Félix Jiménez /Domingo 13 de enero del 2013
La crisis económica actual está provocando un intenso debate sobre los efectos nocivos del neoliberalismo a escala mundial. Prácticamente todos los países desmantelaron los estándares regulatorios de sus mercados financiero y de trabajo, liberalizaron su comercio exterior y su cuenta de capitales, y minimizaron el tamaño y el papel del Estado. Con ello generaron una creciente desigualdad en la distribución de los ingresos, junto a un déficit estructural de demanda que fue compensado con un creciente endeudamiento.
La crisis de la doctrina neoliberal
Los efectos económicos y sociales de la crisis –el estancamiento de la producción y el creciente desempleo que está afectando más a los jóvenes—se exacerban con las medidas de austeridad fiscal. Los recortes del gasto en infraestructura pública y en los sectores sociales, prolongan el estancamiento económico, reducen notablemente las oportunidades de empleo y generalizan los conflictos sociales poniendo en peligro los regímenes democráticos en los países europeos. Por eso sostenemos que la crisis financiera y económica actual es también la crisis del modelo neoliberal.
Las apreciaciones monetarias que desestimulan la producción de transables y originan desequilibrios en las cuentas corriente de los países emergentes por la creciente penetración de importaciones, ha hecho recular al FMI en sus convicciones sobre la libre movilidad de capitales.
La política de austeridad fiscal, tanto en Norteamérica como en Europa, no sirve para relanzar el crecimiento económico y la generación de empleo. Recordemos que este mismo tipo de política generó la llamada «década perdida» en la América Latina de los años 1980s. Según Olivier Blanchard, Director del Departamento de Investigación del FMI, esta institución se equivocó en la magnitud del ajuste que recomendó a los países de la periferia europea para salir de la crisis. Se equivocaron, dijo, en la magnitud del multiplicador de los ajustes fiscales: por cada dólar de recorte fiscal se perdían 1.5 dólares y no 0.5 dólares como inicialmente habían estimado (véase Growth forecast errors and fiscal multipliers, enero 2013).
La política de minimización del Estado está a su vez generando el deterioro e insuficiencia de los bienes y servicios públicos. No hay inversión privada que compense este deterioro. Las bajas tasas de interés en los países del centro, solo estimulan un creciente flujo de capital especulativo hacia la periferia donde las tasas de interés son relativamente más altas. La desaceleración y/o estancamiento de la inversión productiva privada en los países del centro, a pesar de sus bajas tasas de interés, está afectando su estructura productiva y, por lo tanto, su capacidad de competitiva frente a los países emergentes del Asia, con China en primer lugar.
Todo esto ocurre en un contexto de libre comercio, donde los países con apreciaciones monetarias prolongadas, son las que más pierden desde una perspectiva de mediano o largo plazo, pues el crecimiento de estos países, impulsado por la producción de no transables y altamente dependiente de importaciones, tiene un límite en el sector externo de sus economías.
Hacia una nueva relación entre el Estado y el Mercado
El dominio del neoliberalismo desde la era Reagan-Thatcher estuvo caracterizado por su rechazo a la posibilidad de una relación virtuosa entre el Estado y el Mercado. Según los neoliberales el Estado es depredador y su intervención en la economía afecta la eficiencia de los mercados libres, perjudicando el bienestar de la población. Hoy, esta doctrina está en crisis. Su dominio durante más de tres décadas, ha provocado desbalances globales y desbalances internos en los países del centro y de la periferia.
En los países emergentes como el nuestro, el neoliberalismo ha descuidado la esfera productiva de la economía. Como le importa más el supuesto bienestar de los consumidores, ha propiciado la creciente penetración de importaciones en el mercado interno, dificultando así la diversificación del aparato productivo, es decir, el desarrollo industrial y agro-industrial.
Es claro ahora que no se puede aspirar a ser competitivos en el mundo actual solo sobre la basa del abaratamiento del costo del trabajo. Como dice Rodrik, «una economía sólida requiere una estructura productiva sólida. Y el consumo debe estar respaldado por un alto empleo con salarios adecuados».
La preocupación por la diversificación productiva y no solo por el consumo, conduce a una diferente posición sobre el papel del comercio internacional. Mientras los neoliberales optan por el libre comercio para favorecer el consumo con importaciones más baratas, los que proponemos la diversificación productiva subordinamos el comercio a este fin: el comercio debe servir al desarrollo de la economía interna y de sus mercados, así como a la expansión del empleo con salarios adecuados. Desde esta perspectiva el Estado tiene un enorme papel que cumplir para desarrollar mercados a lo largo y ancho del país, para promover la innovación y la diversificación productiva, para independizar la política monetaria de la política cambiaria y para mantener un tipo de cambio estable y competitivo.
A modo de conclusión
Es bueno que algunos neoliberales criollos ahora afirmen que el Estado debe impedir la gestación de una burbuja inmobiliaria e interrumpir la creciente apreciación de la moneda --ambas asociadas al creciente influjo de capitales en nuestro país.
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