Marco Antonio Moreno /14/09/2012
La Reserva Federal anunció
ayer un
nuevo plan de estímulo monetario con el objetivo de dar vida a la
famélica economía de Estados Unidos cuyo desempleo sigue en niveles muy
superiores a los existentes antes del estallido de la crisis. Desde febrero de
2009 la tasa de desempleo está por encima del 8% y junto a ser una de
las más altas de los últimos 30 años, no tiene forma de descender a la
misma velocidad con que ascendió (ver última gráfica).
Por eso que a partir de este
mes y por una cantidad de tiempo ilimitado, la Fed comprará 40 mil
millones de dólares en valores respaldados por hipotecas, es decir, los
activos tóxicos o “armas
financieras de destrucción masiva” que desataron la actual crisis. Es
una apuesta crucial para revitalizar la economía estadounidense por la vía de
la devaluación del billete verde. Este plan, sumado al lanzado
la semana pasada por el BCE, deja en claro que hoy nadie quiere tener una
moneda fuerte y que cada bloque se empeña en debilitar y hundir su moneda.
Esto es porque la receta del
monetarismo es clara: debilitar la moneda para mejorar la competitividad,
aumentar las exportaciones, el saldo en la balanza comercial y el empleo. Pero
si tanto el BCE, con el euro, como la Fed, con el dólar, apuestan a lo
mismo, el hundimiento de esta guerra de divisas no hace más que acelerar el
hundimiento global. Por cierto que en esta guerra por el dinero barato la Fed
lleva las de ganar dada la desmembrada conjunción de países que integran el
euro.
Una economía en declive
El objetivo de la Fed es
reactivar el mercado de la vivienda por la vía de una nueva burbuja de dinero
barato, dado que se piensa que no hay mejor antídoto que grandes dosis del
mismo veneno que arrastró a la economía al precipicio hace cinco años. Y como
la economía estadounidense no sale aún del letargo de la crisis, nada mejor que
una carrera devaluatoria sin límites en guerra abierta con el resto del mundo.
El nuevo plan de Bernanke no
tiene ningún límite de tiempo (todos los meses la Fed comprará 40.000 millones
de dólares) y además se ha comprometido a mantener las tasas de interés en
niveles bajos (cercanos a cero) hasta “mucho después de que la economía
comience a recuperarse”. Pero la tendencia de la economía de Estados Unidos,
como muestra la gráfica, es al declive y el estancamiento. Muy lejos están los
tiempos en que las depresiones súbitas encontraban recuperaciones vigorosas. La
tendencia de las últimas tres décadas ha sido al letargo.
Nueva burbuja para manipular
la competitividad
Después de la primera
flexibilización cuantitativa (QE1) en noviembre de 2008 y la segunda (QE2) en
noviembre de 2010, Ben Bernanke, da inicio a su “QE3” largamente anunciada. La
Fed llevaba meses dispuesta a actuar si la situación económica del país no
mostraba signos de mejora. Y apelar al recurso de la imprenta en período de
elecciones aportará dividendos a Estados Unidos aunque deje en mal pie al resto
del mundo, que no vive precisamente momentos de euforia económica. Son los peligros
de una devaluación forzada y una competitividad manipulada que amenaza con
echar por tierra la recuperación mundial.
Además de de “dar vida” al
mercado inmobiliario (¿nueva burbuja’), la estrategia de la Fed busca reducir
las tasas de interés reales para animar a las empresas a pedir prestado,
invertir y con ello impulsar la máquina económica. Es un proceso de relojería
complejo en el cual, una vez más, desempeña un rol crucial la demanda real. Y
si la demanda está debilitada producto del alto desempleo, el castillo de
naipes se puede derrumbar a gran velocidad. Prueba de ello es que las bajas
tasas de interés no han animado a los inversores a invertir y producir y el
crecimiento en Estados Unidos fue de apenas 1,7% en el segundo trimestre (lejos
del 2,3 estimado), a pesar de los 2,3 billones de dólares gastados para
recomprar deuda y activos tóxicos desde noviembre de 2008.
Renta variable e inflación de
precios
Hasta el momento, el gran
ganador de la política monetaria de Estados Unidos con los planes de
flexibilización cuantitativa han sido los mercados de renta variable (ver
gráfico). El Dow Jones ya cotiza en torno a los 13.500 puntos por primera vez
desde mayo de 2008, aunque ni el desempleo ni la economía repuntan. Solo se
retroalimentan los precios de la renta variable y los brotes inflacionarios en
las materias primas y los alimentos. A modo de ejemplo, 12 meses después de la
primera QE1 el indice de precios de los productos básicos subió un 36%, el de
los alimentos llegó al 20% y el del petróleo subió un 59%. En los primeros ocho
meses de la QE2 la variación de precios fue 10%, 15% y 30%. El aumento de los
precios con la nueva QE3 será inevitable. Todo indica que el alza de los
índices bursátiles es transitoria y que oculta la inflación de precios.
Por ahora, el índice de
precios al consumo juega a favor de la Reserva Federal. En julio, la inflación
se redujo al 1,3%. Lejos del objetivo del 2% fijado por la institución. Es la
consecuencia lógica tras la fuerte caída de la demanda y el consumo que amenaza
con prolongarse. Porque las acciones de la Fed y el BCE sólo provocan
euforia en los índices bursátiles pero nada hacen por mejorar el empleo. Al
revés, solo agravan la situación por la vía de la inflación de los productos
básicos. Como siempre, los planes de estímulo monetario no han logrado dar un
impulso sólido a la economía dado que tienen un impacto limitado a nivel global
por su débil repercusión en el empleo. Y esta nueva propuesta de Bernanke no
será la excepción.
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