domingo, 25 de septiembre de 2011

"Una crisis como ésta sólo se ve una vez en la vida"



Poco después de que Nouriel Roubini planteara la posibilidad de una autodestrucción del capitalismo como consecuencia de la globalización y la desaforada intermediación financiera, el asesor económico de UBS, George Magnus, ha afirmado esta semana que nos encontramos ante "una crisis del capitalismo que sólo se ve una vez en la vida".

En un artículo que recoge CNBC, Magnus afirma que "el sector privado no tiene más remedio que reducir el apalancamiento, lo que agrava el impacto económico que supone la pérdida de los motores de crecimiento del pasado". En su opinión, "la deserción financiera en el sector público representa un añadido más a la complicada situación económica".

Con un crecimiento que sigue siendo bajo o deprimido desde el último pico que se registró a principios de 2008, Magnus asegura que una nueva recesión o lo que se ha venido a llamar una "doble caída" en realidad no sería más que la continuación de una recesión que comenzó hace tres años, tras el colapso de Lehman Brothers.

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Krugman y la lucha de clases: los ricos deben cumplir sus deberes con la sociedad


La polémica suscitada por Barack Obama con al tasa Buffett no cesa. Los republicanos rechazado con fuerza lo que consideran un acicate para la "guerra de clases" y han mostrado su oposición frontal. Sin embargo, en opinión del Nobel de Economía esto está muy lejos de la realidad y justifica una acción de este tipo con el cumplimiento del contrato social, que define los derechos y deberes de los ciudadanos.

Este lunes, el presidente de EEUU anunció un nuevo paquete de medidas para equilibrar las cuentas del Estado que incluye la creación de nuevos de impuestos que afectarán a las grandes fortunas estadounidenses. Con esta iniciativa se podrían recaudar 1,5 billones de dólares, según los cálculos del Washington.

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Miles de palestinos reciben como un héroe a Abbas en Ramala tras su discurso en la ONU


Ahora se abre una fase de incógnitas: cómo evolucionará la petición para que se reconozca a Palestina como Estado miembro de la ONU; cómo restablecer un proceso negociador desprestigiado; y si el nuevo ánimo entre los palestinos de Cisjordania generará violencia
ENRIC GONZÁLEZ | Jerusalén 25/09/2011

El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha vuelto de Nueva York con la sensación de haber triunfado. Esa misma sensación parecía invadir a los miles de palestinos que hace unas horas le han recibido con entusiasmo en Ramala. Abbas ha proclamado el inicio de la "primavera palestina" y ha insistido en que no habrá negociaciones con Israel mientras sigan construyéndose asentamientos israelíes en los territorios ocupados.





A sus 76 años, el viejo burócrata de la OLP, la sombra de Yaser Arafat, goza de su momento de gloria. Las palabras que gritó el viernes ante la Asamblea General de la ONU, "¡basta, basta, basta!", reflejaron los sentimientos de su pueblo. El suyo fue el discurso que los palestinos querían escuchar desde hacía mucho tiempo. Palestina sigue sin tener Estado, Cisjordania permanece bajo ocupación y el propio Abbas ha reconocido, en una alocución improvisada a la multitud ante la puerta de su oficina, que ahora empieza "un camino muy largo", pero algo ha cambiado: los palestinos se sienten orgullosos de su presidente y de sí mismos.

Una cuestión urgente, que Abbas ha abordado en una charla con periodistas en el vuelo de regreso, es la asfixia económica de Cisjordania. El presidente palestino ha comentado la posibilidad de denunciar una parte de los Acuerdos de Oslo, la que concede a Israel el control total sobre las importaciones y exportaciones en los territorios.


Al hablar de "primavera palestina", Abbas ha optado por una asimilación no del todo afortunada con la "primavera árabe": los árabes están enfrentándose a dirigentes sin legitimidad democrática (como Abbas) y a administraciones públicas aquejadas endémicamente de corrupción (como la Autoridad Palestina). En cualquier caso, la ocupación israelí convierte lo demás en mal menor. Y existe un consenso casi universal en que el primer ministro palestino, Salam Fayyad, ha hecho un excelente trabajo acabando con las corruptelas más escandalosas y robusteciendo instituciones con vistas a una futura independencia.

Ahora se abre una fase de incógnitas. La primera permanece en la sede neoyorquina de la ONU, y se refiere a cómo evolucionará la petición planteada por Abbas ante el Consejo de Seguridad para que se reconozca a Palestina como Estado miembro con plenos derechos.

La segunda incógnita planea sobre el problema de siempre: cómo restablecer un proceso negociador desprestigiado. El Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y ONU) propone que se recupere el diálogo, aunque los factores que han arruinado anteriores intentos siguen ahí: Abbas se niega a hablar mientras Israel continúe comiéndose el territorio palestino con muros y asentamientos, y el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, una vez comprobado que dispone del respaldo de Estados Unidos haga lo que haga, descarta por completo cualquier paralización de las construcciones israelíes en los territorios ocupados.

La tercera incógnita es si el nuevo ánimo entre los palestinos de Cisjordania (Gaza, bajo control de Hamás, permanece al margen del proceso) generará o no violencia. La Autoridad Palestina promete que hará lo posible por evitarla. El Gobierno israelí está casi convencido de que antes o después surgirá una nueva Intifada. Por ahora, sin embargo, los palestinos no han provocado incidentes graves y ha sido el Ejército israelí, para proteger a sus colonos, el que mató el viernes a un agricultor palestino.


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Por todo el mundo resuena la llamada a ocupar Wall Street



El pasado sábado, 17 de septiembre, muchos de nosotros vimos sobrecogidos cómo cinco mil norteamericanos descendían sobre el distrito financiero del bajo Manhattan, hacían ondear sus enseñas, desplegaban sus pancartas, coreaban lemas y se dirigían caminando hacia la "Gomorra financiera" del país. Se proponían "ocupar Wall Street" y "hacer justicia a los banqueros", pero la policía de Nueva York frustró sus esfuerzos temporalmente, cerrando tan simbólica calle con barreras y puestos de control.  

Sin inmutarse, los manifestantes siguieron dando vueltas por la zona antes de celebrar una asamblea popular y establecer un campamento de protesta semipermanente en un parque de Liberty Street, a un tiro de piedra de Wall Street y a una manzana de distancia del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.

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