, el FMI afirma que
la significativa inestabilidad financiera mundial se debe a la política de
acumulación de reservas que adoptaron en la última década muchos países
emergentes, como el Perú. El FMI no reconoce que esta política les permitió a
estos países enfrentar la volatilidad del tipo de cambio y la pérdida de
competitividad de sus exportaciones no tradicionales. Como dice K. P. Gallagher
«a pesar de la abundante evidencia académica y de la experiencia de los países
en contrario, el FMI sigue obstinadamente aferrado a la idea de una eventual
liberalización de la cuenta de capitales».
Y, ¿qué reformas nos recomienda
para asegurar un crecimiento con inclusión social? El FMI recomienda «aumentar
la competitividad mediante la valorización del capital humano y el
mantenimiento de la flexibilidad del mercado de trabajo; eliminar cuellos de botella
en infraestructura; optimizar el clima de negocios para fomentar la inversión y
la innovación; y mayor desarrollo del mercado de capitales para facilitar la
inversión y una mejor asignación de los ahorros».
El FMI sigue postulando aumentar
la competitividad abaratando el costo del trabajo y desmantelando los
estándares regulatorios y tributarios para mejorar el «clima de negocios».
Sobre el tema de la infraestructura no hay texto alguno donde el FMI lo
relacione con la expansión de los mercados internos y la política industrial.
Por último, hay que mencionar que el FMI era reacio al desarrollo del mercado
de deuda pública en soles, requisito indispensable para desarrollar el mercado
de capitales en el país. Me temo que el FMI sea el promotor de la compra y
venta de bonos por instituciones financieras y empresas extranjeras en el
mercado local; lo cual solo acrecienta la vulnerabilidad de dicho
mercado.
A modo de conclusión
Ollanta Humala dice que la economía no está en «piloto automático».
No se da cuenta que su equipo económico neoliberal está exacerbando la
vulnerabilidad de la economía ante shocks externos adversos. Ollanta Humala no
toma en cuenta lo que implica tener una economía que importa bienes
manufacturados por un monto que supera notablemente la producción manufacturera
interna.
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