Oswald Gruebel, presidente del banco suizo UBS, durante una conferencia de prensa en Zurich para anunciar los resultados del segundo trimestre de 2011, el 26 de julio anterior; el sábado pasado la junta directiva aceptó su renuncia luego de reportarse pérdidas por 2 mil 300 millones de dólares debido a supuestas prácticas comerciales tramposas. Foto Reuters.
La Jornada
Alfredo Jalife-Rahme
UBS, el mayor banco suizo, resultante de la fusión en 1998 entre Union Bank of Switzerland y Swiss Bank Corporation, publicó un reporte de 21 páginas, Fractura del euro; las consecuencias (6/9/11), de corte apocalíptico y de entonaciones mafiosas sobre las “consecuencias” de la balcanización del euro, cuyos autores son los “economistas” Stephane Deo, Paul Donovan y Larry Hatheway.
En paralelo, para dramatizar sus “investigaciones”, el polémico UBS publica otras dos notas ominosas: 1) “La recesión pasó, pero la depresión acaba de empezar”, que predice una austeridad que llevará a “una mayor forma muscular (sic) de gobierno” (¿no habrá colaborado Calderón en su redacción?); y 2) “La eurozona puede fracturarse en un horizonte de 5 años”, por Nouriel Roubini, quien se ha vuelto el espantapájaros del financierista sionismo jázaro.
La brutal amenaza de UBS –que, por cierto, en fechas recientes destapó la cloaca de sus actividades metafinancieras con una nueva “pérdida” por más de 2 mil millones de dólares– es dicotómica: si sus bancos “quebrados (sic)” no son rescatados y la eurozona se balcaniza, ergo, advendría “un gobierno autoritario o militar, o la guerra civil”.
¿Por qué propaga el pánico UBS, uno de los nueve bancos que controlan el mercado de los derivados a escala global (Bajo la Lupa, 7/9/11)? ¿Para ganar más y/o intentar resarcir sus cuantiosas pérdidas bursátiles?
Como los clásicos pescadores, a río revuelto ganan más los nueve bancos globales que controlan los derivados financieros, que se calcula han rebasado la cifra estratosférica de alrededor de 2 mil billones de dólares, frente a unos exiguos 74 billones del PIB global.
UBS –que, por cierto, se ha dedicado a golpear al petróleo mexicano a través de un topo (ahora le dicen “estratega”), hijo de un anterior director de Pemex quien vende sin pudor la información privilegiada de la paraestatal mexicana (ver Bajo la Lupa, 23/11/08)– asevera que “las pasadas instancias de fracturas de uniones monetarias tienden a producir uno de dos resultados. O bien existe una respuesta de un gobierno más autoritario (sic) para contener o reprimir (sic) el desorden (sic) social (un escenario que tiende a requerir un cambio de un gobierno democrático a uno autoritario o militar), o alternativamente, el desorden (sic) social opera con las fracturas tectónicas existentes en la sociedad para dividir (¡súper sic!) al país, desparramándose en una guerra civil (¡súper sic!)”.
El resumen ejecutivo del amenazante reporte lo divide en cinco partes:
1. “El euro no debe existir” (así): la estructura actual y su membresía deberán cambiar.
2. “Confederación fiscal” sin balcanización: “la aplastante probabilidad es que el euro se mueva lenta (y dolorosamente) hacia alguna forma de integración fiscal. El casi riesgo o fractura se considera más costoso y cercano a una probabilidad de cero. Los países no pueden ser expulsados pero los estados soberanos pueden optar por salirse”.
3. “El costo económico (parte uno)”: “el costo de un país débil (sic) que abandona el euro es significativo”: quiebra soberana, quiebra empresarial, colapso del sistema bancario y del comercio internacional”, lo cual “equivale a entre 40 y 50 por ciento de su PIB el primer año”.
4. “El costo económico (parte 2)”: “si fuera un país poderoso como Alemania que abandona el euro las consecuencias serían: quiebra empresarial, recapitalización del sistema bancario y colapso del comercio internacional, lo que equivale a entre 20 y 25 por ciento de su PIB el primer año”.
5. El costo político: el mayor de todos. “El poder blando de Europa y su influencia internacional cesarían (…) Ninguna unión monetaria se ha fracturado sin ninguna forma de gobierno autoritario o militar, o guerra civil”.
En este tenor, surge nuevamente Nouriel Roubini, quien sacude el espectro de una tercera guerra mundial (Moneynews, 26/9/11).
En este tenor, surge nuevamente Nouriel Roubini, quien sacude el espectro de una tercera guerra mundial (Moneynews, 26/9/11).
Vuelven a coincidir los mismos circuitos financieristas: Nouriel Roubini se suma a la no muy añeja amenaza de Ambrose Evans-Pritchard de hace tres años sobre la inminencia de una tercera guerra mundial (ver Bajo la Lupa, 7/9/08), curiosamente ocho días antes de la extraña quiebra de Lehman Brothers.
Nouriel Roubini considera que la austeridad fiscal puede desembocar en una calamidad económica seguida por una guerra. ¿Entre quién o quiénes?
Aduce también que “la crisis financiera global y su depresión consecuente, al unísono de la inestabilidad política y social en Europa y en otras economías avanzadas (sic), va a ser extremadamente (sic) severa”, de la que “ni China estará exenta” y a quien le predice “un aterrizaje duro en los próximos dos años”.
Han estado resonando demasiado los tambores de guerra en las recientes cumbres y reuniones financieras. ¿Las guerras como continuación de las finanzas por otros medios?
En Polonia se acaba de escenificar un choque de trenes entre Estados Unidos y la eurozona cuando Timothy Geithner, controvertido secretario del Tesoro estadunidense e instrumento de la potente banca de Wall Street, “advirtió de una catástrofe” a los ministros de Finanzas europeos.
Por cierto, contactos en Washington aseguran que Obama deseaba decretar ya la quiebra del insolvente banco Citigroup pero que Timothy Geithner se opuso rotundamente (a grado de amenazar con su renuncia). ¿Pues de tanto poder goza, no Obama ni Timothy Geithner, sino Citigroup?
A mi juicio, la razón del brutal apretón de tuercas de Timothy Geithner a Alemania está en la hermeneútica de Ambrose Evans-Pritchard (The Daily Telegrap, 26/9/11): “Perdona Deutschland (nota: la tierra alemana). La historia ha conspirado contra ti de nuevo. Debes firmar 2 millones de millones de euros y corromper (sic) a tu banco central, y aceptar 5% de inflación o serás condenado a un Götterdämmerung (nota: el crepúsculo de los dioses)”.
Detalla el “rescate Geithner” bajo la brutal presión de Estados Unidos (a la que se sumó Obama): “El paquete multibillonario que ahora se conforma para la Eurolandia fue ampliamente cocinado en Washington (¡súper sic!), en colusión con la Comisión Europea, y es impuesto (¡extra súper sic!) a Alemania con la fuerza absoluta de la diplomacia (sic) de Estados Unidos”. ¡Uf!
Timothy Geithner ahora le propina a Alemania la misma receta de “rescate” bancario de la post crisis de Estados Unidos de 2008. En este jueguito bidireccional de los “derivados financieros”, más que rescatar a la eurozona, ¿no es la banca de Estados Unidos la que intenta salvarse?
La señal es prístina: o Alemania crea una hiperinflación monetaria en Eurolandia o viene la guerra. Mejor la hiperinflación.
Ahora Alemania tendrá que “buscar un mecanismo en la que convierta un euro a cinco” (Reuters, 25/9/11) en este nuevo modelo de “estabilización monetaria europea”. La alquimia monetarista convertiría así 440 mil millones de euros de sus fondos de rescate a 2 millones de millones de euros.
Y por si alguien no entendiese en Europa, el controvertido Goldman Sachs, otro insolvente banco de inversiones (y uno de los controladores de la Casa Blanca), amenazó con que “ya no existen más paraísos financieros”, en alusión al franco suizo y al oro, ambos detenidos por los “mercados” (Moneynews, 27/9/11).
¡Estamos en el paroxismo de la guerra global de las divisas!
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