jueves, 4 de agosto de 2011

Otro jueves negro para las bolsas del mundo: Lima también registró su mayor caída en casi dos meses

4 de agosto de 2011

Lima: "Jueves Negro" bursátil en la Eurozona y Norteamérica, arrastró a la bolsa peruana que se desplomó en -5,56%.

El mercado de valores peruano retrocedió un 5.56% al término de sus operaciones, con lo que amplió sus pérdidas a 13.1% en lo que va del año.

La Bolsa de Valores de Lima (BVL) se desplomó un 5.5% el jueves, su mayor caída porcentual diaria en casi dos meses, golpeada por los temores sobre los problemas de deuda en la zona euro y el futuro de la economía estadounidense.

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Recuperación y destrucción del neoliberalismo


Alejandro Nadal

La maquinaria institucional e ideológica heredada de 30 años de neoliberalismo no está ahí por nada: sus objetivos son el retroceso político y mantener vivos los viejos dogmas. Esto se logra imponiendo una narrativa dominante sobre los orígenes y naturaleza de la crisis que impida pensar en caminos alternativos.

La historia que cuenta el neoliberalismo sobre su propia crisis comienza con el estallido de la burbuja en el sector inmobiliario y la diseminación de sus efectos por todo el sector financiero gracias a la bursatilización de activos tóxicos. Después viene el rescate y la recuperación. Pero esta historia es absurda porque no hay recuperación a la vista.

Lo notable es que esta narrativa termina con el principio de la pesadilla. Su culminación es el ¡retorno al neoliberalismo! Eso es absurdo: si algo sabemos es que el neoliberalismo ya no va a poder funcionar jamás. Un vistazo a la historia de las principales economías capitalistas durante los últimos tres decenios permite comprobarlo.

En los años 70 termina el periodoglorioso de acumulación rápida de capital y crecimiento del ingreso personal de los trabajadores. Ese lapso (1945-1975) se caracterizó por altas tasas de crecimiento, fuertes incrementos en productividad y fuerte inversión en capacidad productiva.

En los años 70 la tasa de ganancia se estancó y declinó durante varios años. No importa qué medida prefieran los lectores, y más allá de las polémicas sobre el significado de este movimiento en la tasa de ganancia, lo cierto es que se puede documentar sin dificultad esta declinación en la tasa de ganancia. Y a partir de ese hecho, todo cambió: para enfrentar esta caída en la rentabilidad el capital desencadenó una ofensiva de largo aliento en contra del trabajo.

El resultado de esta acometida fue el estancamiento de los salarios. El crecimiento en productividad que pudo mantenerse (y hasta acelerarse durante algunos periodos) no tuvo su contraparte en un incremento de los salarios. En la distribución de la renta, las ganancias se beneficiaron y el asalariado se llevó la peor parte. Esa redistribución mejoró las condiciones de rentabilidad en los años 1988-2002, con sus diferencias entre países y sectores.

El estancamiento en la rentabilidad durante los 70 también provocó una búsqueda de espacios de inversión financiera que pudiera darle la vuelta a ese mal necesario (como decía Marx) que es el circuito productivo. La expansión del sector financiero fue la consecuencia directa y los centros de poder a nivel nacional y supranacional se afanaron en eliminar las barreras a la circulación del capital financiero.

Uno de los rasgos más interesantes de la reproducción capitalista en los últimos decenios consiste en que mientras los salarios se estancaron, el nivel de consumo se mantuvo más o menos constante. ¿Cómo fue eso posible? La explicación se encuentra en la caída en la tasa de ahorro y en el crédito. Es decir, las familias aumentaron la parte de su ingreso que se destina al consumo y, por otra parte, incurrieron en un sobre endeudamiento crónico. El sector financiero ya las estaba esperando.

La desregulación y las innovacionesfinancieras hicieron bien su trabajo. La capitalización de títulos financieros, acciones y activos inmobiliarios, alimentó la ilusión de un aumento de riqueza virtual que pudo respaldar durante unos años el nivel de consumo de las clases medias. En Estados Unidos hasta tenemos el fenómeno de un segmento de la clase trabajadora que tuvo ingresos derivados de la rentabilidad del mercado accionario. Pero el sobre endeudamiento fue el mecanismo más importante para mantener el nivel de demanda agregada que necesita todo sistema capitalista.

En ese periodo (1980-2000) la inversión productiva mantenía tasas de crecimiento raquíticas. Es decir, la recuperación de la rentabilidad derivada de la ofensiva anti-laboral no se acompañó de un incremento en la capacidad productiva o en la introducción de una nueva plataforma tecnológica capaz de sostener una nueva fase de expansión. De las varias interpretaciones, la más cercana a la realidad se relaciona con un agotamiento de las oportunidades de inversión asociadas con altas tasas de beneficios.

Esto es lo que cierra el circuito de acumulación neoliberal en los espaciosnacionales. En el plano internacional, la famosa globalización permitió poner a competir entre sí a la fuerza de trabajo de todo el mundo. Y eso se acompañó del desmantelamiento de una parte de la capacidad industrial estadunidense al transferir las multinacionales líneas completas de producción hacia China. El proceso culminó con la consagración de Estados Unidos como consumidor en última instancia a escala mundial.

En la actualidad no existen instancias internacionales capaces de marcar un nuevo derrotero. La guerra social al interior y entre espacios nacionales, así como los desequilibrios internacionales son la señal más clara: la única recuperación posible pasa por la destrucción del neoliberalismo.


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El Cuerno de África, ¿tumba de la globalización?


Mercado.com
Sábado 30 de julio del 2011.



No se escucha mencionarlo en Occidente, Oriente o la Liga Árabe. Excepto cuando los piratas somalíes secuestran barcos mercantes. Sin embargo, como sostienen unos pocos, “salvar el Cuerno de África quiere decir salvar a buena parte del planeta



Se trata de una amplia región, bautizada así por los faraones hace más de cuatro milenios, que contiene Etiopía, Eritrea y varias “somalías”. Precisamente ellas pueden ser letales para la globalización, si sus vecinos y las propias potencias no actúan a tiempo.



En la actualidad, el Cuerno es un nodo estratégico clave para el tráfico entre el canal de Suez, el mar Rojo, el golfo de Adén, India, Indochina, China, etc. A su vez, son comunicaciones vitales para el negocio petrolero internacional. Pero la clave crítica es la perpetua guerra ¿civil? a varias puntas que no cesa en las ex Somalía británica (Berbera) e italiana (Mogadishu) y otras plazas sobre el océano Índico. Esta serie de conflictos yuxtapuestos promueve la piratería en gran escala que se desborda sobre el litoral de Eritrea, Sudán, Yemen y la mismísima Saudiarabia, potencia regional.



Tomando Somalía como conjunto étnico y musulmán, son diez a doce millones de personas arrinconadas por sequías perpetuas, guerras, hambrunas y mortandad infantil. Agregando a esas lacras la proliferación de campamentos de refugiados –en general, mujeres y niños-, el cuadro es peor que en Darfur (no lejos de ahí).



Esta emergencia humanitaria, como otros fenómenos indeseables, se agrava por efecto de la globalización misma. En realidad, salvo zonas aisladas, África toda es un baldón para el mundo, sólo comparable –en escala más pequeña-, por Haití, “sucursal” del continente negro.



La geografía de la miseria extrema es muy poco tranquilizadora. Empezando por la propia Somalía, cuyo presidente formal (Sharif Ahmed) no controla las milicias islámicas del sur, que comanda Alí as-Shabbá. Esta guerra localizada impide que lleguen a ambas partes la asistencia de Naciones Unidas, la Unión Africana o la Liga Árabe.



Ese conflicto y otros, desperdigados entre Berbera y Dyibutí, impiden frenar el éxodo de refugiados, que deja cadáveres a la vera de los caminos. Tampoco ayudan las pésimas relaciones entre la cristiana Etiopía –el mayor país del Cuerno-, los musulmanes Sudán y Eritrea y los somalíes. Peor: la tercera parte de éstos habita el Ogadén, controlado por los etíopes, y vive en mejores condiciones.



Nuevamente, entonces, “una tragedia africana demuestra que la globalización, en forma de mercados carentes de ética y regulación, puede ser la tumba de muchas ilusiones”. Así señala el sociólogo italiano Giulio Sapelli

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