sábado, 15 de septiembre de 2012

El dogma económico que domina la cultura académica y mediática de la “austeridad expansiva”

Vicenç Navarro /10 /09/2012

Por definición, dogma es un sistema de creencias basadas en la fe y no en la evidencia científica. Y mientras que hay conciencia de las consecuencias, muchas de ellas negativas, que los dogmas religiosos han tenido a lo largo de la historia, hay poca percatación de los impactos sumamente negativos que los dogmas económicos han tenido en nuestra realidad, como lo demuestra la aplicación del dogma neoliberal en la situación presente.


La aplicación de las políticas derivadas de tal dogma está llevando a España, a Europa y al mundo a un desastre. Y la evidencia científica de que esto es así es robusta y abrumadora, lo cual no es un obstáculo para que tales políticas continúen promocionándose en los medios y aplicándose por las autoridades públicas.

Un principio básico de tal dogma neoliberal es lo que éste define como “austeridad expansiva” (en inglés, Expansionary Austerity). Los generadores de tal principio son dos profesores de la Harvard University, Alberto Alesina y Silvia Ardagna que, a través de sus escritos sostienen que las políticas de austeridad (la manera como definen los recortes de gasto público y muy en especial del gasto público social, así como las medidas orientadas a reducir los salarios) estimulan el crecimiento económico, pues, según ellos, tales políticas de rectitud fiscal y ortodoxia económica dan confianza a los mercados financieros, que son los que en definitiva juegan un papel clave en la provisión de fondos invertidos en un país. Que la deuda pública de un país tenga unos intereses altos o bajos depende primordialmente –según tales autores- de la famosa confianza de los mercados financieros (que quiere decir de la Banca, de las compañías de seguros, de los capitales de alto riesgo y de otras entidades financieras) en la capacidad de los Estados de poder pagar los intereses de su deuda pública.

Y la reducción de los salarios es –de nuevo, según ellos- buena, pues facilita la competitividad y las exportaciones, que son el motor de la economía. Esta bajada de salarios (facilitada por las reformas laborales, cuyo objetivo, casi nunca explicitado en sus propuestas, es precisamente bajar los salarios) y la eliminación o reducción de la protección social y del Estado del Bienestar, que protege primordialmente a las clases populares, incluyendo a los trabajadores, es parte de lo que se llama la devaluación doméstica. Al no poder reducir el precio de los productos mediante la devaluación de la moneda, los países de la Eurozona tienen que conseguir la reducción de los precios de los productos y servicios que produce, a fin de hacerlos más competitivos, a base del descenso de los salarios.

Hasta aquí el dogma. Y las políticas que del dogma se derivan (recortes de gasto público y bajada de salarios) se han implementado en los países de la Eurozona durante estos años de crisis bajo el supuesto de que, a más recortes, habrá mayor crecimiento económico y, a más reducción de los salarios, habrá más crecimiento de las exportaciones y más estímulo y crecimiento económico. Este dogma tiene sus sacerdotes –los economistas que gozan de gran proyección mediática, algunos con llamativas chaquetas que ayudan a dar visibilidad a tales argumentos, otros con la pomposidad de autodefinirse como los guardianes de la ortodoxia económica-. Todos ellos gozan, no sólo de amplias cajas de resonancia en los medios, sino de amplio apoyo financiero de la banca y de las grandes empresas en el país. Existe así toda una retahíla de centros llamados de investigación económica (FEDEA, IESE, y centros de estudios del BBVA y del Banco de España, entre otros) financiados o próximos a la banca que promueven el dogma.

El hecho de que, a pesar de que la evidencia científica muestra lo erróneo de sus supuestos, se continúe promoviendo es porque, como todo dogma, sirve a unos intereses financieros y económicos: la banca y la gran patronal, que lo financian y promueven. La gran mayoría de medios de información están profundamente endeudados y son dependientes de la banca. De ahí la gran visibilidad mediática de tales economistas, visibilidad que se debe a su función apologética del poder financiero y empresarial y no a su fortaleza argumentativa que es escasa, cuando no nula.

Hoy la Eurozona está en una crisis profunda, muy acentuada en los países GIPSI (Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia). Tras cuatro años de aplicación de tales políticas, ¿dónde está la expansión económica prometida? En realidad, no está, pues el dogma es profundamente erróneo. Estos recortes han contribuido a crear la recesión. Han creado un problema gravísimo de falta de demanda. El enorme endeudamiento de las familias (endeudamiento que benefició a la banca) limita las posibilidades de reavivar la economía, problema agravado todavía más con la reducción salarial. En estos momentos, el único sector que puede reavivar la economía es el público, que precisamente está siendo también recortado, creando la enorme recesión (ver “El euro no tiene problemas; las clases populares sí que los tienen”. Social Europe Journal. 17.08.12, en www.vnavarro.org).

Lo que estamos viendo es un ataque frontal al mundo del trabajo (la mayoría de la población) por parte del mundo del capital especulativo (una minoría de la población) que controla las instituciones europeas, incluyendo el BCE, que no protege a los Estados frente a la especulación de los mercados. Es la lucha de clases, no sólo de la burguesía frente al mundo obrero (que existe y continúa), sino de una minoría frente a la gran mayoría de la población.

Una última observación. En 2010, veinte economistas escribieron una carta en el Sunday Times de apoyo a las propuestas de austeridad del Ministro de Economía del gobierno conservador, el Sr.George Osborne (medidas llevadas a cabo al poco de proponerse), indicando la urgencia y necesidad de que se tomaran tales medidas para reavivar la economía de Gran Bretaña. Tales economistas eran economistas de universidades europeas de gran prestigio o miembros de grandes empresas financieras. Este Agosto, más de dos años después, y en la economía británica casi en recesión, la revista semanario News Statesman les ha entrevistado preguntándoles si, a la luz del fracaso de tales políticas de austeridad, cambiarían de opinión (“Even the economists who endorsed the Chancellor are abandoning him” New Statement. 20.08.12). La revista ha publicado algunas de las respuestas. Y es interesante que algunos (como el profesor Danny Quah, de la London School of Economics, y el economista de Capital Economics, el Sr. Roger Bootle) tienen ahora dudas de la utilidad de tales medidas.

Los economistas españoles firmantes de la carta mostrando la intensidad de su fe en el dogma vigente, no admiten ningún error ni ninguna duda. La mayoría, sin embargo, sí que manifiestan reservas. Está claro que se encuentran incómodos.

Es una lástima que ningún diario o semanario español haya hecho la misma pregunta a los casi cien economistas, la mayoría académicos, que firmaron la carta, promovida por Fedea, pidiendo políticas de austeridad (que incluiría las reformas del mercado laboral) a fin de –según su discurso- facilitar la creación de empleo y disminución del desempleo. A la luz del fracaso de tales medidas, uno esperaría un mínimo de autocrítica. Pues no, aunque ninguna revista española les ha preguntado si se arrepienten de su firma, es predecible que la respuesta sería un rotundo no, afirmando que llevaban y continúan llevando razón. En realidad, la gran mayoría de firmantes continúan promoviendo tales políticas. Los dogmas en España, sean religiosos o económicos, siempre han dominado la vida política, económica y cultural del país. Y así nos va.

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